entre todos. ciclo de encuentros organizado por el periódico

«Mi patria es la escuela de mi hijo»

Joan Herrera aboga ante 10 ciudadanos por forjar una alternativa de izquierdas en tiempos de «fin de régimen»

JOSEP SAURÍ

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Esto se mueve y de qué manera, así que se abre una oportunidad para la política en mayúsculas, la que cambia las cosas. Aunque para ello haya que surfear entre lo viejo que no acaba de morir, lo nuevo que no acaba de nacer y lo ultranuevo que hace viejo lo nuevo. Eso sostenía Joan Herrera este martes en el Palau Macaya de la Obra Social de La Caixa, en su encuentro con 10 ciudadanos que, aunque no desaprovecharon la ocasión de expresar su desencanto con los políticos, fueron más indulgentes con él de lo que lo habían sido con Artur Mas, Oriol Junqueras y Pere Navarro sus predecesores en el ciclo Catalunya 2014, que organiza EL PERIÓDICO. Quizá porque a la hora de ajustar cuentas, las facturas pendientes son proporcionales a la cuota de poder ejercido. O por la convicción del copresidente de ICV al proclamar que va en metro, lleva a su hijo a la escuela pública y no vive en la burbuja que aleja de la realidad a muchos de sus colegas. Los de la casta, vamos, como se dice ahora.

No era un día cualquiera. Apenas 24 horas antes el rey Juan Carlos había anunciado su adiós y resonaban los ecos del hervor republicano de la noche anterior en la Puerta del Sol madrileña y, en menor medida, en la plaza de Catalunya. Ecos de «fin de régimen», soltó Herrera de saque. Y es que «muchos pactos se han roto»: el territorial, con la sentencia del Estatut; el social, con el acuerdo Zapatero-Rajoy para poner negro sobre blanco en la Constitución que «primero los bancos y después la gente»; yel democrático, en un Estado alérgico a preguntar a sus ciudadanos que solo ha convocado dos consultas, la de la OTAN y la de la Constitución Europea, desde 1978. También el batacazo del bipartidismo en las elecciones europeas huele, a su juicio, a final de etapa. 

Así las cosas, Dionís Bel (68 años, barcelonés, ingeniero técnico industria¡ y economista jubilado) auguraba un «cierre en falso» de la sucesión. También Herrera ve en la maniobra real una «lógica lampedusiana», de hacer como que todo cambia sin que nada cambie, un intento de «amarrar algo que se les está yendo de las manos» que llevará a Felipe VI a ser coronado «con un problema de legitimidad» porque la gente «no habrá podido opinar ni decidir qué modelo de Estado quiere».

PLURAL COMO EL PAÍS / Y claro, si nos ponemos a hablar de consultas y de derecho a decidir, el paralelismo está clamorosamente servido. Miguel Álvarez (25 años, de Castelldefels, coordinador de enfermería en un centro de urgencias y atención primaria), pregunta por los riesgos electorales que corre ICV por «no mojarse lo bastante por la independencia». Y Herrera sale como una flecha al contrataque: «Nos mojamos por un debate democrático. Y estoy encantado de que nos den lecciones cada día, pero resulta que hemos logrado algo que creo que no ha conseguido nadie más: que una fuerza política de Estado [IU] haya votado sí a que los catalanes podamos decidir, y que una candidata a presidir la Comisión Europea [la verde alemana Ska Keller] lo haya defendido. Creo que esto lo hemos hecho mejor que otros que se pasan todo el día hablando del tema». 

Lo de ICV frente a la independencia no es ambigüedad, como hay quien le reprocha, sino «pluralidad», afirmó Herrera, que ve en ello una virtud: «Nos parecemos mucho al país, que es muy mixto». Y es que a su juicio, si la voluntad de independencia puede ser hoy mayoritaria en Catalunya «es por la incapacidad de España de reconocerse a sí misma, en su realidad plurinacional».

LA IDEA PATRIÓTICA / Uno de los momentos de mayor voltaje lo aportó Xavier Biosca (58 años, barcelonés, economista) al interpelar a Herrera sobre «una idea patriótica de Catalunya por encima de las ideologías». Su respuesta fue cualquier cosa menos ambigua: «Mi patria es la escuela de mi hijo. La patria son los derechos, la gente, valores como la libertad y la igualdad». Quiso recordarle Biosca que «la patria es un sentimiento natural del individuo» y que «los grandes países que controlan el mundo tienen una carga patriótica muy importante». La respuesta, de manual federalista. Aun convencido de que las relaciones políticas entre Catalunya y el Estado están «agotadas» y de que o se pasa a una nueva etapa o «así no se puede continuar», el líder de ICV arremetió contra quienes venden «la moto del ‘nosotros solos’» y abogó por «una lógica de solidaridad por lo menos europea».

Aromas federalizantes también en el intercambio con Germán Bartolomé (21 años, de Blanes, universitario), que preguntó qué modelo de Estado propondría ICV en caso de que la consulta del 9-N se saldara con un sí/no y si el Gobierno español podría aceptarlo. Herrera esbozó un federalismo «no uniformizador, que reconozca las asimetrías, con elementos confederales» y, «por supuesto, en el que se pueda decidir si se quiere estar o no». Y confesó no saber si el Estado «es capaz de poner encima de la mesa una propuesta que interese a los catalanes», pero sí ve claro que «la única posibilidad de que eso ocurra es a través de la consulta». En todo caso, poco puede esperarse del actual Gobierno, que fue «el que creó el problema». Será necesaria otra correlación de fuerzas.

