nuevo varapalo a la identidad comercial de barcelona

Vinçon se rinde y cierra porque ya no encaja en Barcelona

Vinçon, en su acceso por la calle de Provença, y con la colección de bolsas de la tienda a la venta.

Vinçon, en su acceso por la calle de Provença, y con la colección de bolsas de la tienda a la venta.

Carles Cols
Cristina Savall
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Vinçon anunció ayer el punto final de 74 años de luminosa historia con un amargo comunicado de 27 líneas. Barcelona y Vinçon. Ese es el título de la carta de despedida de esta tienda inclasificable. En su adiós, la dirección repasa las causas de su crisis (la facturación ha caído a la mitad desde el 2008) y llega a una conclusión a tener en cuenta en el debate sobre la marca Barcelona: «Creemos que hemos formado parte de una cierta cultura de la ciudad. Parece que eso ahora tiene difícil cabida».

«Jamás imaginé que Vinçon pudiera llegar a cerrar», explicaba ayer una de las empleadas del negocio. Son 48 los trabajadores que se quedarán en la calle. Su problema es mayor, sin duda, que el de los clientes, igualmente atónitos. Pasear ayer por los pasillos de la tienda era descorazonador. Los estantes comienzan a estar solo medio llenos. La presencia de algunos turistas, algo habitual desde hace años, era muy simbólica de lo que al final ha sucedido. En el comunicado, la empresa reconoce que proporcionalmente los turistas han ganado peso en las cajas de cobro, pero casi siempre para adquirir pequeños objetos, detalles a modo de recuerdo, pocas veces para comprar muebles, lámparas o piezas del infinito catálogo de utensilios de cocina. «Para orientarnos bien hacia el turismo deberíamos cambiar muchísimo nuestra colección de productos», subraya la nota. Como dijo ayer el arquitecto Juli Capella, es triste este adiós, pero siempre es mejor morir con dignidad.

La cuna del Pèl & Ploma

El cierre de Vinçon no es, como es obvio, uno más de aquellos tristes casos recientes en los que han cesado su actividad comercial tiendas centenarias por culpa de la ley de arrendamientos urbanos. Aquí los dueños del negocio, la familia Amat, lo son también de ese extraordinario espacio de 3.000 metros cuadrados que forma parte de la historia moderna de Barcelona. Solo por poner un ejemplo, en la sala de exposiciones de la tienda nació de la mano del pintor y cartelista Ramon Casas la exquisita revista Pèl & Ploma.

Dicho de otro modo, Vinçon no es un Quílez. Lo que el cierre de esta tienda pone en tela de juicio, al menos en parte, es ese insistente relato de que acontecimientos como el Mobile World Congress o el Gran Premio de Fórmula 1 son una bendición general y que reparten equitativamente sus beneficios comerciales. Vinçon está en el paseo de Gràcia y, como apunta el comunicado, casi es víctima de ello.

Durante congresos como el de telefonía sucede a veces en esa avenida algo que la mayoría de los barceloneses ignoran. Algunos millonarios de las nuevas tecnologías piden que algunas tiendas de lujo les atiendan en exclusiva. Todos los vendedores están al servicio de un único comprador que, es cierto, gasta «cantidades asquerosas de dinero», como explica un empresario que prefiere mantener el anonimato. Vinçon no ha entrado nunca en esa rueda, no por principios, sino porque su público habitual ha sido desde hace décadas otro, el local, sobre todo una clase media en el sentido más amplio de esa expresión, que desde que estalló la crisis ha menguado. ¿Cuánto? Tal vez, quién sabe, un modo de saberlo sea echar un vistazo a los libros de cuentas de Vinçon. Según Sergi Amat, actual responsable de la firma, las ventas han caído un 10% cada año. Puede que ese sea exactamente el ritmo de jibarización de la clase media barcelonesa.

En resumen. Cierra Vinçon. Lo siguiente será ahora descubrir qué negocio ocupa su lugar. La familia Amat asegura que el local no estará en venta, que solo lo alquilará. Para la ciudad, tanto da. Hay quien da por hecho que la próxima tierra que conquistará el imperio Inditex en el mundo será el número 96 del paseo de Gràcia.