Plan de reinserción en Sant Martí

La vida más allá de la nave

Dos inmigrantes de los asentamientos de Poblenou logran una oportunidad de integración

HELENA LÓPEZ
BARCELONA

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Detrás de cada número hay una historia y miles de razones. Detrás de las cerca de 700 personas que se calcula que viven enasentamientos, concentrados en su mayoría en Sant Martíasentamientos. Detrás de las 300 que viven y/o trabajan en lanave de Puigcerdà, la mayor de la ciudad, con orden de desalojo para el 18 de julio; y de las 46 que han entrado en el proceso deinserción laboraldel plan de asentamientos irregulares impulsado por el ayuntamiento. En las siguientes líneas, las historias de Stephenson y Racine, dos africanos treintañeros, uno sin papeles y otro con ellos, y de su oportunidad deintegración.

ESPERANDO LOS PAPELES De la nave de Pere IV a un piso en Can Baró

Stephenson estaba en la nave dePere IVla noche del incendio, el día de Sant Esteve. «Yo avisé a los que dormían. Nos vino de poco, pero al final quedó en un susto», recuerda este camerunés de 38 años, licenciado en Historia y sin permiso de residencia, que el último año y medio ha vivido en la citada nave del Poblenou, donde todavía siguen algunas decenas de personas cuyo desalojo es inminente.

Tiene 38 años y hace 14 que dejó su país para «buscar una vida mejor». Primero estuvo un tiempo en Sudáfrica, donde se dedicaba a la venta ambulante, «pero no era un lugar seguro para vivir». De allí se fue a China, donde vivió cuatro años como maestro de inglés (su segunda lengua es la de Shakespeare).

En el 2006 decidió probar suerte en Europa. «Tenía muy claro que quería vivir en Barcelona. En África todavía se tiene una idea muy idealizada de esta ciudad. Además, coincidió con la llegada de Etoo al Barça», explica el hombre, quien incide mucho en el sentimiento de responsabilidad. «Cuando llegamos aquí tenemos muy claro que tenemos la responsabilidad de mandar dinero a nuestras familias. Y eso pesa mucho», apunta el hombre en un catalán más que correcto en el piso de Can Baró que comparte junto a otros cinco antiguos habitantes de los asentamientos desde hace un mes y medio, un hogar con aspecto de piso de estudiantes (con la excepción de que en está prohibido fumar). El plan de asentamientos del ayuntamiento cuenta actualmente con dos pisos de transición, el de Racine, y otro con otras seis personas.

«Estoy ilusionado con el proceso de arraigo. Si todo va bien en pocos meses tengo la documentación, mi objetivo es buscar un trabajo y poder buscar un piso independiente y visitar a mi familia en mi país».

EMPLEO DE CUATRO MESES De la recogida de chatarra al Punt Verd

La acogida en el nuevo puesto de trabajo fue muy buena. «Los senegaleses y los marroquíes somos como hermanos», explica Racine con su uniforme verde fosforito en el Punt Verd de Vallbona, donde trabaja desde hace pocas semanas a través de Trinijove, entidad que participa en el plan para erradicar los asentamientos irregulares. Este senegalés de 37 años una de las 20 personas que vive en la nave de la calle de Paraguai, en el Poblenou, a pocos metros de los asentamientos de Pere IV y Puigcerdà.

Racine hace solo un año y medio que vive en Barcelona. Llegó directamente al recinto que ocupa: «Es uno de los mejor organizados, lo tenemos todo bien», reivindica. Está en lista de espera para ser realojado en un piso de inserción. «Confío en que me lo den pronto. Conozco a un compañero que vivía con nosotros en Paraguai y ya ha sido realojado», cuenta. Su primer destino europeo, hace 15 años, fue Granollers (Vallès Oriental). Allí vivió durante una época, cuando todo iba bien. «Tenía un trabajo estable, primero en una empresa de montaje de maquinarias y después de fibras textiles, y vivía en mi propio piso, de propiedad», explica el hombre, de mirada optimista y sonrisa fácil. Las cosas se torcieron, como para tantos otros, en el 2008. Perdió el trabajo, se le acabó el paro y no pudo pagar la hipoteca, así que lo desahuciaron en el 2010. «No sé cómo está el tema. Fui al juez y me dijo que no me preocupara por eso, así que no lo hice», señala Racine al ser consultado sobre si, como tantos otros, al margen de perder la vivienda sigue arrastrando la hipoteca. Hombre decidido, al verse sin casa y sin trabajo se mudó a Vic (Osona), donde encontró un trabajo en los almacenes de un supermercado, donde estuvo unos dos años.

Pero también se acabó. Fue entonces cuando se trasladó a Barcelona, al asentamiento de Paraguai, donde conocía a compatriotas. Allí empezó a trabajar la chatarra, algo que le ha venido bien para su trabajo actual. En el Punt Verd de Vallbona se dedica a separar el material que llega. En un principio tiene un contrato de cuatro meses. «Aquí en Barcelona he vivido siempre en Paraguai, pero trabajaba en Puigcerdà, allí es donde se vende la chatarra», relata el hombre, angustiado sobre el desalojo del mayor asentamiento de la ciudad, previsto para el próximo julio después de que la jueza desestimara la petición de la defensa de suspenderlo por una cuestión humanitaria. «Yo todavía pienso que no van a desalojar», prosigue el hombre, quien entiende «muy bien» a los que no han entrado en el plan de reinserción municipal en el que él participa. «La gente tiene miedo y desconfían de todo. Muchas veces han venido, les han prometido cosas y no se las han dado, y es normal que ahora se muestren reticentes», expone.

«Entiendo a los que prefieren resistir allí juntos en busca de una solución colectiva, pero también a los que, como yo, estamos intentando aprovechar las opciones que nos ofrecen. Estamos todos en situaciones difíciles y cada uno actúa como cree mejor», concluye en hombre, quien para llegar hacia su empleo de inserción desde el asentamiento en el que vive hasta la incomunicada Vallbona profunda, tiene que coger, el tranvía, el metro y el autobús.

«Pon que soy actor y que busco un papel en una película -bromea sonriente el hombre-. Ponlo, lo digo de verdad, nunca se sabe». Lo prometido es deuda.