DESENLACE DE UN DRAMA SOCIAL
El último gran asentamiento del Poblenou pacta una salida digna
Ibrahima Janko tiene 42 años. Llegó a Catalunya procedente de su Gambia natal hace siete años y medio. Antes de llegar a Barcelona vivió en Blanes, «pero no había trabajo». Se mudó entonces a la capital catana para probar suerte, donde tampoco la encontró. Aquí sobrevive recogiendo chatarra.
Es uno de los 21 africanos que viven en la nave del número 10 de la calle de Paraguai, en Sant Martí, lugar que tendrá que abandonar la semana que viene. El desalojo, por orden judicial, tiene fecha abierta, a partir del lunes, pero ayer pactaron una salida con el Ayuntamiento de Barcelona.
Los habitantes de esta nave -el último gran asentamiento del Poblenou- y la Assamblea Solidària -grupo de vecinos del barrio y activistas por los derechos humanos- se reunieron con el comisionado de inmigración, Miquel Esteve, quien se comprometió a ofrecerles «la misma alternativa» que a las 255 personas desalojadas hace un año de la nave de la calle de Puigcerdà. Es decir: alojamiento transitorio sin fecha límite y la posibilidad de entrar en el plan de inserción sociolaboral del municipio.
Los habitantes de la nave de Paraguai y los activistas salieron ayer contentos de la reunión, convencidos de que el resultado se debe a la lucha que no han abandonado en todo este tiempo. El único compromiso que no lograron arrancar a Esteve fue la cesión de un espacio donde guardar la chatarra, otra de sus preocupaciones.
CARIDAD, NO / El gran inconveniente que ven muchos de estos hombres al plan municipal es que dejar las naves es sinónimo de dejar la chatarra, su única fuente de ingresos, y que, cuando hay suerte, les permite mandar dinero a su familia, -Janko, por ejemplo, tiene en Gambia mujer e hijos. El plan municipal les da techo y formación laboral, pero les impide seguir ganándose la vida de forma autónoma. «No queremos vivir de caridad», coinciden muchos, al tiempo que agradecen la ayuda.
Su gran demanda sigue siendo, pues, papeles (y trabajo). Janko era el martes uno de los más activos preparando las pancartas para la concentración convocada aquella misma tarde, en la que participaron, entre otros el escultor Ibrahima Seidi, una de las personas que salió de la macronave de la calle de Puigcerdà. Un centenar de las desalojadas entonces siguen viviendo en pensiones, albergues o pisos sufragados por el consistorio.
«El tiempo ha demostrado que no mentía. Dijimos que les daríamos alojamiento transitorio sin fecha límite y así ha sido. Lo que no podemos es prometer papeles; no está en nuestra mano. Lo que sí hacemos es gestionar el arraigo para facilitar los trámites», apunta Esteve. «Hemos insistido mucho en que el ayuntamiento también puede ofrecer empadronamiento sin domicilio fijo, y se han comprometido», afirmaba la activista Carlota Falgueras, quien también celebraba el compromiso de Esteve de ofrecer un lugar a los desalojados para que puedan almacenar sus cosas al dejar la nave.
LUCHA PENDIENTE / Para Andrés García Berrio, abogado del colectivo, la movilización ha conseguido muchas cosas, pero «quedan aún asuntos pendientes». «Es muy importante el tema de los pisos. La mayoría de desalojados van a pensiones y se desmembra el colectivo. Para ellos, las personas con las que viven son como su familia», asegura el letrado, quien subraya que el propio consistorio admite que los pisos son más baratos que las pensiones. El sábado se manifestarán en el Poblenou para seguir haciéndose oír.
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