LA CONTRACRÓNICA

'Visca', pero federal

No hubo conversiones entre los ciudadanos, aunque más de uno valoró la «mano izquierda» del dirigente

EMMA RIVEROLA

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Visca Catalunya… Federal! Con una sonrisa y una coletilla tan breve como fundamental, Pere Navarro completa la peculiar petición de Anna de incluir en su dedicatoria la proclama patriótica. «¿Me puedes poner Visca Catalunya!?». El encuentro ya ha acabado y el político obsequia a los lectores con unos flamantes ejemplares de su Insisteixo, la solució és federal. El gesto parece invocar el espíritu de Sant Jordi y la mayoría de los participantes rodean al líder del PSC en busca de su firma y de alargar la conversación. Si la capacidad de empatía se midiera por la diferencia entre el escaso entusiasmo que levanta Navarro antes de la cita y la animada prórroga librada a posteriori, el socialismo catalán desbarataría las encuestas. Pero tampoco aquí se obran milagros. No hay conversiones prodigiosas de independentistas a federalistas ni los desafectos de la política recuperan la fe, pero el debate logra sorprender a más de uno.

En los minutos previos al encuentro, las críticas arrecian. «No entiendo que no quiera aceptar el referendo, me parece dictatorial y españolista», sentencia Sergi, que luego tampoco vería luz en las palabras del político. No convence asimismo el líder socialista a Montserrat, una voluntaria de la ANC que sentencia: «Las opiniones de Navarro no tienen cabida. La única salida es la independencia». Pero sí logra cambiar la percepción de María del Mar: «Le veía como un político sin carisma y me ha demostrado que tiene mucha personalidad». También Adriana, la abogada que ve en el turno de oficio las devastadoras consecuencias de la desigualdad, admite: «No imaginaba que tuviera tanta mano izquierda». 

La desafección

Los más veteranos del grupo elevan sus críticas más allá de las siglas de un partido. Llorenç, yayoflauta entre otras muchas aficiones y compromisos, considera que el socialismo no ha sido capaz de dar respuesta a la crisis: «El sistema capitalista está en cuestión. Obstinarse en mantenerlo tal como está es el modo más fácil de cargárselo». Rafael, que con tanta ilusión vivió la Transición, ahora se siente engañado: «Los partidos están dirigidos por cúpulas que nadie vota. Así se desvirtúa la democracia y nace la desafección. No tiene que darles miedo la opinión de la gente».

El miedo y el valor también anidan en las reflexiones de los más jóvenes. Jordi, licenciado en Historia que trabaja como pintor en la construcción, anima a Navarro a ser «más valiente frente a los poderosos, los bancos y el PSOE». Mariam exhorta a los políticos a centrarse en los ciudadanos y no tanto en sus trifulcas partidistas. «No lo entiendo», repite Esther, la ingeniera química que domina inglés y alemán y sigue en paro, «no entiendo que un biólogo que se preocupa por el medioambiente no vea como un crimen edificar ocho hectáreas de terrenos naturales». Y como Esther no entiende el proyecto BCN World, se enfrasca en una larga discusión con el biólogo con sombrero de político ya en tiempo de descuento.

La charla es franca. Tanto, que Esther se despide con una broma no exenta de esperanza: «Quizá me encuentra trabajo». Navarro recoge el guante y vuelve a acercarse a la joven. Ya le gustaría. Ofrecer trabajo a tantos jóvenes como ella, como su propia hija, que están en paro. «Esto es un desastre. Estoy harto de decirlo, hacer un plan de choque contra el paro juvenil costaría cuatro duros, pero no hay manera», exclama el político con un deje a caballo de la irritación y la impotencia.