El bar contra la mezquita

En un establecimiento junto al futuro oratorio de la calle de Súria, los vecinos arremeten contra el proyecto y la subvención del ayuntamiento

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Es media mañana en la calle de Súria y en el interior del bar -uno de ellos- una decena de comensales se reparten las mesas. La mención de la palabra 'mezquita' atrae un corrillo de gente con ganas de opinar.

-Cuando sea ramadán se va a montar follón y nadie va a poder dormir.

-¿Por qué la tienen que hacer en los bajos de una finca? Cada cosa en su sitio. No he visto la primera iglesia que funcione en unos bajos.

-Lo que yo me pregunto es por qué los subvenciona el ayuntamiento. Me gustaría ver qué me dicen a mí si voy y les pido una ayuda.

A pocos metros de allí los trabajos siguen su curso. Por una rendija se atisba un diminuto vestíbulo con las marcas de los lugares que están en obra, sacos de cemento, una carretilla, una espesa capa de polvo. En el interior se construye un lugar para la oración de los musulmanes y en el barrio no se habla de otra cosa. Pero se habla mal. En malos o en pésimos términos. Nadie los quiere allí. Escasean las voces de apoyo.

-Alguien habrá al que le parezca buena idea. Hay gente para todo.

AVISO DE TORMENTA

La calle está tranquila. No pasan apenas vehículos, el sol baña ambas aceras y en la plaza aledaña la gente se ha instalado en las terrazas para disfrutar del buen tiempo. Lo cual, a juzgar por el temor de la parroquia, será un buen recuerdo de antaño cuando empiecen los musulmanes a rezar. Es costumbre en las conversaciones de bar: llega un momento en que la gente se explaya.

-Ahora tienen la mezquita en Can Batlló. Yo he pasado por ahí mientras están rezando, y he visto que cortan la calle. ¿También van a cortar la calle cuando recen aquí?

-Y claro, resulta que mis nietos no van a poder jugar aquí. Vamos, yo no pienso permitirlo.

-Esto es un edificio de pisos. ¿Por qué tienen que fastidiar con una mezquita?

Lo que se llama un consenso. No parece que nadie vaya a salir en defensa del proyecto, que nadie vaya a pronunciar un conciliador: “Bueno, esperemos a ver…”. Tiene el aire de frente común contra la mezquita. Y por supuesto: contra el ayuntamiento. El sol brilla y el cielo exhibe su despejado azul, pero en la calle de Súria se anuncia tormenta.

-Llámame racista si quieres, pero a mí los que me han hecho racista son los que le dan todas las ayudas a los extranjeros, y ni un vaso de agua a los de aquí.

TARJETAS ESPECIALES

Es un enfado y se despliega, digamos, por niveles: enfado porque hacen una mezquita en unos bajos, enfado porque el ayuntamiento les subvenciona y enfado porque todo lo bueno de este país se lo quedan los extranjeros. Será que la ciencia lo ha probado.

-Hay gente que está pensando en irse, y al final, ya verá lo que pasa, que este barrio se va a quedar para ellos.

-Se va a formar un gueto.

-Tienen más derechos que todos.

Como todo crescendo cuando se habla de extranjeros, inevitablemente aparece el bulo:

-Tienen una tarjeta de bus especial, una tarjeta a la que yo no tengo acceso, y no pagan. ¿Por qué no pagan? ¿Por qué yo sí tengo que pagar?

Recapitulando, los extranjeros se quedan con todo, el ayuntamiento es cómplice, tienen "tarjetas de bus especiales" y van a ser los reyes de la calle. Alguien informa de que "el del bar de al lado se va" porque "él sí lo ha visto claro", pero la realidad es que el del bar de al lado se va porque se jubila. La andanada es de tal calibre que los que discrepan, discrepan en privado.

-Oiga, la verdad: no todos pensamos así. Yo lo que digo es: si no molestan, que hagan lo que quieran. Como cualquier persona.

-Venga por aquí. Yo le explico: aquí somos todos un poco gente sin cultura. Entonces, somos capaces de decir muchas barbaridades. Yo ya he escuchado a gente hablar de yihadismo, imagínese. Pero no les haga caso. El verdadero problema es…