RENOVACIÓN DE LA ESTACIÓN científica JUAN CARLOS i

La vieja base antártica española se convertirá en un 'museo' en BCN

El módulo, en la isla Livingston, cuando era el único laboratorio en la base antártica española, en los años 80.

El módulo, en la isla Livingston, cuando era el único laboratorio en la base antártica española, en los años 80.

ANTONIO MADRIDEJOS
BARCELONA

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La vieja base antártica Juan Carlos I será desguazada para proceder a la construcción de una nueva instalación más amplia, moderna y sostenible, pero uno de sus módulos, el histórico laboratorio, será amnistiado y reconvertido en pieza de museo. Según un acuerdo firmado por el CSIC y el Zoo de Barcelona, el contenedor, que se encuentra en el puerto barcelonés, será restaurado para que el público pueda visitarlo a partir del año que viene. El parque de la Ciutadella es una de las ubicaciones más probables, pero el lugar definitivo aún no se ha decidido.

El laboratorio, que externamente es un contenedor nada ostentoso, anónimo si no fuera por la placaLaboratorio Antonio Ballester,presenta un aspecto desvencijado fruto de sus tres décadas de funcionamiento y un traslado laborioso, que ha sufragado una empresa española. El módulo ha tardado más de un año en llegar a Barcelona por problemas con los permisos en Argentina, que es donde hizo la primera escala tras salir de la isla Livingston, emplazamiento de la base antártica.

HOMENAJE A LOS PIONEROS / El objetivo del módulo será la divulgación de la ciencia que se desarrolla en el continente blanco, que parece muy local pero tiene repercusiones planetarias, aunque al mismo tiempo es un homenaje para los centenares de investigadores que han pasado por la instalación desde su inauguración en 1988. «Esperamos que los visitantes puedan hacerse una idea de las dificultades que encuentran los científicos que trabajan en la Antártida», dice Albert Palanques, director del Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM), dependiente del CSIC. «Y eso que las condiciones de trabajo han cambiado mucho desde que yo llegué», rememora Josefina Castellví, que fue la pionera de la base y su directora entre 1989 y 1994. La primera vez que pisó la Antártida pernoctó en tienda de campaña.

El módulo conserva en su interior el mobiliario original, con aspecto de cocina de hace tres décadas, e incluso algunos carteles explícitos:Condiciones que hay que seguir para trabajar en la Antártida,reza un póster lleno de consejos en letra pequeña. Castellví recuerda que se habían de extremar las medidas de seguridad porque el riesgo de incendio era elevado ante acciones tan cotidianas como acercar unos guantes a una estufa. «Si te quedas sin un módulo no puedes salir al exterior a buscar ayuda como si no pasara nada», añade. Los responsables de la iniciativa confían en recuperar material científico de la época, como matraces y pipetas, para decorar el interior. Está previsto que el módulo sea expuesto junto a unos plafones informativos.

De la reforma del módulo se encargará un empresa de El Prat, aunque no estará a punto hasta final de año, avanza Ignasi Cardelús, presidente del zoo. «Nos gustaría que acabara en el recinto del Besòs, junto a la fauna marina, pero lógicamente habrá que esperar». No se descarta, pues, que acabe provisionalmente en alguno de los edificios del antiguo Museu de Ciències Naturals.

SI SE TE ACABA UN TORNILLO... / «Las cosas han mejorado mucho, pero el trabajo en la Antártida sigue siendo artesanal -dice Josep Maria Gili, también del ICM-. Si se te acaba un tornillo no puedes salir a comprarlo». «El súper más cercano está a 3.000 kilómetros», bromea Miguel Ojeda, investigador de la UTM, la unidad del CSIC que gestiona de la base.

El gran debate ahora es la restauración: ¿se hace una reforma integral o, por el contrario, se mantiene el vetusto aspecto de la actualidad? «Creo que con una ventana en el lateral, que permitiera ver con claridad el interior, sería estupendo», dice el director del zoo, Miquel Trepat.