Viajeros en casa para poder pagar el alquiler

Pedro González ofrece a turistas una habitación en su piso en el barrio de Fort Pienc

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PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Los pisos turísticos han acabando siendo un gran negocio para operadores particulares y, sobre todo, para inversores que gestionan varios de forma profesional. La economía colaborativa apuntala ya solo algunos casos y la gran oferta ilegal pesa sobre el sector. Pero el caso de las habitaciones para viajeros en casas particulares, con el anfitrión compartiendo techo, apunta sobre todo a sobresueldos y no pocas historias de subsistencia.

Por ejemplo, la de Pedro González. Instalado en Barcelona desde el 2007, empezó viviendo en una habitación de alquiler en un piso compartido en Fort Pienc. El resto de residentes se fue moviendo y con el tiempo acabó como titular del piso, en pareja. Muchos avatares personales y profesionales le llevaron en un momento dado a elegir entre irse a la calle o aliarse con el turista para poder afrontar casi en solitario el alquiler de 1.200 euros mensuales. 

En el 2012 no tenía trabajo fijo que le permitiera afrontar otro alquiler nuevo. "Sin nómina ni aval era imposible", rememora. Le costó elegir su primer huésped. Tenía miedo de meter a un extraño en casa, por lo que puso llave a las puertas interiores, siempre bajo el permiso del propietario del piso, conforme porque conocía la situación y la vivienda nunca había dado problemas.

La suerte quiso que la primera turista, de San Francisco (EEUU), estuviera acostumbrada al 'home sharing' (hogares compartidos) y adoctrinase a Pedro, que ejerce de anfitrión y amigo de muchos viajeros. En temporada baja los ingresos son mínimos (pocas reservas y a 18 euros la noche). Pero en verano la tarifa alcanza los 49 y suele ocupar dos habitaciones. Un salvavidas cuando a los 50 años la reinserción laboral se complica, asume.