El convoy resucitado

Un viaje nocturno a bordo de una de las joyas arqueológicas del suburbano barcelonés conmemora los 90 años del llamado Metro Transversal

MAURICIO BERNAL / BARCELONA

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Las máquinas tienen el poder de resucitar y algunas lo convierten en hábito: la histórica y de nombre prosaico M1-M6-M8 –podría, por qué no, llamarse la Vieja Manolita, o algo así– lo hizo de nuevo la madrugada de este jueves –resucitar–, cuando saltó a las vías para conmemorar el 90º aniversario de la inauguración del Metro Transversal, precursor de la actual línea 1 o línea roja, según la denominación que emplee cada cual. Es la costumbre que tiene: desempolvarse a sí misma y salir a pavonear su gallardía cada vez que el metro celebra el aniversario de algo, exhibir su magnificencia antigua, sus mecanismos antiguos, su antigua manera de moverse; no en vano es considerada la joya de la colección histórica de TMB, los únicos tres vagones que quedan del Gran Metro –y eso sí es un nombre–: la primera, primerísima línea del suburbano barcelonés.

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Unas 300 personas se presentaron hacia medianoche en la estación de Sagrada Família, algunas vestidas de época para estar a tono con el tren, con su aspecto y su decoración, y con su traqueteo de otros tiempos: el que fue esparciendo a medida que dejaba atrás túneles y andenes –esos sí, de este tiempo: fomentando el contraste. Al concepto 'regreso al pasado' que planeaba sobre el evento contribuyeron decisivamente los integrantes de la Asociación Retrofuturista Nautilus, una quincena de personajes disfrazados de albores del siglo XX cuya presidenta, Vany Miranda, dijo esto sin darle ínfulas de eslogan (aunque quizá habría debido): "Todo lo que es de época, ahí estamos nosotros". Era el ambiente que se respiraba. Lleno como probablemente lo estuvo en las horas punta de su prolongada vida útil (hasta 1987), el convoy viajó hasta la estación de Sant Pau para hacer enseguida el camino inverso, recorriendo en solitario la desierta red del suburbano.

Es una imagen: túneles desiertos por doquier, trenes durmiendo después de la fatigosa jornada y un tren fantasma venido de otro tiempo surcando las vías cargado con fantasmas.

NUEVE ESTACIONES

La línea del Gran Metro que conectaba las plazas de Catalunya y Lesseps, inaugurada en 1924, y el Ferrocarril Metropolitano Transversal, o Metro Transversal, sencillamente, que empezó a funcionar dos años más tarde: allí se encuentra el origen de la red de metro de Barcelona tal y como está organizada hoy. Es decir que lo demás vino después. El Transversal, homenajeado con este viaje nostálgico, nació de la necesidad de facilitar el transporte de visitantes a la Exposición Universal que iba a tener lugar en 1929, en Montjuïc, mediante un enlace ferroviario subterráneo entre el suroeste y el noroeste de la ciudad. El primer tramo fue inaugurado el 10 de junio de 1926 y constaba de nueve estaciones: Bordeta, Mercat Nou, Sants, Hostafrancs, Espanya, Rocafort, Urgell, Universitat y Catalunya.

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En este viaje nostálgico había tres personajes clave. El primero era Xavier Cardellach, responsable de las cocheras del Triangle Ferroviari donde pasa el tiempo la M1-M6-M8; el guardián, por decirlo así: “Hemos tenido que recubrir con vinilo las partes exteriores por el asunto de los grafiteros; al parecer, pintar este tren es considerado el trofeo mayor”. El segundo era Xavier Hernández, el motorista, que no conductor (“cuando hablamos de este tren hablamos de motores”), que aprendió de los que en su día manejaron rutinariamente estos trenes. El tercero era Antonio García Bañón: el hombre que en tándem con el fallecido Luis Bruguera se encargó de la restauración de la máquina, en 1999. “Podría pasarme horas hablando de este tren”, dice, y eso lo dice todo. Antes de jubilarse trabajó 20 años como técnico de mantenimiento en la línea 3.

'Prohibido subir o apearse en marcha', reza un aviso en el interior de los vagones. 'Conserven los billetes para entregarlos a la salida', dice otro. En eso no cambian las cosas. O sí: en ninguna parte se mencionan multas estrambóticas.