Tom, un tomate de Viladecans

Acompañamos a un tomate piel de doncella desde la rama al plato, en un homenaje a esa gran huerta de proximidad que es el delta del Llobregat

El viaje del tomate Tom

El viaje del tomate Tom

Carles Cols

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El actual delta del Llobregat son 6.000 años de acumulación de fértiles limos, la huerta que toda gran metrópoli querría tener justo al lado para comer fresco y sano, productos de más proximidad imposible, pero lo común es que esa zona salte a la primera página exclusivamente por los edificios que allí se plantan, un outlet en Viladecans o un centro logístico de Amazon en El Prat, por citar los ejemplos más recientes. Aunque sea solo por nadar contra la corriente informativa, he aquí, a continuación, la vida de un tomate del Baix Llobregat desde la rama al plato, un viaje que, cronómetro en mano, realiza en menos de 12 horas. ¡Que bata esa marca Almería si puede!

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El viaje comienza en la finca de Josep Farrés (por cierto, con excelentes vistas sobre el estado de las obras del outlet) y el producto elegido no es un cualquiera, sino un tomate de Barbastro, de sobrenombre piel de doncella, por lo delicada que la tiene. El tomate, como todo el mundo sabe, fue domesticado por los amerindios prehispánicos, que en su lengua nativa le llamaban el fruto con ombligo. De ahí saltó a Europa, como el oro, en barco, pero los de Barbastro son especiales porque cuando en 1609 Felipe III ordenó insensatamente la expulsión de los moriscos de España (que en términos de catástrofe económica se parece mucho a la emigración de los jóvenes más talentosos por falta de trabajo), los vecinos de ese municipio oscense se las ingeniaron para que los miembros de aquella comunidad se quedaran, porque en el dominio de las técnicas agrícolas, que se habían transmitido de padres a hijos desde que eran musulmanes, no tenían rival. A eso saben, pues, los tomates de Barbastro, como el que a primera hora de la mañana Farrés arranca de una rama de su invernadero y al que, como se le coge cariño de estar tantas horas con él, se le puede poner, ya puestos, nombre. Tom. Así se llamará este tomate a partir de ahora.

Dulce y carnoso

En un mercado como el de la Concepció, los ejemplares como Tom salen a 5,80 euros el kilo. No son baratos, pero sí "carnosos y dulce", explica David Sánchez, el dueño de la tienda que solo medio día más tarde lo despachará.

Lo bueno de ese precio es cómo se repartirán los beneficios. Que el delta del Llobregat colinde con Barcelona permite un pequeño milagro económico inhabitual en la economía del sector primario. Farrés, el dueño de las tierras, el que cultiva los tomates, pone personalmente a la venta sus productos en Mercabarna. Sánchez, el minorista, se los compra directamente a él. Aquí no hay intermediarios. De cada 5,80 euros por kilo de tomates, un poco más de la mitad son para el agricultor y el resto para el vendedor. Tipos como Tom son los que permiten que la gente se gane la vida decentemente en este país.

Para comprender la diferencia en toda su magnitud siempre es posible revisitar un viejo y gracioso vídeo del grupo Daft Punk, titulado 'Revolution 909' y dirigido por Roman Coppola (miembro de la saga del famoso cineasta, intérprete de un par de papeles infantiles en 'El padrino'), en el que se expone cómo las multinacionales alimentarias tratan en realidad los productos del yantar, en este caso los tomates, que nada tiene que envidiar a cómo se deshuesan las aceitunas. Solo les falta decir "ay".

Lo de Tom es otra cosa. Nace, crece y muere con dignidad en un plato para que de él vivan dos familias y algunos asalariados. La balanza de los beneficios, eso sí, se decanta ligeramente a favor del agricultor. No en vano es quien más arriesga. De camino a Mercabarna, con Tom en una caja de cartón con otros ilustres de Barbastro, Farrés aprovecha para explicar dos o tres cosas que por desconocidas son estupendas para contar en la sobremesa estos días de fiesta.

