De turismo por las otras Barcelonas

Grafitis, guerra civil, luchas sociales, fantasmas... Los tures alejados de la oferta convencional se multiplican

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MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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A nadie le extraña especialmente cuando Juan Conejero, al final del recorrido, saca del bolsillo la pequeña cartuchera roja. Roja y blanca, en realidad, una cartuchera sanitaria, como la que cargaría una enfermera. “Soy agente sanitario autorizado por la Generalitat”, aclara. Entonces se refiere al contenido, y explica ante la gente estupefacta –estupefacta no por eso, no: por todo lo que ya han oído– que en el interior lleva lo necesario para atacar una sobredosis de heroína. Oh... Pero no, a nadie le extraña, porque Conejero a esas alturas lleva un buen rato hablando de la ciudad que en su día le tocó vivir: la ciudad de los sin techo, de los adictos, de los comedores sociales, de la supervivencia. Ha explicado por dónde lo llevaron en esos tiempos sus pasos y ha trazado el mapa de la ciudad sórdida, y al mismo tiempo de la ciudad solidaria. Todos entienden que Conejero es alguien capacitado para resucitar adictos.

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Conejero es guía turístico, uno de los antiguos sin techo convertidos en cicerones de la ciudad difícil por cuenta de la empresa que organiza estos paseos: Hidden City Tours. Literalmente, tures de la ciudad escondida. Aquí no hay Sagrada Família, ni Pedrera, ni Casa Batlló, no hay Gaudí ni Picasso ni Miró, no hay playas, no hay discotecas, no hay paella, nada de ese extenso imaginario que suele alimentar los tópicos de la ciudad turística. En el Street Life Tour que lleva a cabo Conejero hay algo con lo que quizá alguno no se quiera encontrar, algo difícilmente transformable en postal, pero algo que forma parte de la ciudad. Hay turistas que saben que siempre late algo no del todo agradable por ahí, o algo distinto, y quieren conocerlo.

ALLENDE LAS GUÍAS

En general, hay un perfil de turista que intuye que hay más ciudad allende la de las guías. Su existencia predispone: naturalmente, hay personas dispuestas a complacerlo. Así, de los márgenes del turismo de masas han brotado en los últimos años tures para conocer la ciudad de los sin techo, tures para ver fantasmas, tures para empaparse de la ciudad reivindicativa –la de las protestas, las manifestaciones–; tures para ver grafitis y tures para conocer los procesos de gentrificación de la ciudad. Tures por la Barcelona de la guerra civil –un filón tan poco explotado que es alternativo– y tures para conocer la ciudad de las minorías. Por ejemplo, la del colectivo LGBTI: la huella de sus luchas, sus lugares de referencia.

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Grafitis. “La idea detrás del tour es mostrar el grafiti y el arte urbano a gente que habitualmente camina por ahí sin saber lo que están viendo, explicarles los diferentes tipos de obras y las razones que llevaron a los artistas a crearlas”, dice Mike Frankos, californiano, el hombre detrás de la idea. En sus dos versiones, una en el Raval y otra en el Born y el Gòtic, el Barcelona Street Style Tour cambia constantemente al vaivén de lo que borran los servicios de limpieza. Casi podría decirse que ningún tur es igual al otro: anoche borraron un grafiti aquí pero hicieron otro allá. ”Nos gusta mucho cuando al final del recorrido vemos que la gente ve de otro modo el arte urbano, y más importante, ha desarrollado un respeto por el artista, que toma muchos riesgos a cambio de muy poco para hacer llegar su mensaje”.

En una ciudad no especialmente indulgente con los artistas urbanos –al contrario–, el grafiti tiene curiosamente cada vez más encanto para el sector turístico; aunque sea el sector 'off'. El Tour Alternativo que organiza Free Walking Tours tiene muy en cuenta esta dimensión de la ciudad en un recorrido que su creador, Ian Stewart, prefiere definir como el de “la Barcelona censurada”. De hecho, está pensando en ponerle ese nombre. Incluye la ciudad anarquista y la contestataria (el recorrido empieza en la plaza de Catalunya, con un recordatorio de la acampada del 15-M); la del arte urbano, la de las asociaciones de cannabis (desde fuera) y la de la prostitución (también desde fuera), entre otras. “En los barrios turísticos –explica Stewart– todo es pulido y perfecto, y la gente quiere algo más real, más auténtico”.

BARCELONA CENSURADA

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Fantasmas. “En el antiguo Hostal de la Flor del Lliri, en el barrio de Santa Caterina –cuenta Cristina Belenguer– la gente que se hospedaba era asesinada en una cama que se doblaba con un muelle”. La leyenda es conocida: mataban al huésped, le robaban sus pertenencias, salaban su carne y la servían después a los clientes. Los huesos los quemaban en el horno. Siglos después, “en la pared de la calle hay formas antropomórficas relacionadas con las caras de los difuntos”, explica Belenguer, que se detiene en el lugar cada vez que lleva a cabo la ruta sobre fantasmas, una de las que integran la oferta de Icono Serveis Culturals. Esas formas antropomórficas, dice, “son la sensación de los asistentes”.

EJERCICIO DE SEDUCCIÓN

¿Hay tantas posibles divisiones de Barcelona –en intereses, en temas, en historias– como potenciales rutas turísticas? Quién sabe. Puede ser. Mariano Pesin, argentino, montó hace un tiempo una pequeña empresa –Órbita BCN– con la que organiza tures en los que denuncia la masificación turística y la gentrificación de la ciudad. “El turista con un mínimo de conciencia sabe que una ciudad no es solo cosas bonitas, y quiere saber qué hay detrás”. Thais Morales y Carme Pollina, periodistas y escritoras, llevan un año y medio guiando a la gente por la Barcelona de las historias de lesbianas y homosexuales. “Surgió –dice Morales– porque cuando yo misma voy de viaje a una ciudad siempre busco referencias sobre historias de lesbianas, sobre todo, y también de homosexuales. Y pensé: por qué no hacemos esto también en Barcelona”. Nick Lloyd y Catherine Howley, siempre con un 'Homenaje a Catalunya' bajo el brazo, llevan a los interesados por los escenarios locales de la guerra civil. “Es un tur de cuatro horas o más, y más que ver edificios se trata de profundizar en la historia de Barcelona”.

Lisa Grace, de Hidden City Tours, suele evocar los ojos abiertos de par en par de los jóvenes cuando escuchan las historias callejeras de Conejero. Es eso, un ejercicio de seducción. De compartir la ciudad que asombra. La otra.

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