El día del renacimiento

El 11 de mayo de 1985 cambió la historia del ciclismo en España gracias al memorable ataque de Perico ante un despistado Millar

Delgado y Recio, durante la fuga del 11 de mayo de 1985 que le daría la Vuelta a Perico.

Delgado y Recio, durante la fuga del 11 de mayo de 1985 que le daría la Vuelta a Perico. / periodico

SERGI LÓPEZ-EGEA / SEGOVIA

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El 11 de mayo de 1985 cambió la historia del ciclismo en España y el 11 de mayo del 2015, Pedro Delgado recuperó del armario el viejo maillot de la hazaña, para volver a subirse a la bici y rememorar la gesta que lo llevó a ganar hace 30 años la Vuelta a España. El 11 de mayo de 1985 en Palazuelos de Eresma, a las puertas de las destilerías del whisky Dyc, ahora propiedad de un grupo inversionista chino, fue donde empezó todo, de la mano de Perico, empujado por millones de personas que miraban el reloj, que calculaban el tiempo que debía recuperar ante un despistado Robert Millar, el ciclista escocés que años más tarde se convirtió en mujer (ahora Philippa York).

Nunca antes bajo la niebla de Navacerrada, ni después, se dio un caso similar. Delgado, sobre la bici, con el jersey del equipo Orbea-Gin MG, la misma talla, ni un kilo de más, tal cual estuviera en 1985, señala con un sol de justicia, 30 grados en la cumbre que separa Madrid de Segovia, el lugar por el que pasó 30 años antes en compañía de Pepe Recio, ciclista catalán, para uno la etapa y para el otro la general, un pacto, uno más dentro de las peculiares reglas que siempre han regido el ciclismo. «No se veía nada. Ahora una bici como la que llevo pesa poco más de seis kilos, pero entonces sobrepasaba los 10 y debías lanzarte a lo que se llamaba tumba abierta con unos frenos que apenas paraban la bicicleta».

Robert Millar silbaba, mientras su director no daba importancia a la fuga de Delgado. José María García, desde las ondas, en lo que siempre fue la otra Vuelta, mientras él estuvo en activo, trataba de evitar que los directores españoles informasen al técnico del Peugeot, la escuadra de Millar, la situación real, que no era otra que un Perico lanzado hacia la victoria, en el día en el que se convirtió en un mito deportivo, en la primera de sus dos Vueltas (en 1989 llegó el segundo triunfo) y antes de ganar el Tour de 1988.

«El de 1985 --recordaba Delgado el pasado lunes-- fue un año especial para mí. Fiché por el equipo Orbea, gané la Vuelta y luego la etapa de Luz Ardiden, también bajo la niebla, en el Tour. Recuerdo que al inicio de temporada le dije a mi padre el dinero que iba a ganar y el me preguntó: 'Hijo, ¿cuántas bicis ha de vender Orbea para pagar tu contrato?'».

1985. Delgado sigue cabalgando en compañía de Recio. Por detrás, el director del Orbea (Txomin Perurena) y el del Kelme (Rafael Carrasco) animan a sus respectivos corredores. En el pelotón, Javier Mínguez (Zor) no se atreve a luchar por la victoria con su corredor colombiano Pacho RodríguezPacho. «Y Robert Millar, sin enterarse», recalca Delgado tres décadas más tarde. Algunos corredores hasta felicitaban al escocés por lo que iba a ser su triunfo en la ronda española.

«¡PERICO, PERICO!»

Perico, el lunes pasado, volvió a descender, en dirección a Segovia, por la misma ruta, luego los repechos, cargados de público en 1985, que conducían hacia la destilería castellana. Recio ganó en Palazuelos. Perico recuperó seis minutos. Cuando Millar se percató de la realidad ya fue tarde. Al cruzar la meta el público --la gente dando botes sobre los sofás de sus casas- solo chillaba un nombre : «¡Perico, Perico!». Fue la primera vez. Había nacido un símbolo, que perdura 30 años después.

García quiso cobrarle el peaje por apoyar la fuga desde su emisora. La Vuelta acabó en Salamanca y el periodista radiofónico trató de llevar a Perico en helicóptero hasta Segovia. «Lo siento, pero me he comprometido a ir al estudio de Televisión Española para una entrevista». Perico fue a la tele y García nunca en la vida se lo perdonó.