PROYECTO DE LA AGENCIA ESPACIAL EUROPEA

Los astronautas del simulacro de misión a Marte bajan al planeta

Imagen tomada de la cadena de televisión rusa NTV que muestra a Urbina y Smoleevski simulando una visita a la superficie de Marte.

Imagen tomada de la cadena de televisión rusa NTV que muestra a Urbina y Smoleevski simulando una visita a la superficie de Marte. / cmm

MICHELE CATANZARO / Barcelona

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El astronauta italo-colombiano Diego Urbina, equipado con su traje presurizado, ha dado sus primeros pasos sobre la superficie de Marte con tanta convicción que parecía que había llegado al planeta, pero lo que realmente estaba hollando era el suelo de una habitación de 10 por 6 metros cubierta con una alfombra de tierra rojiza. Allí, en compañía del ruso Alexandr Smoleevski, ha clavado una bandera y, después de una hora y 12 minutos, ha regresado al módulo de descenso del que había salido. Todo en Moscú y bajo techo.

"Me imagino lo que sentirán las primeras personas que pisen la superficie de Marte», ha declarado satisfecho Urbina. Para dar más realismo, hubo incluso problemas de comunicación con el centro de control.

Resistencia psicológica

Urbina y sus compañeros voluntarios de Mars500, un proyecto científico que simula un viaje de ida y vuelta a Marte, se acercan al ecuador de la misión, que durará un total de 520 días. «Llevar paciencia es tan importante como llevar oxígeno y agua», asegura Urbina, ingeniero de 27 años, en declaraciones a EL PERIÓDICO. De hecho, más allá de las enormes dificultades técnicas, una misión tripulada a Marte entrañaría un reto psicológico sin precedentes.

Los astronautas se hallarían encerrados durante año y medio en un espacio reducido, sin posibilidad de volver, con recursos escasos y con la obligación de ser autosuficientes en caso de incidente. La misión Mars500, promovida por la Agencia Espacial Europea (ESA) y el ruso Instituto de Problemas Biomédicos (IBMP), está diseñada para analizar la resistencia de los humanos en esta situación.

La paciencia de los participantes ya ha sido puesta a prueba, pero no han perdido el optimismo. «Mi consejo a los futuros viajeros al Marte verdadero es que se asesoren con personas que los conozcan bien, para escoger las cosas que quieren hacer en el tiempo libre del viaje», afirma Urbina.

No falta trabajo

En realidad, no falta trabajo dentro de los cuatros módulos de 550 metros cúbicos que componen la nave espacial. Los seis voluntarios (dos europeos, tres rusos y un chino) tienen cuestionarios para rellenar, controles médicas constantes y un centenar de experimentos para llevar a cabo. Pero esto no es suficiente para olvidar sus duras condiciones: tienen la comida racionada, una hora de entrenamiento al día con tan solo una ducha por semana, y un retraso de 40 minutos en cualquier comunicación con la tierra, el mismo que se daría si estuvieran realmente cerca de Marte.

«No he notado efectos en mi cuerpo aparte de la desaparición de mi bronceado», añade el astronauta francés Romain Charles. Quizá en un viaje real, sin gravedad y con dosis abundantes de radiación, los viajeros notarían cambios mayores. El asunto psicológico es más delicado. "He cambiado un poco: por ejemplo, me emociono con películas que no tenían este efecto antes", bromea Charles.

La convivencia obligada en un espacio pequeño puede provocar roces. «Somos perfeccionistas en nuestro trabajo de equipo, pero algunos experimentos son increíblemente tediosos y a nadie le gusta repetirlos», explica Urbina. «Es importante comunicarse bien con los demás, y esto es aún más difícil en un ambiente multilingüe», añade.

Momentos críticos

El experimento está diseñado para generar momentos críticos artificiales. El 1 de diciembre la electricidad se cortó durante 20 horas. «Pasamos la noche sin el reciclaje de aire, sin saber que era una simulación: es algo que te produce impresión», explica Urbina.

En los últimos días, la rutina se ha roto por las operaciones de acercamiento al falso Marte. Según el guión, el módulo de aterrizaje llegó a la superficie del planeta el domingo con tres voluntarios a bordo.

Las operaciones previstas en el planeta -con tres descensos a la superficie- consistirán en reproducir maniobras ensayadas hace meses, comprobar el funcionamiento de los trajes y manejar un robot. Finalmente, el módulo de descenso volverá a la nave el 23 de febrero. Seguirán tres días de cuarentena, y el largo viaje de vuelta: el desembarco definitivo en la Tierra será en noviembre.