TERROR

Pesadilla en... (el origen), orígenes innecesarios

QUIM CASAS

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Ningún otro género para retroalimetarse constantemente como el de terror. La buena salud de la que goza permite novedades, rupturas y, también, un permanente regreso al pasado que escasas cosas originales aporta. Hasta hace poco era el cine de terror de los 70 el que proporcionaba suculentos beneficios en forma deremakey malentendida reactualización: La matanza de Texas, La noche de Halloween, La última casa a la izquierda, Las colinas tienen ojos o la saga de los muertos vivientes de George A. Romero han tenido discretas o cumplidoras nuevas versiones. Wes Craven, que está detrás de algunas de estas operaciones, no se contenta con reverdecer viejos laureles setenteros. Ahora ha vendido los derechos de su éxito de los 80 para que otros cuenten los orígenes de una de las grandes creaciones del cine fantástico contemporáneo, Freddy Krueger, el psicópata que habita en los sueños y pesadillas de los adolescentes norteamericanos.

Craven llegó a rodar o producir media docena de filmes sobre el personaje, así que pocas cosas nuevas nos va a contar Samuel Bayer, un director que hace honor a su currículo como autor de videoclips y suprime todo el misterio que el personaje de Krueger ha llegado a tener. Nada cambia en cuanto a vestimenta y tono, faltaría más. Krueger es un icono y como tal se le respeta aunque sea en un filme tan pobre como este: sombrero, suéter de rayas y cuchillas afiladas con las que convertir los sueños de los adolescentes en experiencias de horror y muerte. Ni se esclarece nada importante sobre sus orígenes, porque estos son irrelevantes (el personaje es una abstracción de todos nuestros terrores) ni se superan las mejores secuencias de la serie. Estamos pues ante un filme innecesario.