GENTE DE CIUTAT VELLA

Rosa Pich: "Se venden cafeteras de una sola taza"

Rosa Pich lleva 40 años al frente de un puesto de menaje y flores artificiales del mercado de Santa Caterina. Ahora espera traspasarlo para jubilarse. Atrás quedan traslados forzosos y muchas anécdotas.

Plantas y ollas 8Rosa Pich, en su tienda de Santa Caterina.

Plantas y ollas 8Rosa Pich, en su tienda de Santa Caterina.

ÓSCAR HERNÁNDEZ
BARCELONA

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Rosa Pich Argemí (Barcelona, 1947) lleva más de media vida al frente de un curioso puesto del mercado de Santa Caterina. No vende carne, ni verduras, ni pescado, sino los útiles imprescindibles para cocinarlos. La Llar, en una esquina de la flamante fachada, bajo el espectacular tejado multicolor, busca comprador para una ansiada jubilación.

-¿Qué hacen las flores en la tienda?

-Además del menaje de cocina, también vendo flores artificiales.

-Parecen de verdad.

-Sí, es que son de buena calidad. Flores y plantas son también cosas de casa [la tienda se llama La Llar] y siempre las hemos vendido. Mis flores son un poco más caras que las que hay en las tiendas de chinos, pero son bonitas y duran mucho. Antes se vendían para adornar la casa. Ahora sobre todo para los cementerios, porque no se estropean. Y más desde que no dejan poner recipientes con agua por el mosquito tigre.

-¿Cómo llegó a Santa Caterina?

-Mi marido tenía una puesto en el mercado de Sants. Y entonces vimos que se vendían otros aquí. Y nos vinimos. Fue en 1974. Hace 40 años.

-¿Siempre en el mismo sitio?

-¡Que va! Primero en la calle, delante del mercado, hasta que construyeron el aparcamiento y nos quitaron de allí y tuvimos que vender dentro del mercado, junto a los puestos de comida. Las obras duraron cuatro años porque encontraron restos arqueológicos. Y vendimos mucho menos. Fue una mala epoca. Y en los años 90 nos tuvimos que volver a ir, al Arc del Triomf, con todo el mercado, porque restauraron este. Allí estuvimos siete años. Mucha gente en el barrio tuvo que cerrar.

-Pero ahora este mercado es toda una atracción turística.

-Sí, pero a nosotros, como a todos, cuando volvimos nos dieron solo paredes y techo. Tuvimos que hacer de nuevo la tienda. La clientela también ha cambiado. Vecinos de toda la vida que se han ido por los pisos turísticos. En cambio ahora vienen turistas a comprar.

-¿Y qué compran?

-Lo que más piden son paellas pequeñas y aceiteras, de esas que no gotean [el modelo diseñado por Marquina]. La mayoría son japoneses, italianos y franceses. También vienen los que se instalan en un piso turístico y necesitan cosas para cocinar en casa.

-¿Qué es lo más raro que los clientes le han pedido y usted no vende?

-A ver... Trampas para ratones y también cepillos para peinar conejos. Aunque ahora me piden mucho cosas que han aparecido en un programa de cocina de la televisión. De eso sí que procuro estar al tanto y tenerlo. También vienen señoras que han hecho un curso de cocina y buscan los utensilios. O un molde determinado para pasteles. También vendo mucha cosa pequeña, porque se nota que hay más gente que vive sola. Por ejemplo, las cafeteras para una persona y las planchas de pequeño tamaño. Con las cafeteras pasa una cosa curiosa.

-Cuente.

-Unos días antes de Navidad vendo muchas cafeteras grandes, de 12 tazas. Porque, cara a las comidas familiares con invitados, la gente prefiere comprar una grande que hacer varias cafeteras pequeñas.

-¿Qué le gustaría que se montara en esta tienda cuando usted se jubile?

-A mí me encantaría que pusieran una floristería porque en el barrio ahora no quedan y me gustan las flores. Pero si pienso en mí, me iría muy bien que siguieran vendiendo menaje, entre otras cosas porque tengo mucho estoc y así podría traspasarlo todo, con el local. Si no, lo que me quede tendré que liquidarlo o donarlo al Cottolengo.