UNA NUEVA VENTANA ABIERTA PARA LA INVESTIGACIÓN

Un mosaico en el cerebro

Fotograma de 'El hombre elefante'.

Fotograma de 'El hombre elefante'.

MICHELE CATANZARO / BARCELONA

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Como si mil individuos convivieran dentro de la misma persona, una multitud de ADN distintos se hallan en un mismo organismo. Así lo han revelado los científicos, en un crescendo de descubrimientos recientes: ya se han publicado nueve artículos técnicos sobre este tema en lo que va del 2015. El fenómeno se llama «mosaicismo»: los individuos no tienen un código genético único, sino un «mosaico» de ADN en diversas partes de su organismo. Esto se consideraba una rareza patológica, pero en realidad no solo es algo generalizado, sino que también se da en personas sanas. La atención de los expertos se ha centrado especialmente en el cerebro: allí, el mosaicismo podría contribuir a la capacidad de pensamiento de este órgano.

«En los últimos dos años ha habido una epifanía: nos hemos dado cuenta de que el mosaicismo es mucho mayor de lo que se pensaba», explica James Lupski, investigador del Baylor College of Medicine (EEUU) y uno de los abanderados de esta investigación. «En el próximo año y medio vamos a asistir a una explosión de hallazgos en este campo», afirma Eduardo Soriano, investigador en neurobiología de la Universitat de Barcelona.

Que partes del organismo pueden tener ADN distintos no es una novedad. Por ejemplo, las quimeras son animales nacidos de la fusión de dos óvulos fecundados distintos, lo que resulta en partes de la piel con colores distintos y otros efectos. También se sabía que las células del sistema inmune tienen distintos ADN para diversificarse y defender mejor el organismo. Formas de mosaicismo se dan también tras un transplante o en algunas enfermedades genéticas.

MEJORAS EN LA SECUENCIACIÓN

Sin embargo, la mejora en las técnicas de secuenciación de ADN ha revelado algo inesperado. Las diferencias en el código genético de células distintas son algo generalizado, también en personas sanas. «Si el ADN fuera un libro, habría diferencias que van desde letras individuales hasta párrafos o capítulos enteros», explica Lupski. «Sin embargo, aún está por investigar la magnitud de estas diferencias: ni tan siquiera conocemos el patrón de variabilidad global en personas sanas», explica Soriano.

La aparición de ADN distintos en un mismo organismo empieza muy pronto. «En los análisis hechos para las fecundaciones in vitro se ha visto que los embriones tienen una tasa de mosaicismo altísima», explica Luis Pérez, catedrático de Genética de la Universitat Pompeu Fabra. «A medida que avanza la división celular, aparecen células con mutaciones debidas a errores, que se transmiten a todas las células descendientes de ellas», explica Pérez. Además, las mutaciones pueden ser inducidas incluso en adultos por factores como radiaciones, tabaco o contaminación. «El ambiente podría tener mucho más impacto de lo que se pensaba», apunta Lupski.

El mosaicismo se ha relacionado con diversas enfermedades, como ciertos tipos de epilepsias. En el 2011, se descubrió que está en la base del síndrome de Proteus, el que afecta al protagonista de la película El hombre elefante. Analizando bases de datos de sangre, Pérez ha detectado una alta incidencia de mosaicismo en población sana de más de 50 años y la ha relacionado con un mayor riesgo de tumor.

Las investigaciones de Soriano, junto con Jesús Ávila del CSIC en Madrid, apuntan a un posible papel del mosaicismo en el alzhéimer. Pero lo que más llama la atención de los expertos es que el fenómeno se daría también en cerebros sanos. «Hay pocos estudios, pero contundentes, que apuntan a que en el cerebro normal hay variabilidad entre una neurona y otra», afirma López. «La variabilidad en el número de cromosomas es superior en el cerebro respecto a otros tejidos», apunta Lupski. Algo parecido ocurre en otros rasgos del ADN. «Todo parece apuntar a que el mosaicismo es importante para el funcionamiento del cerebro, pero aún no lo sabemos. Sin embargo, tampoco se puede decir que este fenómeno sea causa solo de patologías», concluye Lupski.