LO ULTRANUEVO / Y esa es precisamente su prioridad, después de que la irrupción de Podemos el 25-M reventara los sismógrafos políticos. Por ello le preguntó Miguel Álvarez, y de entrada se hizo el sueco: «Es un problema del PSOE, no nuestro». Pero luego admitió el riesgo de que «lo ultranuevo haga viejo lo nuevo». En todo caso, su apuesta es inequívoca: «Unidad. Sumar para construir una alternativa. Ganar, gobernar y transformar la realidad», a la manera del Frente Amplio del presidente uruguayo, José Mujica, aprovechando que se han generado expectativas de cambio. Y es que «cuando lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no acaba de nacer es cuando se producen las crisis –dijo Herrera parafraseando a Gramsci y a Brecht–, y se ha abierto una ventana de oportunidad».

La duda es si Podemos será compañero de viaje de IU-ICV o si la adelantará por la izquierda y puede acabar metiéndola en el saco de la vieja política, de la casta, antes conocida como establishment. «Creo que la gente no nos percibe como parte del problema. El reto es lograr que nos perciba como parte de la solución», concluyó.

Y es que tampoco esta vez puede decirse que los políticos como colectivo salieran bien librados del Palau Macaya. Abrió fuego Paola Durán

«Muchos políticos viven en su burbuja, lejos de la realidad»

(40 años, psicóloga, de Sant Boi de Llobregat) preguntando ni más ni menos que por qué «para un político es tan difícil seguir siendo ético y responsable una vez llega a un cargo público». Como sus predecesores en Catalunya 2014 a excepción del president Mas, Herrera rehuyó la defensa corporativa. Reivindicó la política escandinava porque «no permite que se diga una cosa y se practique otra» y admitió sin tapujos que hay «muchos políticos en su burbuja, totalmente alejados de la realidad», que «no saben lo que pasa» porque «no hacen vida cotidiana». «Hay quien dice en el Parlament que los recortes no están afectando a los derechos básicos, y lo dice convencido. ¿Por qué? Porque ni él ni nadie de su entorno usa los servicios públicos. ¿Cómo los va a defender?».

No es su caso, claro. «Yo cojo el metro, llevo a mi hijo a la escuela pública, soy usuario de la sanidad pública. No sé, pero yo diría que no, que no soy casta».

8.000 EUROS MÁS DIETAS / Segundo asalto. Remedios Reina, 53 años, de L’Hospitalet. Administrativa en paro, cuida de sus padres, dependientes. «¿Qué le parece que un eurodiputado cobre 8.000 euros más dietas y el salario mínimo sea de 645? ¿Los suyos harán como los de Podemos, que dicen que renunciarán a gran parte de su sueldo?». Herrera recordó que su eurodiputado en la legislatura pasada, Raül Romeva, fue pionero y «criticado» por volar a Bruselas en clase turista, y que en ICV hay topes salariales y un 30% del sueldo se destina al partido, a diferencia de otros que se financian con «aportaciones de empresas, que difícilmente serán a cambio de nada».

Mucho más cómodo estuvo el líder de ICV denunciando las causas y los efectos de la crisis, compartiendo la indignación con sus víctimas y defendiendo con energía lo público como «estructurador de la sociedad». Así, cuando Dionís Bel le preguntó de qué partidas del presupuesto de la Generalitat recortaría para financiar un mayor gasto social, replicó con una batería de propuestas para captar más ingresos: impuestos redistributivos, lucha contra el fraude fiscal, revisión de las prioridades de pago –«por ejemplo, aplacemos los peajes en la sombra y paguemos a las entidades sociales»– y un reparto más proporcional del déficit entre administraciones.

A 39 DE FIEBRE / Marina Sancho (maestra de Bràfim, en el Alt Camp, de 31 años) tiene tres hijos. Las cuentas solo salen si trabajan los dos padres. El lunes se le puso la pequeña, de 10 meses, a 39 de fiebre, pero tuvo que irse a trabajar. «No pude quedarme a cuidarla. Esto no tendría que ser un lujo, sino un derecho», clamó, y exigió medidas de conciliación laboral y familiar. «Además de redistribuir la riqueza, hay que redistribuir el trabajo», convino Herrera. No solo eso: hay que corregir el «profundo sesgo ideológico» de los recortes en el Estado del bienestar, cuyos efectos «recaen de nuevo, como siempre, en las espaldas de las mujeres».

También con Àlex Tuca, barcelonés de 49 años, biólogo, emprendedor a la fuerza tras quedarse en paro y con un crédito primero aprobado por el ICO pero después rechazado por su banco, Herrera sintonizó rápidamente. Tuca le pidió «propuestas para que fluya el crédito a las pymes». El rescate español ha sido el único «sin condiciones» para los bancos, recordó el líder de ICV, que denunció las prácticas bancarias de «usura y estafa», reprochó que se anime a los emprendedores pero no se les ayude, con lo que se convierten en «autoexplotados», y abogó por «instrumentos de banca pública». Y con Bárbara Peña (24 años, pluriempleada, de Barcelona) coincidieron en que el conflicto de Can Vies expresa «un profundo malestar» social, en que ha sido mal gestionado por el ayuntamiento y en condenar «todas las expresiones de violencia»; no solo la física, sino también la que ejercen políticas como los desahucios o los recortes en dependencia o renta mínima.

Ya sobre la campana, Susana Rodríguez (46 años, diseñadora gráfica, de Barcelona) planteó hastá qué punto los ciudadanos delegan demasiado su responsabilidad en los políticos y echó en falta «más participación». Dio pie con ello a Herrera a cerrar el debate recordando a Joan Fuster: «La política, o la haces o te la hacen».