Una plaza, dos arco iris

La inauguración de Glòries escenificó que hay una nueva especie dominante en la zona

VÍCTOR VARGAS LLAMAS / BARCELONA

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Cambio de fauna dominante en Glòries. Sí, allá sigue la incesante caravana de vehículos atravesando el centro, pero a nadie se le escapa que han perdido la hegemonía, subyugados por una especie que ronda a sus anchas por el hábitat. Allí donde ya no hay resto de gris asfalto, allí se turnan barceloneses de toda estampa, ávidos por compartir y explorar el nuevo dominio. Y con ellos, toda la gama de colores imaginable, en una procesión incesante por los dos semiarcos que envuelven los carriles centrales y los eclipsan con ese caprichoso arco iris ciudadano que ayer inauguró su nueva imagen provisional. La definitiva, en tres años.

Paleta de colores enriquecida con el azul del tartán polivalente para correr o patinar, o del verde silvestre de palmeras con todo por crecer, o del 'tutifrutti' de la pérgola del umbráculo. Un óleo que recibía la aprobación de muchos visitantes. A Gemma Bonilla le endulza la reciente mudanza desde Sagrada Família. «La depresión por el cambio es menos al ver lo bien que lo pasarán los niños en la zona de juegos», dice con su hija Andrea.

Raúl Tudela también avala un proyecto «para dejar de ser una frontera con el centro y vertebrarse en toda la ciudad». Sebastián Gámez ensalza «el colorido y la revitalización» de la zona. Del blanco y negro al multicolor, el veterano Félix Micolau ha presenciado su evolución urbanística y apoya una nueva concepción del espacio, «sin escaléxtric, ni tambores, que no aprovechan el espacio».

Con perspectiva también habla Joana Mir, que a sus 74 años es escéptica con el proyecto, sobre todo al confirmarle que quedan tres años de unas obras que compara «con las de Lesseps» por la duración . «Claro, hasta las próximas elecciones», suelta. Rosana D. pide «más zonas de sombra» y desaprueba la distancia entre áreas de juego de diferentes edades por logística paterna.

Opiniones variadas también con Neil Harbisson, artista cyborg que solo ve en blanco y negro, y usa una antena para captar los otros colores. Transforma las ondas electromagnéticas de la luz en frecuencias que se convierten en notas musicales. Su actuación dejó perplejos a muchos e indiferente a ninguno. El ataque de epilepsia de un espectador obligó a suspender súbitamente la actuación, entre la decepción de unos pocos y el alivio de otros, que de buen seguro no se descargarán su música. Del blanco al negro, en Glòries, colores para todos los gustos.