Secretos del lenguaje

El ritmo de la escritura a mano se manifiesta desde la infancia

Una de las aulas del CEIP Pit Roig de Horta-Guinardó, en Barcelona, que gracias a la sexta hora pueden dividir la clase en grupos de ocho alumnos.

Una de las aulas del CEIP Pit Roig de Horta-Guinardó, en Barcelona, que gracias a la sexta hora pueden dividir la clase en grupos de ocho alumnos. / periodico

Michele Catanzaro / Barcelona

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Los idiomas y alfabetos son distintos. Pero el movimiento que se hace cuando se escribe a mano podría ser universal e innato. Así lo sugiere un estudio, según el cual niños que empiezan a escribir ya tienen desarrollado ese ritmo: los gestos necesarios para escribir estarían inscritos en la biología humana.

De confirmarse esta teoría, se entendería por qué escribir a mano, según algunos estudios, tiene efectos beneficiosos en el aprendizaje y en la lectura. Además, los niños con dislexia se alejan sistemáticamente de esos patrones: esta observación podría contribuir a la detección precoz y a nuevos enfoques educativos.  

El estudio, publicado en la revista 'Scientific Reports', analiza 298 escolares italianos de primaria. Se les pide de escribir a todos una misma palabra de forma espontánea, luego más grande y luego más rápido. Los niños lo hacen en un papel fijado a una tableta electrónica que monitoriza sus movimientos.

“Los niños aplican unos mismos principios [a la hora de escribir] desde primero de primaria: no se ve ninguna evolución”, comenta Elena Pagliarini, lingüista,  investigadora de la Universitat Pompeu Fabra y primera autora del trabajo.

¿Principios innatos?

El primer principio al cual se refiere es el de isocronía: si a una persona se le pide escribir una palabra con caracteres más grandes, esta suele aumentar de velocidad para mantener constante la duración de escritura de la palabra. La isocronía se da en toda clase de movimientos en los primates: por ejemplo, los macacos corren más rápido cuanto más está lejos un objeto de su deseo.

El segundo principio es la homotetía: si a una persona se le pide de escribir una palabra más rápido, esta suele hacerlo sin alterar los porcentajes de tiempo que dedica a escribir cada letra. Algunos experimentos han detectado formas de homotetía en la escritura con teclado, en el caminar o en los movimientos de la muñeca.

De confirmarse, la teoría explicaría algunos beneficios detectados en la escritura a mano

Las observaciones que apoyan estos principios sugieren que, aunque la escritura a mano es algo inventado culturalmente y que se aprende a lo largo de años, no se escapa de las leyes generales e innatas del movimiento humano. El nuevo resultado refuerza esta teoría: el ritmo básico de la escritura a mano no se aprende, sino que viene de fábrica.

En el 2015, Pagliarini publicó un estudio con niños disléxicos, en el cual vio que “si se les pedía de escribir más grande, no aumentaban tanto la velocidad como se esperaba -explica-, asimismo, si se les pedía escribir más rápido, la duración relativa de las letras se descompensaba".

“Oficialmente, la dislexia es un trastorno de la lectura, no de la escritura”, dice la investigadora. Una explicación posible podía ser social. “A veces los niños disléxicos tienen historiales escolares complicados: esos problemas podrían deberse a motivos sociales”, argumenta Pagliarini.

Dislexia y movimiento

“Sin embargo, en los últimos años diversos estudios han correlacionado la dislexia con leves trastornos en el movimiento y problemas en percibir ritmos y acentos”, observa la investigadora. El nuevo estudio apunta a que diferencias biológicas jugarían un papel al lado de las sociales.

Pagliarini cree que la tableta que ha empleado podría ser una herramienta de diagnóstico temprana y que los disléxicos podrían beneficiarse de intervenciones que se centren también en la escritura.

“Me parece un trabajo genial y muy novedoso”, comenta Luz Rello, investigadora en dislexia en la Universidad Carnegie Mellon (EEUU). Según Rello, la educadores deberían tener en cuenta estos aspectos al juzgar la escritura de los disléxicos. Sin embargo, la investigadora llama a la cautela. “El material que han empleado en el experimento son palabras: las diferencias podrían deberse a la dificultad de descodificar el lenguaje. Si el material fueran dibujos el cuadro podría ser distinto”, observa.