El 'caso Pujol' y el 9-N llevan al límite la alianza CiU-ERC

Josep Antoni Duran Lleida, en una reunión de la dirección de Unió.

Josep Antoni Duran Lleida, en una reunión de la dirección de Unió.

XABIER BARRENA / FIDEL MASREAL / BARCELONA

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Las relaciones entre CiU y Esquerra siempre han tenido una naturaleza tortuosa. Bajo el actual pacto de estabilidad parlamentaria, que parece remitir a etapas de colaboración como la de Jordi Pujol con la ERC de 1980, subyace un concepto clave: la desconfianza. Pujol acabó pactando con el PP y no con Josep Lluís Carod-Rovira porque no se fiaba de ERC y porque creía que del PP sacaría más jugo. Y Esquerra sigue sin creer del todo en que la nueva CiU vaya a jugar hasta el final la carta independentista. En las últimas horas, y a medida que se acerca la hora de la verdad, los recelos han aflorado.

No es habitual que Artur Mas explicite su malestar con ERC. Si lo hace es porque se ha convertido en algo más que una desazón. Hasta hace poco, decía: «Me muerdo la lengua». En cambio en una entrevista en el semanario El Temps, ha afirmado ahora que su principal aliado en el Parlament practica «la politiquería más pequeña». El president se declara decepcionado por la «pequeña táctica de partido de corto alcance y de vuelo gallináceo que no es la que en estos momentos necesita el país». ¿El motivo de este enfado? Que Esquerra fuerce la creación de una comisión que investigue el caso Pujol caso Pujolen el Parlament contra el criterio de CiU. Eso no se hace entre socios serios, afirman en el Govern sobre la táctica republicana.

Mas acumula desconfianza. Y ello es destacable en un político que hace de la lealtad algo casi sagrado, más allá del pacto escrito. La desconfianza crece desde que ERC rechazó la coalición con CiU en las elecciones europeas. Y, sobre todo, porque ahora los republicanos aprietan al máximo para hacer la consulta del 9-N aunque el Tribunal Constitucional la suspenda. Algo que no cuadra con la máxima de Mas: hacer la consulta pero hacerla bien, para ganar legitimidad internacional. «Si la batalla es por ver quién los tiene más grandes, y disculpad la expresión machista, volvemos a estar perdidos», se lamenta el líder de CiU, que reclama «más neuronas que testosterona».

Si a ello se añade el rechazo de los republicanos a entrar en el Govern para, en palabras de Mas, compartir los «sapos» que CiU dice tragarse ahora en solitario, se entiende la magnitud del distanciamiento. Convergència cree que a Esquerra le puede el interés de partido por encima de cualquier otro objetivo.

Y si CDC piensa esto, Unió va todavía más allá. El líder democristiano, Josep Antoni Duran Lleida, aprovechó que Mas había abierto la veda de las críticas públicas para despacharse también a gusto con ERC: «Es obvio que Esquerra continúa apartándose de asumir responsabilidades directas de gobierno en este momento, que sería importante», dijo el democristiano. Duran no ve normal que un socio vote a favor de una comisión de investigación. «Es libre de hacer lo que crea, hay socios y socios en la vida», espetó.

Mientras, ERC optó ayer por mantener el pulso sin aumentar los decibelios. La portavoz Anna Simó respondió a Mas que «ni la corrupción debe tapar el proceso ni el proceso la corrupción». Simó se limitó a hacer votos por la unidad política en el proceso soberanista. Un concepto tan invocado como lesionado por el resquemor interno.

En privado, los republicanos devuelven la acusación a la federación y creen que es CiU la que actúa por criterios partidistas. En este caso, que buscan el gobierno conjunto y la lista única para camuflar la caída electoral que se avecina. Un descenso que el caso Pujol ha acentuado y que ERC trata, por todos los medios, primero, de que no afecte al proceso hacia el 9-N y, segundo, que no les arrastre a ellos.

PREDICAR CON EL EJEMPLO / «Si se quiere ofrece un nuevo país, hay que predicar con el ejemplo», dice un republicano en referencia a la comisión de investigación propuesta. Sobre la entrada en el Govern, además, los republicanos temen que Mas se baje del carro de la consulta en cuanto el Tribunal Constitucional la vete, y ellos quieren que quede constancia gráfica de que el Estado no deja votar a los catalanes. Entrar en septiembre en el Ejecutivo para salirse en octubre no pasa por la cabeza de nadie. No hace ni una semana, Oriol Junqueras volvió a repetir que si era para blindar la consulta, el Govern bicolor (o tricolor, con Unió) sería un hecho. Pero Mas no respondió a eso.

Así las cosas, parece que ambos socios preparan ya las cartas cara a la eventual batalla por responsabilizar al otro de un posible fracaso de la hoja de ruta soberanista unitaria. Es decir, por trasladar al otro partido la imagen de irresponsabilidad o de falta de coraje.