CIENCIA

El aeropuerto de Sabadell ofrece vuelos sin gravedad de bajo coste

MICHELE CATANZARO
BARCELONA

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«La primera vez es una emoción única: no sientes el cuerpo. Nunca antes tu organismo había experimentado algo parecido». Así describe la ingravidez Daniel González, piloto acrobático del aeroclub de Sabadell. El pasado 31 de octubre, González regaló esta sensación a cinco estudiantes: los subió con una avioneta a una altura de unos mil metros, entre Castellar del Vallès y La Garriga, y entonces realizó unas parábolas de entre 6 y 8 segundos en las que la gravedad se redujo hasta una centésima parte de la que se experimenta en la Tierra.

Estos vuelos son la culminación de una competición universitaria puesta en marcha por la Universitat Politècnica de Catalunya (UPC), el consorcio Barcelona Aeronàutica i de l'Espai (BAIE) y el aeroclub de Sabadell. «Por primera vez en Europa, y posiblemente en el mundo, ofrecemos a estudiantes e investigadores una plataforma para hacer experimentos en microgravedad con avionetas deportivas», afirma Antoni Pérez-Poch, investigador de la UPC que concibió la idea. En el pasado ya se habían hecho experimentos parecidos, pero los promotores quieren ahora establecer Sabadell como el primer centro que ofrece esta oportunidad de manera sistemática. Atraer a los jóvenes a la investigación y facilitar experimentos rápidos y baratos son los objetivos.

Los ganadores del primer reto (tres canadienses, un británico y un francés, todos de la Universidad Internacional del Espacio) tuvieron que abstenerse de tomar leche, grasas, chocolate y alcohol en las horas previas. «Es una sensación de gran libertad», comentó uno de ellos al aterrizar. Todos menos uno vivieron la ingravidez por primera vez.

TÚNELES DE SIMULACIÓN / La microgravedad se suele generar hoy en día en torres de caída libre en las cuales los experimentos se precipitan desde más de cien metros de altura y la ingravidez dura menos de 10 segundos. En los Airbus 300 de la ESA y los DC-9 de la NASA se llega a un poco más, hasta 20 segundos, mientras que los vuelos suborbitales alcanzan los cinco minutos. En la Estación Internacional es permanente.

Con estos sistemas se ha descubierto que en ingravidez los humanos sufren cambios fisiológicos y las bacterias crecen más rápidamente, y también se han desarrollado tecnologías que luego han podido ser aplicadas en condiciones normales de gravedad. Sin embargo, acceder a estas plataformas es caro y supone muchos meses de espera.

Pérez-Poch, aficionado a las avionetas, ya había llevado a cabo hace tres años un experimento sobre cambios en el sistema cardiovascular en ausencia de gravedad. Fue entonces cuando se le ocurrió la idea de ofrecer esta oportunidad a la comunidad científica. Un vuelo de este tipo cuesta solo 500 euros (hasta 1.000 veces menos que en un Airbus). «Al depender de un mando manual, la calidad de la microgravedad es más baja y el espacio de la avioneta es pequeño, pero el coste por kilogramo no tiene punto de comparación», dice. En la primera competición participaron solo alumnos de la Universidad Internacional del Espacio, pero la segunda se abrirá esta semana a estudiantes de todo el mundo.