El verdadero Black Friday de Barcelona

Se cumplen tres años del cierre de la emblemática librería Canuda, un viernes

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OLGA MERINO

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El martes se cumplieron exactamente tres años, así, zas, como si nada. Tres años del cierre de la emblemática librería Cervantes-Canuda, hoy reconvertida en una megatienda de Mango, la más grande de las Españas con 2.500 metros cuadrados. Pues bien, aquel día tristón para la historia íntima de la ciudad, el 22 de noviembre del 2013, tuvo un notario excepcional: el fotógrafo Kim Manresa (Barcelona, 1960).

"Llegué a la calle Canuda sobre las 11 de la mañana y no me fui de allí hasta que echaron el cierre", dice. Aquel viernes, porque cayó en viernes, quiso capturar con el objetivo todo cuanto aconteciera durante el velatorio. Todo, desde la avidez de los clientes con montones de volúmenes bajo el brazo a mitad de precio -fue un Black Friday en su sentido más literal-, hasta el estrés de los libreros por atender a la marabunta de compradores con un pellizco de nostalgia anticipada en la garganta. Adiós a siete décadas de historia. Chao, pescao.

También se entretuvo Kim en retratar los carteles que Pere, uno de los empleados de la Canuda, solía rotular con aquella caligrafía tan característica: "Literatura de Terror", "Historia del Mundo, 10 tomos, 78 euros" o "Visite nuestro sótano. El cementerio de los libros. Carlos Ruiz Zafón", cuya flecha señalaba el camino hacia la cripta. 

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INSTINTO REPORTERIL

Con su instinto reporteril -a los 14 años ya estaba gastando suela para el desaparecido 'Tele/eXprés'-,  Kim regresó al lugar de los hechos en los días subsiguientes tras el rastro de los metaleros senegaleses y de los albañiles, que arrancaron las viejas estanterías a martillazos hasta dejar en las raspas los 600 metros cuadrados del local. Lo hizo en blanco y negro y con solo dos carretes Kodak, a la antigua.

El resultado de aquel inventario sentimental es una estupenda obra de autor, cosida a mano, acompañada por el texto que publicó en 'La Vanguardia' el periodista Luis Benvenuty. 'La Canuda que ya no existe' se titula, un libro-objeto con una presentación muy especial, originalísima.

Resulta que antes del cierre Kim adquirió casi 300 ejemplares de saldo que ahora sirven de caja contenedora: un corte con láser ha cincelado un hueco preciso en las páginas viejas donde encaja a la perfección su librito de imágenes, como si fuera una de esas biblias de pega que escondían la petaca (o la pistola) en las películas antiguas.

Tanto éxito ha tenido el 'souvenir' que el fotorreportero se encuentra ultimando una segunda edición que se pondrá en breve a la venta en la librería Kepos-Canuda (Bruc, 76), surgida de las cenizas del establecimiento madre. Abrió en abril del 2014, de la mano de un exempleado que se quedó con buena parte de los fondos. Xavier Ciordia se llama, un valiente licenciado en Filosofía (por eso le puso 'kepos', como el jardín de Epicuro). 

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RELOJERO DE PROFESIÓN

En realidad, el fotógrafo, que también prepara una exposición en el contiguo Ateneu Barcelonès, ha pretendido hacer un homenaje a su padre, relojero de profesión, quien lo llevaba los sábados de paseo hasta la Canuda, cogido de la mano. El progenitor se quedaba entre los manuales de ciencia, mientras el pequeño se adentraba hasta las baldas que contenían las andanzas de Sandokán, Robinson Crusoe o Kim de la India. Confiesa el otro Kim, el Manresa, que el instinto aventurero acabaron de instilárselo los cromos de viajes que regalaba la leche RAM.

Antes de la despedida, nos colamos en el Mango a jugar un rato a la psicogeografía, a buscar entre la ropa la doble arcada de la Canuda, o la boca de la cripta zafoniana, donde ahora se ubica el hueco del ascensor, puesto que la megatienda se tragó también otro establecimiento de ropa en la esquina con la Rambla, una zapatería y las 24 habitaciones del hostal Campi. Un nombre casi premonitorio, sí, 'campi qui pugui'.

"¿Acaso Barcelona ha de convertirse en el Disney de la moda? Yo creo que debería existir un equilibrio", dice el fotógrafo. Da igual cómo se llame la cadena de ropa 'low-cost'. Se va evaporando algo de la identidad barcelonesa y también, por qué no decirlo, el empleo que daban fábricas que se han ido lejos, muy lejos, donde las aventuras de Rudyard Kipling y más alla.