LA MEMORIA HISTÓRICA DE LA CIUDAD

«¡Viva el poeta del pueblo!»

El archivo guarda fichas policiales sin desperdicio, carteles, fotografías y diarios

H. L.
BARCELONA

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Si hay algún lugar en el que se conserva físicamente la huella del periodo en el que Barcelona fue la Rosa de foc es el caótico piso del 26 del paseo de Sant Joan, sobre la Biblioteca Arús. Casi como si fueran los restos que deja una bomba tras estallar, este material está ahora esparcido en cientos de cajas y estanterías. Cartas de presos anarquistas, carteles de la guerra civil, publicaciones de movimientos libertarios, documentos de los maquis y libros de la Escola Moderna guardan la historia de una importante parte de finales del siglo XIX y la primera mitad del XX. Uno de los encargados de encontrar un orden en ese caos -todo caos lo tiene- es Manel Aisa. «A veces me llevo sorpresas agradables. Encontré un traje de la República [un vestido de cabaretera con granjas de flecos amarillos, rojos y lilas] que pensaba que nos habían robado», apunta este guardián de la memoria obrera, quien acaba de publicar La huelga de alquileres y el comité de defensa económica. Barcelona, abril-diciembre de 1931. A parte de custodiar el patrimonio, su trabajo es hacer difusión del mismo. Tanto organizando charlas -hasta que dispongan de local, lo hacen donde pueden- como publicando estudios.

Carta de García Lorca

Entre el 11 y el 15 de diciembre de 1896 se realizó a puerta cerrada en el castillo de Montjuïc el primero de los juicios celebrados contra más de un centenar de anarquistas. Sus fichas policiales se conservan en este archivo. Junto a publicaciones que recogen cartas como la que Federico García Lorca escribió a su madre el día después de dar una charla en Barcelona invitado por el Ateneu. «Cuando leí el Romance de la Guardia Civil se puso en pie todo el teatro gritando '¡Viva el poeta del pueblo!'. Después tuve que resistir más de hora y media un desfile de gentes dándome la mano, viejas obreras, mecánicos, niños, estudiantes, menestrales. Es el acto más hermoso que yo he tenido en mi vida», escribió el poeta andaluz en octubre de 1935. La escena que describe sucedió en la Rambla de Catalunya, donde unos altavoces difundieron el recital para los muchos concentrados en la calle frente al auditorio, que se quedó pequeño para la cita.

Perderse en el archivo es fácil, y cada esquina es una mina. «Eugenio Cabanes. Antes del 17 de julio de 1936, cartero. Prestó servicio en buzones durante el periodo rojo. Secundó la huelga de octubre de 1934. Considerado por los rojos como desafecto a su causa. Concepto moral, bueno, y en lo político-social se ve que era elemento de orden y muy dignificado. Por lo expuesto anteriormente, puede considerarse adicto al Glorioso Movimiento Nacional». Fichas como estas, cientos.

Valor y dificultad

La gran cantidad de documentos que conserva el archivo es uno de los principales problemas para la búsqueda de un local. Los 12.000 diarios, muchos de ellos centenarios, ergo frágiles, y los 25.000 libros ocupan espacio y pesan. El distrito de Ciutat Vella  ofreció a la entidad un local de más de 1.000 metros cuadrados en la calle de Erasme Janer, en el Raval, en la antigua sede de servicios sociales, en el 2012. Fue el momento en el que han estado más cerca de contar con un espacio apropiado para su actividad. «Pero las obras que había que hacer para que el espacio contara con la infraestructura necesaria para soportar todo ese peso, que corrían de nuestra cuenta, hizo que no pudiéramos asumirlo», concluye el veterano anarquista, quien confía mucho en la campaña que preparan los jóvenes del Raval. «Se trata de un espacio para reivindicar la memoria del movimiento obrero, pero también para seguir trabajando. Para que se nos vea y escuche», sentencia.