Viva el Singuerlín

Partido disputado por el Cadete B del Singuerlín y el Cadete B del Lloreda, ayer, con el barrio de Singuerlín al fondo.

Partido disputado por el Cadete B del Singuerlín y el Cadete B del Lloreda, ayer, con el barrio de Singuerlín al fondo.

RAMÓN
Vendrell

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No hay nada comparable al afro de Breitner, insólito futbolista de izquierdas que durante su estancia en el Real Madrid (1974-1977) aportó una pasta a la caja de resistencia de los huelguistas de la Standard. Semejante portento capilar no se conseguía en una peluquería masculina de barriada (y menos en las más extendidas barberías). Pero abundan las greñas apaches a lo Ratón Ayala, las medias melenas de perro callejero, los mullets rumberos. No le busquen mayor significado: era la moda pilosa en los vastos territorios Liang Shan Po de la década de 1970.

«En cambio fíjate en esta: es Paracuellos total», dice Pedro Cano. En efecto, parecen salidos de la serie de historietas de Carlos Giménez sobre la vida en los hogares del Auxilio Social del franquismo. Es una fotografía de finales de la década de 1950, poco después de la inscripción del Club de Fútbol Singuerlín en la Federación Catalana de Fútbol en la temporada 1956-1957.

Las imágenes expuestas en el vestíbulo de la zona de oficinas del campo del Singuerlín son un tesoro. No solo la historia del club sino la del barrio. Terrenos de juego criminales. Paisajes urbanos en transformación al fondo, con mucho descampado. Un masajista que fuma en la foto de equipo. Los jugadores Durán y Kubalita y el entrenador Juan con una cerveza Euro Pils en la mano hacia 1964. Es que la fábrica de la Euro Pils, después de la Damm y actualmente de Cacaolat, estaba al lado. Futbolistas que ahora parecen mayores y más peligrosos de lo que eran. ¡Jordi Pujol! con una plantilla ya castigada por la estética deportiva de los 80 (pantalones demasiado subidos, demasiado cortos, demasiado ceñidos). Y así hasta hoy.

Verde y blanco

El Singuerlín, en Santa Coloma de Gramenet, empezó a convertirse en lo que es hoy en día en los 50 con la llegada masiva de inmigrantes. Muchos de ellos de Jaén y en concreto de Huelma. Por eso Huelma Atlético y La Jienense fueron propuestas de nombre cuando se formó el equipo del barrio, finalmente superadas por el topónimo del lugar de llegada. Para los colores de la equipación se eligieron el verde y el blanco, como la bandera de Andalucía. La rifa de un pavo vivo y un lote de bebidas financió la adquisición de las primeras indumentarias. Los bares llamados o conocidos como del Che, la BodeguillaTrincado y de las Escalerillas fueron algunas de las sedes sociales del club. Y el Nicolás Longarón, su principal campo hasta que hace unos años se mudó al Can Zam 2, ya de hierba artificial.

Además de historia más o menos documentada, en buena medida cortesía de Canoel Singuerlín tiene mitología. El robo arbitral en las semifinales del trofeo Martínez Laguardia ante el Barça en la temporada 1971-1972, los tres disparos al aire de la autoridad ante la tangana con el Torre Baró en 1972, los ídolos Cananas, Silveiro, Paquillo, Montesinos, Carrasco (que da nombre a un bocadillo del bar)...  La existencia de sagas familiares en el club facilita la perpetuación de estos relatos.

Un pato como mascota

«Aquí antes era fútbol o nada y al campo venía mucha gente. Llegamos a tener 500 socios», dice Pedro Barajas, secretario del club. «Pero todavía se baja al campo a echar el sábado o el domingo», añade CanoPara asistir a los partidos del Amateur, en segunda catalana (antes primera regional) desde la temporada 1979-1980, se compra un boleto de dos euros para el sorteo de un jamón y los encuentros del fútbol base son gratuitos.

Junto al bar del Singuerlín, regentado por Canovive desde hace semanas un pato. Se cree que llegó desde la colonia del resucitado Besòs y allí sigue. No le falta de nada.

No sería la primera vez que Muchachito Bombo Infierno se pusiera en un escenario una camiseta del Singuerlín e invitara al público a corear el nombre del club y del barrio. Si vuelve a hacerlo y está usted allí, ya sabe que lo merecen.