CENTENARIO EN LA FARMACIA

La heparina cumple un siglo

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ANTONIO MADRIDEJOS / Barcelona

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En 1916, Jay McLean, un estudiante que trabajaba a las órdenes del profesor William Howell en la Escuela de Medicina John Hopkins, en la ciudad de Baltimore (EEUU), aisló un compuesto de las células hepáticas de perros que provocaba un sangrado excesivo en los animales de experimentación a los que se aplicaba. Era el origen de la heparina, uno de los fármacos de uso generalizado más antiguo, hoy omnipresente en los hospitales debido a sus propiedades anticoagulantes y clasificado en la lista de medicinas esenciales de la Organización Mundial de la Salud.

El trabajo pionero de McLean, sin embargo, quedó en el ostracismo durante dos décadas debido a problemas económicos que le llevaron pronto a abandonar la universidad, y fue el propio Howell, ahora en colaboración con otro alumno, Emmett Holt, quien lo perfeccionó y ya en 1922 presentó los resultados en una reunión de la Sociedad Americana de Fisiología. El nombre propuesto procedía del griego 'Hepar', hígado.

100 MILLONES DE VIDAS

La centenaria heparina, que hoy en día suele extraerse de la mucosa intestinal de los cerdos, es un producto de origen natural que está presente en todos los tejidos, pero especialmente en el hígado, los pulmones y los músculos. El fármaco tiene un mecanismo de acción ampliamente descrito: acelera la inhibición de las proteínas del sistema de coagulación de la sangre y, como resultado,  previene la formación de coágulos. Se calcula que salva más de 100 millones de vidas todos los años.

{"zeta-legacy-despiece-vertical":{"title":"La empresa Bioib\u00e9rica, l\u00edder internacional","text":"Una de cada cinco dosis de heparina que se administran en el mundo est\u00e1 fabricada por\u00a0Bioib\u00e9rica, una empresa creada en 1975 y que actualmente tiene tres plantas en Espa\u00f1a (Palafolls, Ol\u00e8rdola y La Puebla de Montalb\u00e1n) y otras cuatro en el extranjero (Estados Unidos, Brasil, Italia y Polonia). Bioib\u00e9rica naci\u00f3 justamente para fabricar heparina, que sigue siendo su principal producto comercial, aunque con los a\u00f1os se ha ido diversificando y ahora est\u00e1 especializada en diversas biomol\u00e9culas de alto valor terap\u00e9utico. \"Fue una iniciativa de un grupo de personas ligadas al mundo de la farmacia en Catalunya que vieron que hab\u00eda una demanda -relata Josep Escaich, consejero delegado de la empresa- y que para ello se podr\u00eda explotar el potencial de la industria del cerdo\"."}}

La heparina está presente en todas las operaciones de cirugía cardiaca, en las transfusiones de sangre y en los procesos de diálisis. "Es un fármaco anticoagulante de amplísimo uso, especialmente en el ámbito hospitalario, de rápida acción y que nos permite jugar con dosis pequeñas", resume Joan Carles Souto, médico de la Unidad de Hemostasia y Trombosis del Hospital de Sant Pau de Barcelona. Souto destaca que la heparina se emplea tanto para tratamiento como para prevención, por ejemplo después de cirugías que requieren un tiempo de reposo prolongado y que tienden a favorecer las trombosis. La demanda es tan grande que la empresa Bioibérica, con sede en Palafolls, que es el principal productor occidental de heparina y proveedor de las grandes farmacéuticas que comercializan el medicamento, emplea anualmente tejidos de "150 millones de cerdos, procedentes de mataderos homologados en cuatro países", recuerda Josep Escaich, consejero delegado de la empresa.

La heparina, sin embargo, no tuvo unos inicios fáciles. El compuesto refinado por Howell comenzó a comercializarse en 1924, pero diversos ensayos clínicos observaron que ocasionaba efectos secundarios como dolores de cabeza, fiebre y náuseas. También faltaba un método de obtención industrial. Con la jubilación de Howell, en 1931, las investigaciones se detuvieron en EEUU.

GENERALIZACIÓN DEL USO

Los trabajos más punteros se trasladaron entonces a Canadá, donde otro científico, Charles Best, que había participado en el codescubrimiento de la insulina junto a Frederick Banting, que fue luego Premio Nobel, perfeccionó la producción de heparina en los laboratorios Connaught, en Toronto. Finalmente, en 1937, tras varios trabajos con perros, su nueva forma de heparina debutó por primera vez en un paciente humano, sin efectos secundarios.

La generalización del uso vino también de la mano del descubrimiento de otra sustancia, la protamina, que funcionaba con antídoto de la heparina en casos de un excesivo efecto anticoagulante. "Los fármacos de este tipo pueden favorecer las hemorragias, una circunstancia que se ha de tener muy en cuenta en el caso de personas que han tenido accidentes, por ejemplo, por lo que su generalización no fue posible hasta dar con un producto que revirtiera los efectos”, dice Souto.

MEJORA DE LA PURIFICACIÓN

Y otro impulso vino de Suecia, donde Erik Jorpes, el Instituto Karolinska en Estocolmo y la empresa AB Vitrium mejoraron la purificación de la heparina para evitar sus efectos secundarios. Finalmente, ya en los años 60 y 70, el desarrollo de las llamadas heparinas de bajo peso molecular, que facilitan su administración, fue clave en la difusión del producto. Su gran uso en los últimos años, considera el especialista de Sant Pau, ha llegado asimismo gracias a la creación de medicamentos con heparina de fácil aplicación mediante un pinchazo subcutáneo.

Hoy en día, como sucede habitualmente en estos casos, los biógrafos se inclinan a pensar que el descubrimiento y el desarrollo de la heparina fue un trabajo coral iniciado por McLean y en el que destacados científicos aportaron su grano de arena. Su futuro es esperanzador. "A pesar de que es un medicamento centenario, se están estudiando nuevas aplicaciones de futuro en enfermedades como la malaria, la fibrosis quística o el cáncer", concluye Escaich.