ENCLAVE DECISIVO EN LA GUERRA DE SUCESIÓN

Viaje al origen del Port Vell

El Museu d'Història de Catalunya y el Marítim de BCN idean una ruta del 1714 en golondrina

Mapa del siglo XVIII 8 Al fondo, a la izquierda, la antigua Torre de la Llanterna, hoy Torre del Rellotge.

Mapa del siglo XVIII 8 Al fondo, a la izquierda, la antigua Torre de la Llanterna, hoy Torre del Rellotge.

CRISTINA SAVALL
BARCELONA

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En Barcelona se vive una sobredosis de actos conmemorativos del tricentenario del 11 de septiembre de 1714, cuando después de 14 meses de resistir a un asedio continuado, la capital catalana cayó en manos de las tropas borbónicas apoyadas por el potente ejército francés, en lo que sería el capítulo final de la guerra de sucesión.

La nueva propuesta al menos es singular porque implica a los participantes a imaginar a bordo de una golondrina cómo era el puerto en el siglo XVIII y la importancia que tuvo para que los barceloneses pudieran resistir tanto tiempo ese sangriento cerco.

El Museu d'Història de Catalunya, el Museu Marítim de Barcelona y las profesoras de Historia Moderna de la Universitat de Barcelona Magda Fernández y Mercè Tatjer han unido conocimientos para trazar un curioso itinerario cada sábado por la mañana a bordo de las barcas de madera ancladas en el muelle de las Drassanes que zarparon por vez primera en 1888 para llevar a los visitantes de la Exposición Universal de Barcelona a comer mejillones a los merenderos. La ruta recorre lo que fue el primer espigón y la antigua Torre de la Llanterna, donde hoy se alza la Torre del Rellotge, que marcaba los límites a los navegantes. «Las mercancías entraban por la puerta del mar, donde ahora se encuentra la Escola de Nàutica», cuentan las historiadoras que hacen frecuentes referencias a la montaña de Montjuïc, atalaya donde se alza la fortificación que fue testigo de atroces combates.

«Si la ciudad resistió el asedio fue gracias al trigo, al bacalao, a la leña y al carbón, a los víveres, a las armas y a la pólvora que llegaban por mar desde Mallorca. Los marineros catalanes conocían los bancos de arena y las corrientes marítimas y eran capaces de burlar las naves enemigas para hacer llegar las mercancias hasta las murallas de la ciudad», señala Agustí Alcoberro, director del Museu d'Història de Catalunya, que recuerda que las grandes galeras de los invasores eran más lentas y no podían aproximarse a la costa por miedo a embarrancar.

El siglo XVIII marcó un antes y un después en el puerto de Barcelona. «El Port Vell, actual enclave de yates de lujo y veleros deportivos, se remonta a esa época», explica Fernández. Y en 1753 se colocó la primera piedra de la Barceloneta, el barrio marítimo edificado fuera de murallas cuyos primeros habitantes fueron pescadores y trabajadores relacionados con la actividad portuaria. «Las casas no tenían altura por su proximidad con la Ciutadella», dice Tatjer en referencia a la desa-

parecida fortaleza militar construida por Felipe V para dominar la ciudad tras la guerra. Y el paseo de Colom no existía en esa época debido a la muralla del mar. «Fue a mitad del siglo XIX cuando el embarcadero creció hacia el sudeste», apuntan las historiadoras.