Gente corriente

Vicenç Amat: "Levantarme cada día y estudiar me hace feliz"

Barbero erudito. Experto en lenguas antiguas, a sus 89 años regenta una barbería histórica en el centro de Barcelona

«Levantarme cada día y estudiar me hace feliz»_MEDIA_1

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GEMMA TRAMULLAS

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De la tonsoria (del latín tonsorbarbero) de la Gran Via, 588 se puede salir con un corte de pelo por 7,80 euros o con una impagable lección de erudición, si se tiene la suerte de coincidir con el dueño del negocio. En este local que conserva los asientos de barbero originales y aún exhibe productos FloïdVicenç Amat comparte a lo largo de cuatro horas su experto conocimiento de gótico y sánscrito -dos de las lenguas indoeuropeas más antiguas- , su reivindicación de la primera república de Córdoba en 1031, sus vivencias de la guerra civil... ¡Incluso una lección sobre el matriarcado de los elefantes! Su pasión por el conocimiento no tiene límites.

-Más que una barbería, esto parece un aula de extensión universitaria. Yo quería estudiar Letras pero mi padre, que era barbero y espardenyer, me dijo que me moriría de hambre. «Te lo dejaré hacer, pero con una condición -me dijo-. Que primer aprendas el oficio de barbero». He compaginado siempre el trabajo con el estudio.

-La barbería se fundó en 1929 y ahora vienen muchos turistas. Tenía 2 años cuando entré por primera vez. En enero cumpliré los 90 y sigo llevando las cuentas del negocio, que está abierto porque no me han subido el alquiler. En 1974 había tan poco trabajo que me puse a dar clases de latín. Menos mal que cuando Felipe González ganó las elecciones se cortó el pelo y la gente volvió a la barbería [ríe]. Aquí hubo hasta 17 empleados y ahora son dos.

-¿De dónde sale su pasión por las letras? Yo no tuve infancia, siempre he pensado como una persona adulta. A los 3 años ya sacaba mis propias teorías. Como mi padre y los clientes de la barbería hablaban en catalán y mi madre hablaba conmigo en castellano, estaba convencido de que el catalán era la lengua de los hombres y el castellano, la de las mujeres [ríe].

-Un lingüista precoz, sin duda. Era un niño y en lugar de cuentos me gustaba leer El romancero gitano de Lorca, en una edición de 1937 que compró mi tío. [Recita] Antonio Torres Heredia, hijo y nieto de Camborios, con una vara de mimbre va a Sevilla a ver los toros... ¡Han pasado 80 años y aún me acuerdo! A los 11 años mis lecturas favoritas eran adaptaciones de Edipo Rey [Sófocles] y Alcestis [Eurípides].

-En 1965 se licenció en Filología Románica por la Universitat de Barcelona. El rector Badia i Margarit venía a menudo a la barbería. Yo fui discípulo de Martí de Riquer y como me alargué en los estudios coincidí en el aula con Francesc Noy, Antoni Comas, Joaquim Molas y Aina Moll. También fui uno de los primeros profesores de bachillerato en dar clases de catalán.

-Acabó siendo uno de los mejores expertos en lenguas antiguas. ¡Incluso ha dado clases de sánscrito en la barbería! Lo del sánscrito fue una casualidad. Mi hermano pasó por una librería y vio una gramática sánscrita en italiano. Fui a comprarla porque yo estudiaba italiano, pero al final me gustó el sánscrito. Yo no he buscado las cosas en la vida, me las he encontrado. Si tuviera que titular esta entrevista pondría: «Casualidades en la vida de un barcelonés experto en lenguas antiguas».

-¿Qué explicación da a estas casualidades de la vida? ¡Ah! Homo proponit sed Deus disponit [El hombre propone pero Dios dipone].

-Siempre ha querido saber, indagar el porqué de las cosas, buscar la palabra justa. Eso es más cosa suya que de Dios, ¿no? Eso sí, he sido muy independiente y he intentado alcanzar la objetividad. Por ejemplo, discrepo con el prestigioso lingüista Joan Veny sobre el origen del artículo salat catalán [sa por la]. Él es un tradicionalista y dice que viene del latín ipse, ipsa, ipsum, pero yo defiendo que viene del gótico.

-No se ha casado ni tiene hijos. El estudio ha sido su razón de vivir. Levantarme cada día y ponerme a estudiar me hace feliz. Salí con una mujer durante un tiempo y cuando nos veíamos yo siempre llevaba un libro en el bolsillo. Me encanta versificar y me interesaba más contar sílabas que la conversación.