PRUEBAS DE ANTROPOFAGIA SISTEMÁTICA

Caníbales habituales

Los restos humanos formaban parte de la dieta del 'Homo antecessor' de Atapuerca

Isabel Cáceres.

Isabel Cáceres.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Despojos humanos variados, tanto carne como tuétano, normalmente procedentes de niños o jóvenes, formaban parte de la dieta habitual de los Homo antecessor que poblaron la sierra de Atapuerca hace unos 900.000 años. No era un canibalismo esporádico, restringido a las peores épocas de escasez o a algún ritual, sino una práctica tan habitual que los paleontólogos que trabajan en el yacimiento burgalés la califican de «cultural» y «nutricional».

Los investigadores, que han publicado sus conclusiones en la revista Current Anthropology, creen que no hay lugar para las dudas. «Cazaban humanos como podían cazar ciervos, caballos, rinocerontes e incluso osos», resume una de las autoras del trabajo, Isabel Cáceres, investigadora del IPHES (Instituto de Paleoecología Humana y Evolución Social de Tarragona).

Los primeros huesos con indicios de antropofagia fueron detectados en Atapuerca en 1994 y 1996 en el nivel TD6 de la Gran Dolina, pero luego se han repetido con tanta asiduidad y en diferentes estratos que difícilmente puede atribuirse la práctica a la casualidad, prosigue Cáceres: «Desde entonces hemos aumentado la colección en distintos subniveles». Los huesos han sido atribuidos a 11 individuos de Homo antecessor con edades comprendidas entre 3 y 15 años.

Mordiscos y cortes

Las excavaciones han detectado dos indicios fundamentales, insiste la investigadora del IPHES. Por una parte, unos huesos muestran evidencias de haber sido raspados con piedras, posiblemente para separar la carne, y también restos de dentelladas humanas, «que no se pueden atribuir a otros depredadores». Por otra, también hay huesos que fueron rotos con el propósito de acceder a la médula. «Tenían que comérsela de inmediato porque es una parte que se deteriora enseguida». En cualquier caso, la dieta no era exclusivamente carnívora, sino que estaba acompañada de frutos y tubérculos.

Los investigadores consideran que los caníbales no eran miembros de la comunidad, del clan familiar, sino otros humanos que también deambulaban por la zona. «No creemos que pudieran comerse a los niños de su mismo grupo -dice Cáceres-. Creo que más bien se trata de una forma de marcar territorio». Es sencillo: evitando la competencia, tenían más probabilidades de hacerse con los recursos disponibles y sobrevivir. Algo violento. Aunque nunca se podrá demostrar, no solo las víctimas eran Homo antecessor, sino casi con toda seguridad los caníbales «porque no se conoce otra especie para esa época y ese territorio en Europa», dice Cáceres.

Sin tratamiento especial

Los humanos devorados tampoco fueron víctimas de rituales. «Es demasiado antiguo para pensar en esos simbolismos», explica la paleontóloga. De hecho, cuando los restos humanos habían sido devorados, se abandonaban sin ningún tratamiento especial. Los fósiles no muestran una distribución específica, sino que aparecieron mezclados con instrumentos líticos y huesos de otros animales, como ciervos y caballos. Ambos tipos de restos, humanos y no humanos, «constatan modelos de aprovechamiento y patrones de carnicería similares por parte de Homo antecessor». «Estos datos sugieren -insiste Cáceres- que las estrategias de caza y el consumo de carne humana eran frecuentes».

La antropofagia, reiteran los autores del trabajo, debía de estar aceptada e incluida en su sistema social, ya que no era aislada: «Nos hallamos ante el caso de canibalismo cultural más antiguo conocido hasta ahora en el mundo». De hecho, como recuerda la investigadora del IPHES, la antropofagia es una práctica que se ha constatado en diversas especies del género Homo, incluido el Homo sapiens en tiempos recientes (y posiblemente en la actualidad), así como en chimpancés.

Además de Cáceres, firman el artículo Eudald Carbonell, Marina Lozano, Palmira Saladié, Josep Vallverdú, Rosa Huguet, Antoni Canals y Carlos Lorenzo, todos del IPHES, así como José María Bermúdez de Castro, del Cenieh de Burgos.