Mejora en una arteria urbana saturada

Una Rambla sin bolitas

Dos agentes de la Guardia Urbana patrullan por la Rambla, el martes.

Dos agentes de la Guardia Urbana patrullan por la Rambla, el martes.

EL PERIÓDICO
BARCELONA

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Dónde está la bolita? El grito de guerra de los trileros se oía desde que la Rambla es Rambla, o posiblemente incluso desde antes, en el popular paseo de Ciutat Vella. Sin embargo, hace dos meses que ya no resuena pues, tras dos años de presión policial, la Guardia Urbana ha conseguido acabar con esa estafa cuyas víctimas eran principalmente los turistas.

Fuentes de la Guardia Urbana señalan que el pasado verano solo actuó un grupo de trileros en la Rambla y que sus componentes acabaron por marcharse al final del verano. Desde entonces, esa actividad no ha vuelto a ser detectada. La bajada es importante pues, dos años antes, en julio del 2011, el paseo se lo repartían hasta 11 bandas distintas de trileros. «Cada grupo lo formaban unas 10 personas, con lo que al final había 110 trileros actuando casi diariamente en la Rambla», comenta Joaquim Forn, primer teniente de alcalde y concejal de Seguridad del Ayuntamiento de Barcelona, que subraya que el combate contra esa actividad fue una prioridad del actual equipo de gobierno.

«Aunque sus víctimas sean mayoritariamente extranjeras y a que su timo casi no afecte a los locales, a los barceloneses les molestaba ver cómo una actividad que es una estafa se llevaba a cabo de forma abierta e impune en plena Rambla», comenta el concejal.

TIMADORES MACEDONIOS / La mayor parte de los trileros que actuaban en Barcelona eran originarios de países de la Europa del Este, en concreto de Macedonia. Los que colocaban la mesa y movían los cubiletes estaban acompañados por compinches que simulaban ser jugadores, por otros que se hacían pasar por público y por vigías que alertaban cuando aparecía la policía. En ocasiones mostraban actitudes violentas con los ciudadanos que les recriminaban sus actividades.

No obstante, el combate no ha sido fácil. Así, la primera estrategia puesta en marcha fracasó. Consistía en instruir diligencias contra esos grupos a los que se acusaba de integrar una organización criminal con la esperanza de que, en base a esa imputación, los jueces ordenasen su ingreso en prisión. Así, según cifras de la Guardia Urbana, en el 2011 se llegó a denunciar a esos trileros 4.075 veces por estafa y además se les impusieron 1.069 multas. Pero no sirvió. Los magistrados fueron desestimando una tras otra esas investigaciones, que también fueron mal vistas por la cúpula de los Mossos d'Esquadra, que la consideró un intento de apropiarse de competencias de investigación.

Ese fiasco obligó a un cambio de tercio. «Se pasó a una estrategia de saturación», comenta un mando de la Guardia Urbana, que explica: «Se aumentó la presión sobre ellos. Tanto por parte de agentes uniformados de la Unidad Territorial de Ciutat Vella como por parte de urbanos de paisano. Estábamos constantemente encima. A la que se instalaban, nosotros aparecíamos. La intención no era denunciarles sino directamente impedir que llegaran a ponerse».

Es por eso que, al no dejarles ni siquiera empezar a actuar, las denuncias por estafa bajaron drásticamente, quedando en solo 48 durante el 2012. Al final, los trileros acabaron por desistir. «Aunque lo hagamos con la boca pequeña, sí podemos decir que se ha conseguido una pequeña victoria. Además, al haber acabado con una práctica muy enraizada, hemos roto con esa lógica del no hay nada que hacer», reflexiona el concejal Forn.

Este verano solo quedaba un grupo integrado por 10 personas, cuatro de ellas viejos conocidos de la policía, que intentaba seguir actuando aprovechando los cambios de turno de los agentes de la Guardia Urbana. Sin embargo, la policía local comenzó a solapar turnos para no dejarles huecos temporales. En septiembre, ya no había rastro de ellos.

CAMPAÑA DE INFORMACIÓN / En paralelo, el Ayuntamiento de Barcelona inició una campaña de información con el lema No es un juego. La campaña iba destinada sobre todo a los turistas, principales víctimas de las bandas de trileros y que, avergonzados, raramente presentaban denuncias tras ser víctimas de las estafas. De hecho, a los cruceristas se les llegaba a entregar individualmente un folleto de advertencia cuando desembarcaban en la ciudad.