Xavier Albertí, director artístico del TNC:«Cada piedra del Gòtic conecta con nuestras raíces»

Los estudios de piano afincaron a este oriundo de Lloret de Mar en Barcelona cuando tenía16 años. Después, la música llevó a Xavier Albertí a Italia, Alemania y Austria, antes de regresar a la capital catalana, donde se formó en dirección teatral y reside desde entonces.

Calle de Lledó, 7 «Aquí nació el 'Moraguetes'»«HOY ES EL EXCELENTE MERCER HOTEL. ANTES FUE CASA NATAL DEL QUE FUE DIRECTOR ARTÍSTICO DEL LICEU Y CRONISTA DE LA NOCHE DEL PARAL·LEL»

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CARME ESCALES / BARCELONA

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Desde un antiguo piso que habitaba, allí donde el Eixample conecta ya con Sant Martí, en 1991, Xavier Albertí (Lloret de Mar, 1962) vio levantar el edificio de Ricardo Bofill que alberga al Teatre Nacional de Catalunya (TNC). "Quién me iba a decir a mí en aquel momento que acabaría siendo el director artístico de aquel teatro", expresa el hoy vecino de Ciutat Vella. El barrio del Gòtic es hoy su hogar. Hogar porque es el lugar donde duerme y porque es un lugar donde se encuentra muy a gusto.

Y son las piedras antiguas, los vestigios milenarios como las columnas del antiguo templo de Augusto parte de la confortabilidad que siente."Vivir entre piedras romanas me hace sentir que convivo con los fantasmas del pasado. Mi casa está sobre la muralla, allí donde esta cerraba la ciudad", comenta Albertí.

"Vivo al lado de la calle de Cometa, donde hace 150 años nació el músico y compositor Enric Morera. También estoy junto a la casa natal de Francesc Moragas, el fundador de La Caixa", apunta Albertí. "Pero en esa casa nació también Rafael Moragas, conocido como Moraguetesexdirector artístico del Liceu, célebre entre otras cosas por traer a Stravinsky a Barcelona", explica."Murió en el exilio, en Grenoble, con un saquito de tierra catalana, que siempre llevaba en su bolsillo", detalla el músico y compositor, además de hombre de teatro.

Piano, teatro e historia

La música, y en concreto los estudios de piano, trajeron a Barcelona a este hijo de la Costa Brava. Con 16 años, fue a estudiar al conservatorio, en la calle de Bruc, en el Eixample. Luego la música fue también la que se lo llevó a residir un tiempo en Italia, Alemania y Austria. "Desde que regresé a Barcelona, viví en Rocafort con Provença y en la calle de Castillejos, junto a la plaza de las Glòries, desde donde vi avanzar las obras del TNC", dice.

Desde hace diez años, el distrito de Ciutat Vella es el suyo. Y, dentro de él, despierta cada mañana en el barrio del Gòtic. "Los días de verano que acabo en el Nacional hacia las ocho de la tarde o las nueve de la noche -a veces es más tarde- voy en bici a bañarme al mar, antes de volver a casa y cenar en la terraza bien fresco, como un auténtico sibarita", afirma el director artístico del TNC y vecino de tanto vestigio del pasado.

"La cultura sin conciencia de sus raíces no existe. Y yo aquí., en el Gòtic, tengo la posibilidad de esta conciencia. Cada piedra del Gòtic nos conecta con nuestras raíces", expresa Albertí, ya en su segunda temporada en el TNC, que hasta el 19 de julio tiene en cartel El carrer Franklin, de Lluïsa Cunillé, y todo el año, tarifa plana para todo tipo de público. Es la segunda temporada de Albertí como director artístico en el TNC, pero su tercer año allí, puesto que primero estuvo en ese mismo escenario programando junto al anterior director Sergi Belbel.

Albertí, que estudió dirección teatral en el Institut del Teatre -entonces en la plaza del Duc de Medinaceli-, antes de vivir en su actual piso  en la calle de Lledó, residió en otro situado en la calle de Banys Nous, también en el barrio del Gòtic, "donde está el ombligo del poder de casa", refiriéndose a las sedes del Ayuntamiento de Barcelona y de la Generalitat. "Sabes que lo tienes ahí, tan cerca, y puedes acercarte a sacar la nariz siempre que quieras, pero también tenerlo en el barrio te hace aprender a no sacralizarlo", puntualiza el que fue también director del Grec de 1996 a 1999.

Un guía perfecto

En sus diez años de vida en el Gòtic, Albertí ha explorado ya casi todas las piedras, acompañándose de libros de historia. Es un guía perfectamente documentado. Y tiene muy bien ubicados los lugares donde, un vez al año, en tiempo de Corpus, ponen huevos a bailar. Se los recorre con su hijo Pau, un excepcional chino que llegó al Gòtic desde la ciudad de Chongqing, con 11 meses -ahora tiene 11 años-, y que Albertí y su pareja adoptaron. "Vamos a ver L'ou com balla al claustro de la Catedral; al archivo de la Corona de Aragón; al Museu Marès; a la Casa Ardíaca; al Palau Requesens, al Palau Centelles, al menos a esos seis lugares cada año. Y, a veces, también al Ateneu Barcelonès", detalla.

El Gòtic le suministra a este vecino delicias que para él es un lujo tener tan próximas. Esta magnífico guía tan bien documentado destaca los cócteles del Mercer Hotel, en la torre 28 de la muralla romana; las sesiones de jazz en El Paraigua; El Mesón del Café; las pizzas catalanas de L'Antic Bocoi del Gòtic, -"también dentro de la muralla, es como mi segunda cocina"-; los gintonics del Gimlet, el Harlem y L'Ascensor, o las especialidades de Le Cucine Mandarosso; el Liceu; el Poliorama, y el Romea, entre otros lugares».