CONCIERTO EN LA PLAYA

La verbena más popular

Comunicación 8Guillem Gisbert, en el concierto, en el que logró conectar con el público pese a la distancia.

Comunicación 8Guillem Gisbert, en el concierto, en el que logró conectar con el público pese a la distancia.

JORDI BIANCIOTTO
BARCELONA

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Dunas de arena y olas pacíficas para enmarcar tres conciertos, los de Manel, Txarango y La Troba Kung-Fú, anoche en la playa del Bogatell, como suave y multitudinaria bienvenida al otoño. Un enclave inédito para la música en directo a gran escala que registró una gigantesca afluencia de público, con 60.000 personas repartidas por la zona playera y en los márgenes de la Ronda del Litoral. Un bautismo de masas para el concierto Mediterràniament, con la marca Damm, que supuso, a la vez, el punto y final de la gira Atletes, baixin de l'escenari, de Manel, después de 83 conciertos.

El protagonista era tanto la música como el propio enclave, que, si todo va bien, podría repetir en futuras ediciones de la Mercè. Una imagen de fiesta mayor popular que a los más veteranos del lugar podría traerles a la memoria aquellas concurridísimas sesiones de la Recta de l'Estadi, allá en los 80. Pero, entonces, Barcelona aún no estaba abierta al mar, un ingrediente anoche aprovechado por algunos para oficiar su despedida del verano. Más de un chapuzón furtivo se pudo observar mientras Manel abría su actuación, precisamente, con Al mar! A lo largo de la playa se situaron grupos de auxiliares de Protección Civil para controlar que no hubiera sustos.

Fue una dura prueba para Manel demostrar que su repertorio podía aguantar distancias y aglomeraciones de ese calibre. Quizá la relación con el público sufrió un poco en las canciones más narrativas, como la dylaniana A veure què en fem, Desapareixeríem lentament o Mort d'un heroi romàntic, pero el grupo barcelonés tuvo a bien mezclarlas con piezas que traspasaban el escenario con más facilidad, como Dona estrangera, Boomerang En la que el Bernat se't troba. Y la versión de Common people (La gent normal), de Pulp, celebrada y bailada.

Público «espectacular»

Manel no es exactamente un grupo de showmen, pero hay en Guillem Gisbert unas artes oratorias monásticas que hacen sonreír a sus fans. Anoche, en uno de sus pequeños monólogos a toda velocidad, dirigiéndose al público en términos formales, «señoras y señores», celebró que las nubes se apiadaran de ellos («pintaba que llovería») y se asombró ante la imagen que veía desde el escenario, con la mayor concentración de público de la historia de Manel. «Es bastante espectacular». Como es costumbre, el grupo se mantuvo impertérrito cuando, entre canción y canción, se oían gritos de independencia, y Gisbert pidió, antes de abordar La cançó del soldadet, que los asistentes miraran al mar. «Imaginad que un barco nos está atacando». Su orden fue acatada, sobre todo en la zona de público más próxima al escenario.

En el tramo final, Ai, Dolors, un Benvolgut de textura enrockecida, y unos bises con Pla quinquenal, los pasajes oníricos de Aniversari, más vigorosos que en el disco, y un fulminante y extralargo Teresa Rampell, en el que Gisbert pidió al público que moviera sus extremidades «de una manera que no hayan hecho nunca»y se puso a agitar brazos y cadera en estilo libre. «Bailad raro!».

Concierto de fin de gira de Manel (aunque el 4 de octubre ofrecerá dos atípicos pases diurnos en el festival familiar Petits Camaleons, en Sant Cugat) al que siguieron, en la playa del Bogatell, ya enfilando la medianoche y al cierre de esta edición, las extrovertidas presencias de Txarango y La Troba Kung-Fú. Rumba y mestizaje con vocación insobornablemente popular, participativa, al que pocos contextos se le puede ajustar mejor que una verbena junto a la playa.