DEBATE ENTRE TODOS

Albert Rivera: «Ser español no equivale a ser nacionalista»

Albert Rivera defiende ante 10 ciudadanos una tercera vía que supere la política basada en izquierda y derecha

JOAN CAÑETE BAYLE

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Unos ocho años lleva en política Albert Rivera como líder de Ciutadans. No es, pues, un recién llegado (de los cabezas de cartel en las elecciones autónomicas del 2006 en que debutó solo quedan en activo él y Artur Mas), pero aun así, si tuviéramos que reducir las dos horas de encuentro de Rivera con diez ciudadanos a una frase, esta sería una pregunta: ¿Y usted, y por extensión su partido, quién es en realidad? En palabras de Agustí Farrés (arquitecto de 51 años de Vic): «De izquierdas, de derechas... Ciutadans me desconcierta» Y la pregunta, que a otros partidos y a otros políticos pondría al borde de los nervios, es en cambio más que bienvenida por Rivera. «Me siento cómodo con que mucha gente se sienta desconcertada», dijo. Y no miente: se siente tan cómodo que la última encuesta publicada (la de GESOP para este diario) sitúa a Ciutadans como tercera fuerza política de Catalunya. «Es normal que esté desconcertado, en este país nos hemos situado en bandos durante 50 años y hemos definido a buenos y malos catalanes en función de si eres nacionalistao no lo eres. Los que nos hacemos un traje a medida con los valores que consideramos no nacemos de las coordenadas ni de los prejuicios ni de los errores que se han cometido en la corta historia democrática de este país», se explicó Rivera.

En sus propias palabras, Rivera, y Ciutadans, son «constitucionalistas, progresistas y demócratas». Constitucionalista porque su marco político es «la Constitución española y el Estatut de Catalunya». Progresista porque cree «en la igualdad de oportunidades y la igualdad de todos ante la ley y, por tanto, en un estado del bienestar, como defiende la Constitución». Y demócrata porque «hay que mejorar y fortalecer la democracia dentro de las reglas del juego. Las reglas del juego te gusten o no hay que respetarlas para poder cambiarlas». Y añadió: «Por tanto, también soy reformista dentro del sistema político español».

 

Pero las dos horas del encuentro -celebrado dentro del ciclo Catalunya 2014 en el Palau Macaya de la Obra Social de La Caixa- dieron para mucho. Lo bastante como para escuchar a Rivera declararse progresista pero al mismo tiempo defensor de «las libertades individuales, de la libertad de generar riqueza, crear una empresa, contratar gente». Republicano -«Yo creo en los principios republicanos de un modelo republicano»- pero al mismo tiempo «pragmático: si este nuevo Rey  reforma la Corona y nos hace una Monarquía austera, transparente, decente, que nos represente  en toda España y que nos cueste igual o  menos que una República, tal y como está el país, diré que me parece bien». Contrario a la reforma del  aborto que prepara Alberto Ruiz-Gallardón -«Es un error, un paso atrás»- y también defensor de la idea de que el aborto «no es un derecho de las mujeres». Ajeno a los toros -«Los toros representan una España que no es la mía»- pero contrario a su prohibición: «El de la prohibición fue un debate identitario. No se trataba de hablar sobre cómo tratar a los animales en Catalunya en el siglo XXI, sino de prohibir los toros de forma concreta. La prueba es que los correbous fueron blindados por este Gobierno». «Es curioso -reflexionó en un momento del debate Rivera- que mucha gente que es conservadora nos considera demasiado de izquierdas y gente que es muy socialista nos considera de derechas. Me siento cómodo así, entiendo que en un país como España esto genere dudas ya que es novedoso en nuestro mapa político».

EL EFECTO PODEMOS  «Recuerdo su primera campaña electoral. No estábamos acostumbrados a que un político saliera como usted apareció en el cartel electoral, ni estábamos acostumbrados a un partido como Ciutadans», admitió Francesc Garrigol, pensionista de Les Franqueses del Vallès de 59 años, para añadir: ¿Cree que hoy Podemos sería equiparable a ustedes»

En este debate de regeneración democrática Rivera se siente muy cómodo. «Hay mucha gente muy nerviosa con Podemos. A mí no me preocupa nada ni como ciudadano ni como competidor electoral. Es bueno que surjan nuevos partidos políticos, lo malo es que no se muevan las cosas». Eso sí, envió un mensaje diferenciador: «He oído a dirigentes de partidos nuevos que públicamente dicen que no quieren gobernar. Nosotros, no. Nosotros queremos gobernar, porque para cambiar el poder hay que sumar mayorías para ejercerlo», afirmó.

Esta fue una de las ideas en las que más insistió Rivera: si se suman mayorías según las reglas del juego, los cambios son posibles. Pero hay que cumplir con estas reglas del juego, que en el caso español (y en su discurso, por tanto, catalán) están marcadas por la Constitución. A partir de esta premisa, Rivera construyó su rechazo al 9-N. «Ni el presidente Mas sabe qué sucederá después del 9-N ni hacia dónde va. Está en una posición de cuanto peor, mejor. Este debate sobre la independencia oculta otras cuestiones, el debate en Catalunya no es de control de gestión sino de sí o no a salir de España». Y a salir de la UE, añadió. Esta fue su apostilla durante todo el tramo del debate dedicado al proceso soberanista. Salir de España y salir de la UE. «No participaremos en ningún proceso electoral que no sea democrático bajo la Constitución y el Estatut. No corresponde a Artur Mas convocar un referendo para decidir salir de España, cambiar las fronteras del país y salir de la  UE», afirmó. «Es complicado tener líderes que hacen de la separación y levantar fronteras su principal reivindicación», añadió.

DEMOCRACIA  En esta arena Rivera se esforzó en erosionar el argumento en que se sustenta el mayoritario apoyo social a un referendo: no hay nada más democrático que expresar la opinión en las urnas. un marco político constitucional y democrático, que es la realidad jurídica y política, y quienes piensan que Catalunya es una nación milenaria que viene de no sé cuándo y que tiene derecho colectivo a la autodeterminación. Es como si el Parlamento de Madrid decidiera salir del euro o como si Cantabria quisiera salir de la OTAN. Alguien dirá que Cantabria y Madrid no son Catalunya. Yo pienso que los ciudadanos de cualquier parte de España sí somos iguales».

Porque, según Rivera, el problema del choque de trenes es el nacionalismo catalán. «Uno por ser español no se convierte en nacionalista.Quitando ejemplos minoritarios, en España no hay partidos nacionalistas españoles en términos identitarios. En cambio en Catalunya sí hay partidos que se definen así en su ideario. A mí me gusta el modelo de EEUU, civil, es el modelo al que debemos aspirar en España, una España que se reconozca diversa y políticamente unida».

«¿Y la ley Wert?», le preguntó Pere Lleixà (técnico de sistemas intermedios de Sant Celoni de 51 años). Y tras calificar de «chapuza» que«para recibir clases en castellano en España tengas que apuntarte en una lista», Rivera explicó que su modelo lingüistico se basa en repartir, en porcentajes (para él, 40%, 40% y 20%) las asignaturas en castellano, catalán e inglés. «Tan malo no será cuando es el modelo de las escuelas privadas a las que van los hijos de los presidentes Montilla y Mas», ironizó. «¿De verdad creéis que si diéramos dos clases en castellano y otras dos en inglés se erosionaría la convivencia?» No, respondieron algunos presentes. Es curioso, en el ciclo Catalunya 2014 hay dos políticos que se han declarado explícitamente como no nacionalistas: Rivera y, antes que él, Oriol Junqueras.