'THRILLER'

'El americano', un hombre vacío y circunspecto

Nando Salvà

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Las películas sobre la crisis existencial de un asesino a sueldo son tan comunes en los últimos 40 años que casi constituyen un género autónomo. Están El amigo americano, de Wim Wenders, El reportero, de Antonioni, y, cómo no, la ejemplar El silencio de un hombre, de Jean-Pierre Melville, el híbrido definitivo de thriller y cine de autor. Con esos referentes en mente, El americano penetra, con ritmo pausado e intenciones más psicológicos que argumentales, en la vida metódica y vacía de un matón en crisis. Se trata de un individuo que ha roto todo vínculo emocional para mantener su eficacia, una persona fría, dura con la que resulta difícil identificarse, hasta que emprende un lento y largo proceso para recuperar su alma, para redimirse.

Como en un wéstern clásico, este americano (George Clooney) escondido en la Italia rural intenta en vano escapar de su pasado. También como un wéstern, la película se dirige inexorablemente a un tiroteo existencial y fatal -una televisión que emite un spaghetti-wéstern de Sergio Leone lo anuncia de forma poco sutil-, que en este caso funciona menos como un clímax que como un anticlímax debido a la naturaleza inerte de la narración. Una escena en la que Clooney esconde un arma dentro de una cesta de pícnic, inseguro de su próximo movimiento, mientras su cita toma el sol a pocos metros de distancia, concentra toda la tensión que el filme genera.

Así pues, aunque El americano adopta la forma de un misterio no funciona tal. No hay pistas que encajar o motivos que desvelar, no hay dimensión política o social verdadera. Las escenas no hablan más que de la imponente naturaleza de su propia construcción, de su glacial cadencia, de su sorprendente austeridad. Anton Corbijn construye el tipo de atmósfera sombría y minimalista que a menudo asociamos a las reflexiones profundas, pero una película tan desnuda de diálogos debe usar los silencios para ofrecer significados y el director no parece por la labor. Por eso, la circunspección de su protagonista no parece consecuencia del remordimiento o la desesperanza, sino más bien una pose.