El protagonista
Pinto, el guardameta suplente, se erigió en el gran héroe al detener el penalti
El jugador señaló a Martí el lado por el que se tiraría
Desde hace años, los porteros tienen más valor cuando son más buenos con los pies que con las manos. Extraña contradicción. Sin duda. Pero tan real como el fútbol moderno. Que se lo pregunten, sin ir más lejos, a Valdés. Hace unas semana, en el derbi, el meta titular del Barcelona extravió un pase que acabó en los pies de De la Peña y provocó la derrota azulgrana. Desde entonces, Valdés es un manojo de nervios. Anoche, su amigo José Manuel Pinto, el suplente de Víctor, usó los pies para librar al Barça de una condena. Quedarse ya en marzo sin el primer título del curso. Mira por donde, el portero de la Copa permitió al equipo de Guardiola llegar a la final.
Ni siquiera en los días en que se juega un título, Guardiola modificó sus tradiciones. Dejó, por ejemplo, a Etoo y Henry fuera de la convocatoria. Ni se sentaron anoche en el banquillo. ¿Una nuevaguardiolada? Tal vez. Pero el técnico no cambia ni en las noches decisivas. Con las dos estrellas en la grada, fue el partido que tanto esperó Pinto. De principio a fin. Se ganó la ira del público mallorquín porque tardaba una eternidad en sacar el balón de puerta. Hizo perder la paciencia a Rubinós Pérez, el árbitro, que le sacó una tarjeta amarilla.
Se convirtió, por tanto, en el protagonista de la semifinal copera. Pero a Pinto le faltaba lo mejor. Llegó al principio de la segunda mitad cuando el Barça de Guardiola amenazaba con derrumbarse. Era un penalti. Y tenía delante suyo a Martí. Empezó entonces el partido de verdad para Pinto. Se tocó el pecho mirando desafiante al adversario con gestos evidentes y un mensaje rotundo:"¡Me tiraré a la izquierda!, ¡me tiraré a la izquierda!".Debía saber Pinto que el último penalti de Martí fue ahí. No le engañó. Hizo lo que dijo. Se tiró a la izquierda, pero dejó volando sus pies en el aire para interrumpir bruscamente el disparo de Martí.
La pelota salió despedida con tanta energía que acabó en el centro del campo. Después, salió Messi y todo cambió. Pero cuando el Barça festejaba eufórico el tanto de Leo, Puyol eligió la dirección contraria y se marchó corriendo hacia su portería para abrazarse con Pinto, el portero con pies.
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