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La primera es, como ya habrán notado los habituales de la plaza, que esto del tomate es como los pantalones (piratas, pata de elefante, de pinzas, rotos…), que va a modas. Los raf, por ejemplo, se pusieron literalmente en boca de todos hace unos 10 años, pero su popularidad está cayendo, entre otras razones porque su cultivo es muy exigente. Es un tomate que requiere un cierto maltrato. Para que produzca unos frutos excelentes tiene que sufrir, en tierras con una alta salinidad, lo que tiene como consecuencia una producción limitada. Total, que el raf ya no es lo que era, al menos en provincias, porque los mejores van a los comercios de Madrid, aunque a precios del barrio de Salamanca, a 15 euros el kilo.

Tomates de cómic

Así las cosas, payeses como Farrés se la juegan cada vez que apuestan por tal o cual variedad. No es una elección fácil. Hay más números sobre la mesa que en una ruleta, porque tomates por descubrir los hay que hasta parecen de cómic, como el llamado azul índigo, que realmente es de ese color y que, si está maduro, untado en pan deja la rebanada de color turquesa. Es un tomate que pasa por ser el 'recordman' mundial de antioxidantes, el que tal vez fuera el verdadero secreto de Dorian Gray. "A las clientas se lo decimos. Por cada azul índigo que coma, gana cinco minutos de vida", explica Sánchez.

Ese, en cualquier caso, Farrés no lo tiene en su finca de Viladecans, pero sí uno minúsculo que permite afirmar que Catalunya es una república independiente al menos en la categoría de cherry de pera. La exclusiva de esa semilla para España se la quedó un empresario almeriense, que, cuando se lo preguntó la compañía suministradora, no puso ningún veto a que un agricultor del delta de Llobregat que se había interesado por esa variedad tuviera su propia producción. Como era una finca pequeña, de menos de cinco hectáreas, hizo una excepción.

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El protagonista de esta historia, no obstante, es Tom, al que en su corta vida (dos meses los pasa ahí colgado de la rama, como un semáforo, de verde a rojo) no le ha faltado nada. Ha esquivado las enfermedades no con química, como antaño, sino gracias a la domesticación de un chinche muy popular en el mundo de la 'pagesia', el nesidiocoris, el terror de las plagas, el gran enemigo de la mosca blanca y, sobre todo, de la tuta absoluta, esta última llamada también la polilla perforadora, un nombre que lo dice todo de ella.

Una bacanal hortícola

Incluso el momento de la concepción de Tom fue hermoso y vale la pena que se rememore. "De eso se encargan los abejorros. Cada dos o tres meses compro una caja de abejorros y". Un momento, por favor. Claro, Farrés lo cuenta como si nada, como si todo el mundo supiera que por 40 euros se puede comprar en el mercado una caja de abejorros para que se encarguen de las tareas de polinización, pero resulta que así es. Y, además, son muy disciplinados. De día, van de flor en flor. La del tomate es amarilla, de cinco pétalos, largos y seductores. El fotógrafo japonés Nobuyoshi Araki, un tipo de aficiones raritas, todo hay que decirlo, dice: "Las flores son órganos reproductivos, úteros en que la nueva vida se materializa y el futuro comienza". Así que los abejorros van de día de flor en flor, en una bacanal hortícola, pero por la noche todos regresan a la caja. Eso cuenta Farrés justo cuando toca a su fin el viaje de Tom hasta Mercabarna. A partir de ahí, cambio de vehículo y charla con Sánchez, otro experto tomatólogo, con el que queda claro que detrás de cada variedad hay una lección de historia. Como ejemplo, la del negro de Crimea, que se lo trajeron a Europa las tropas francesas a mediados del XIX procedente, como es obvio, de la península rusa del mismo nombre.

Es precisamente este vendedor de la Concepció el que sugiere, al final, qué sepelio se merece Tom. "Con cebolla Fuentes de Ebro, otro producto fruto de los regadíos que trajeron los árabes". Dicho y hecho. Descanse en paz.