Vecinos y discos exigen que se ataje el ocio callejero en la Barceloneta

Protesta vecinal en el paseo Marítimo de la Barceloneta, anoche.

Protesta vecinal en el paseo Marítimo de la Barceloneta, anoche.

PATRICIA CASTÁN / BARCELONA

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Ni la crisis hizo mella en el poder de convocatoria de la zona de moda de restauración y ocio que se ubica entre el Hotel Arts y el Hospital del Mar, en el límite litoral de Ciutat Vella. Pero el éxito tiene un precio, que suele traducirse en negocios paralelos en la vía pública y en las consecuentes molestias. Al calor de esa afluencia de público han irrumpido en los últimos años un alud de lateros, focos de botellón en la playa, prostitución y ahora un desfile de autocares que previamente han captado noctámbulos con ganas de marcha. Y aunque en la zona apenas hay vecinos, el solitario edificio residencial del número 2 de la calle de Trelawny y los propios negocios coinciden esta vez al reclamar un plan para frenar los excesos callejeros. Una protesta popular cortó ayer la calle durante media hora.

La cotizada línea de locales combina en la mayoría de casos gastronomía y ambiente de club (según la franja horaria) todo el año, pero en verano cosechan llenos diarios al estar situados a pie de playa. Club Danzatoria, Pacha, Opium, Bestial, Ice Barcelona, Carpe Diem, Shôko, Agua... atraen, según los casos, desde barceloneses hasta turismo joven pero también de alto nivel que copa los reservados de los locales. En paralelo, como informó EL PERIÓDICO el pasado día 2, otras muchas personas acuden a montar su propia fiesta low cost a pie de playa, con botellón más o menos animado y provisión continua de latas de cerveza de la mano de infinidad de vendedores ambulantes. Cuando pasan las horas y el nivel etílico asciende, aparecen los gritos, el incivismo y la prostitución que busca clientes entre los que no han ligado esa noche.

SIN DESCANSO / Sufren las consecuencias los vecinos de Trelawny, los pacientes del Hospital del Mar y los propios locales de ocio, que temen que esa imagen acabe alejando al turismo de lujo y al público local. Por eso todos han lanzado un SOS  a la concejala de Ciutat Vella, Gala Pin.

Mariona, una vecina del bloque, relata que los problemas del año pasado se han agravado y que cada día se despierta un mínimo de dos veces, pese a vivir en un quinto piso. «Hay gritos de gente a la que han robado y de la que ha bebido, prostitutas que utilizan nuestros portales y autocares que descargan turistas delante de casa y que orinan en la calle en cuanto bajan», relata, y pide que algunos locales no promuevan ese tipo de captación de clientes. Los suelen organizar promotores que venden entradas multiacceso por la ciudad y luego transportan al cliente hasta allí.

También Antonia Rodríguez sufre el ajetreo a diario, con la promesa de Pin de más vigilancia, pero ante la escasez real de policía en la zona, se queja. «Estamos desamparados», agrega. Según el ayuntamiento, hay un operativo de Guardia Urbana y Mossos en la zona, con presencia uniformada y de paisano, contra el incivismo, los lateros, la delincuencia, los conflictos con el transporte público y el ofrecimiento de servicios sexuales. Cada día hay servicio en la zona, asegura.

La concejala se ha reunido también esta semana con los empresarios del ocio. El abogado de la Associació Front Marítim, Eudald Lligoña, explica que han expresado a Pin su preocupación por apaciguar la zona «entre el ayuntamiento y los propios operadores», y con las limitaciones que implica estar en la vía pública. Pero el colectivo, temeroso de que se degrade el entorno, ha ofrecido un convenio de compromiso para evitar el reguero de autocares (que ahora desencochan más discretamente a unos metros del núcleo de ocio), para acatar al dedillo su licencia (sin música exterior en las terrazas que genere ruidos o incite a beber en la playa) y asumir la contratación de algún tipo de agente cívico  -como ya han hecho en los últimos años algunas discotecas en Barcelona- que controle las colas en los locales, recomiende callar a los folloneros, no beber en la calle... Y si hay algún conflicto llame a la policía. En la reunión con la edila se habló de fijar un agente por cada 200 personas de aforo de los locales. «Queremos poner medios para mejorar la zona», dice Lligoña.

SOLIDARIDAD / Desde el distrito de Ciutat Vella afirman que comparten la preocupación vecinal y del hospital y que se están buscando soluciones, todavía por decidir. Sobre la mesa hay otras propuestas, como desarrollar otras actividades a pie de playa (deportivas, por ejemplo) que el consistorio, decidido a combatir esta problemática, también estudiará.

El edificio vecinal de Trelawny está tan solo, que ayer acudieron en su apoyo vecinos de la Barceloneta, tanto de la asociación tradicional, que les ayudó con la pancarta, como de La Barceloneta diu Prou (la plataforma contra los pisos turísticos y el incivismo) y L'Òstia.

El centenar de vecinos que acudió ayer a las ocho y media de la noche a la convocatoria de protesta llevaban una pancarta en la que se podía leer «Farts de paraules, fets». Un ruidoso grupo de tambores fue el principal amplificador de las quejas. Los asistentes también gritaron pidiendo soluciones. La acción acabó pasadas las nueve, cuando empezaban a llegar los primeros turistas.