Barbra Streisand en Sants

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CARLES COLS / BARCELONA

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En la sociología de internet a esto se le llama ‘efecto Barbra Streisand’, y todo porque a la actriz estadounidense se le ocurrió pedir que una web retirara una foto de su casa con el argumento de que invadía su intimidad. La consecuencia fue que la web recibió de repente millones de visitas. Pues eso, que Sants ya tiene su ración de ‘efecto Streisand’ tras la inauguración de la rambla ajardinada que cubre las vías del ferrocarril a su paso por la calle de Antoni Capmany. Los vecinos del número 122 de esa vía, aunque también los de otras adyacentes, se quejan y con razón de que han perdido intimidad, algo indiscutible, así que muchos de quienes visitan la rambla (el éxito de público es considerable) se paran a leer las pancartas de protesta y a comentar la trastada que les han hecho a los inquilinos de esos pisos.

“No fue hasta que comenzó a pasear la gente el sábado, tras la inauguración, que vimos hasta qué punto habíamos perdido intimidad, hasta en detalles imposibles de prever. Antes, por ejemplo, salía al balcón a hablar por teléfono. Ahora, si lo hago, cualquiera puede escuchar con detalle todo lo que digo”. Lo explica Clara Gelpí, vecina del número 8 de la calle de Burgos.

PROTESTA CON CHISPA

En el número 120 de la calle de Antoni Capmany hay una pareja (imposible de momento contactar con ellos) que le ha puesto algo de chispa a su protesta. La pancarta no sorprende. “¿Dónde está nuestra intimidad? Comienza el espectáculo”. Eso dice. Lo llamativo es que han cubierto las ventanas de lo que tal vez es su dormitorio con unas caricaturas quizá de ellos mismos a medio vestir.

El punto más crítico, no obstante, es el ángulo del número 122 de esa misma calle, que por apenas tres metros, un salto nada olímpico, no forma parte de la rambla aérea. Vicente Martinez fue el promotor y arquitecto en su día de esa finca y actualmente es dueño de dos de los pisos, que tiene alquilados. Tiene un par de oportunas reflexiones para la ocasión.

PÉRDIDA ECONÓMICA

Primera. Lo común -dice- es que una mejora urbanísitica revalorice el precio de los pisos del entorno. En su caso, la incuestionable pérdida de intimidad ha hecho que de la noche a la mañana sus propiedades hayan caído de precio, ya sea para vender o para alquilar.

Segunda. Según Martínez, la rambla tiene suficiente amplitud como para que en ese tramo polémico la zona de paseo se hubiera situado exclusivamente en la fachada del lado montaña. No solo no se ha hecho así, sino que incluso la batería de bancos centrales que hay en mitad de la rambla están, como si fuera un teatro, encarados hacia los balcones. Sobre esta cuestión, merece la pena subrayar que el diseño de la cubierta del cajón es un proyecto coral, en el que los vecinos del barrio han impuesto sus criterios y, en este caso, en contra de los intereses de los afectados del número 122 de Antoni Capmany.

SOLUCIONES

¿Y ahora, visto el revuelo, qué? Por el momento, una reunión entre técnicos y cargos públicos ha decidido que, efectivamente, alguna solución hay que dar a los vecinos que protestan. Queda pulir los detalles, pero el propósito es "garantizar la seguridad y la intimidad" de los vecinos del tercer piso de la finca del número 122 con algún tipo de intervención en los propios balcones, no en la rambla, explican fuentes municipales. Los gastos, por supuesto, correrán a cargo del presupuesto municipal.

Para los vecinos del número 120 de la misma calle, entre ellos los que tapan con caricaturas los cristales de su vivienda, la solución prevista es distinta. Estos sufren la miradas indiscretas de quienes bajan por las rampas y las escaleras mecánicas que conducen a la rambla de Badal, así que allí la solución será obstaculizar las vistas en esa misma estructura.