Aronofsky y Portman fascinan en el inicio de la Mostra con 'Black swan'

NANDO SALVÀ
VENECIA

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Parece mentira que de un lugar tan ruinoso como el centro neurálgico de la Mostra de Venecia -la construcción del nuevo Palazzo del Cinema se inició el año pasado y, tras el reciente hallazgo de unos paneles subterráneos de amianto tóxico, no finalizará hasta el 2012- pueda emerger una obra tan bella y esplendorosa y definitivamente sexi como la que ayer abrió su 67ª edición:Black swan, el regreso de Darren Aronofsky a esta competición tras ganar el León de Oro hace dos años con El luchador; el demoledor retrato de una bailarina al borde del triunfo y, a la vez, de la absoluta autodestrucción mientras es absorbida por El lago de los cines.

Se trata, ya saben, el título de ballet clásico más famoso de la historia, por la calidad de la partitura de Chaikovski y por la fascinación que siempre nos ha causado, porque anida en nuestro interior, la dualidad entre el bien y el mal, el cisne blanco en oposición al cisne negro. Para Aronofsky, además, es una herramienta autorreferencial.

«El mundo del ballet y el delwrestlingestán muy relacionados», aseguró ayer Aronofsky, acompañado ante la prensa por sus intérpretes Natalie Portman y Vincent Cassel, confirmando a Black swan como fascinante complemento de su anterior película. Ambas son estudios de personas nocivamente adictas a su arte ambientados en entornos de competitividad brutal, y que parecen defender la teoría de que una vida consagrada al arte, por egoísmo o determinismo, requiere el más absoluto sacrificio, o al menos que la vida no merece ser vivida si la creatividad no puede ser llevada al límite.

NARCISISMO / Asimismo, ahora la cámara de Aronofsky se fija en los pies heridos y ampollados de Portman con el mismo deleite que un día mostró explorando el cuerpo decrépito de Mickey Rourke. La actriz pasó 10 meses de durísimo entrenamiento para preparar el papel: «De algún modo, me convertí en mi personaje, compartí su obsesión y su narcisista atención hacia sí misma», confesó ayer, aunque realmente no habría hecho falta. La pantalla la muestra frágil y amenazante, conmovedora como nunca antes, completamente perdida entre la miríada de inseguridades que su personaje afronta mientras deja de ser cisne blanco y se torna cisne negro.

La propia película sufre una metamorfosis similar, a medida que Aronofsky enrarece la atmósfera a base de huesos que crujen, uñas que se quiebran, llagas que supuran y espejos que devuelven un reflejo deformado y perverso. Y entonces Nina (Portman) comparte un lance de marraneo lesbiano con su némesis, Lily (Mila Kunis), yBlack swanpenetra de cabeza en el mismo territorio terrorífico que transitaron Cronenberg y el primer Polanski. Y, mientras tanto, mantiene una vocaciónbizarra que la convierte en una valientísima forma de dar inicio a la Mostra. Ojalá sea premonitoria.