AVENTURAS

'Adele y el misterio de la momia', entre el serial y la comedia

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Pese a anunciar hace tiempo que se retiraba del cine en calidad de director, el artífice de Kamizake 1999, Subway, El profesional y Nikita, también el responsable de El gran azul y la saga de Arthur y los Minimoys, ha vuelto al redil con una adaptación bastante insulsa de una de las creaciones más populares del historietista francés Jacques Tardi, la serie Las extraordinarias aventuras de Adèle Blanc-Sec.

Tardi, que se mueve a las mil maravillas en el drama bélico (son notables sus recreaciones de la primera guerra mundial), los relatos seriales de misterio y la aventura un tanto paródica, que es el caso de Adèle Blanc-Sec, resulta un autor complicado de adaptar dada la peculiaridad de sus dibujos más que lo alambicado de sus tramas.

Besson ha intentado por todos los medios trasladar a la pantalla el trazo en las viñetas. Sin ir más lejos, ha transformado el rostro de Mathieu Amalric en un amasijo de carne purulenta y deforme gracias al maquillaje para que se parezca mucho, demasiado, al villano de las historietas de Adèle, Dieuleveult. En este sentido es fiel al original, pero luego ha impregnado el sentido de la aventura de referencias bien distintas (Indiana Jones, por ejemplo) y ha practicado una comicidad que tiene poco de la incisiva ironía de Tardi.

La película mezcla ingredientes de dos relatos, Adèle y la bestia -todo lo concerniente al pterodáctilo que asola las calles de París- y Momias enloquecidas -lo referente a las momias que vuelven a la vida-, evocando cierto sabor del serial añejo en la parte del pájaro-reptil pero vulgarizando, a través de una comicidad mal entendida y un sentido obtuso del espectáculo, el estilo siempre lúdico de la obra original.