RESTAURACIÓN EN EL PARQUE DE ATRACCIONES

El avión del Tibidabo pasa por el 'hangar' por primera vez en 87 años

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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El primer viaje en barco se hace en las Golondrinas. El primer vuelo, en el avión del Tibidabo. Hay ciertos símbolos de esta ciudad (habría que añadir el Tramvia Blau) que trascienden su uso más práctico y racional. Por eso importa e interesa conocer los detalles de una operación como la retirada del histórico aeroplano del parque de atracciones de Collserola para proceder a su restauración. Por lo que significa. Y porque el segundo avión del parque, sustituto del que se inauguró en 1928, nunca había abandonado su soporte en 87 años, desde 1930, dando vueltas sobre un mismo eje. Este martes ha sido desmontado y trasladado por piezas a una nave industrial. Le esperan cuatro meses de chapa y pintura, una reforma que tiene como objeto modernizar la pieza sin que se note demasiado.

Joan Manuel Esquius, jefe de mantenimiento del parque del Tibidabo, ha tenido a bien compartir las interioridades del proyecto. Cuenta que llevan un año y medio con el asunto, y que lo más complicado, la planificación, ya ha pasado. El concurso público lo ganó una empresa con sede en Sant Cugat que ya guarda el avión en un ‘hangar’ de Castellbisbal. Se reformará del mismo modo que se tratan los coches antiguos, detalla Esquius, que admite haber pasado ciertos nervios durante el desmantelamiento del aparato, una réplica del primer avión que en 1927 realizó el trayecto entre Barcelona y Madrid. Se construyó en los talleres Estrada de Sarrià, la misma gente que proyectaría un funicular durante la Exposición Universal de 1929 en Montjuïc y que aportaría los vagones del funicular del Tibidabo, a principios del siglo pasado.

DETERIORADO, PERO NO INSEGURO

La restauración no era urgente. No presentaba problemas de seguridad y ninguna plataforma vecinal ni entidad lo había reclamado. Pero las revisiones periódicas evidenciaban un "cierto deterioro". Siempre de aspecto, no de maquinaria, pues cada año, en colaboración con el Colegio de Ingenieros, se le realizaba un exhaustivo chequeo. Una vez en tierra ha sido más fácil mascar la necesidad de la cosa: pintura desigual en función de la exposición a los elementos, pedazos asidos al fuselaje, materiales diversos (madera, fibra de vidrio y metal) y un aspecto, en general, avejentado. La factura rondará los 300.000 euros, y se espera que esté de vuelta en lo más alto de Collserola a mediados de mayo, cuando empieza la temporada alta del parque.

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El técnico de la grúa, cuenta el responsable de mantenimiento, compartió en su momento un cierto vértigo al conocer el plan. Están acostumbrados a trabajar en todo tipo de terrenos, pero no es habitual, como comentó, tener que manejar “uno de los símbolos de Barcelona”. Todo ha salido según lo previsto: se ha separado de su soporte, se ha bajado al suelo, se ha desmontado en cuatro piezas (las dos alas, la cola y el cuerpo) y se ha trasladado a la nave industrial en la que recibirá tratamiento bajo la supervisión del parque.

El fuselaje se cubrirá con una lámina de “tres milímetros de aluminio que simulará los remaches del modelo original, porque la idea no es tener un nuevo avión, sino mantener la esencia del original”. El aparato es una réplica exacta del Rohrbach Ro VIII Roland de fabricación alemana que el Estado español adquirió para cubrir los trayectos entre Madrid y Barcelona. Volaba a 195 kilómetros por hora, tenía capacidad para 10 pasajeros (como el del Tibidabo) y podía alcanzar los 18.000 pies de altura, unos 5.500 metros. El nuestro da una vuelta sobre su eje cada 15 segundos y ha recorrido el equivalente a 20 vueltas al planeta. Y con un motor eléctrico, ahí es nada. De sobra para pasar por boxes por primera vez en casi 90 años. Y una curiosidad: tras la reciente eliminación de la Festa al Celeliminación de laFesta al Cel, que se hacía coincidir con las fiestas de la Mercè, se ha quedado como único homenaje de la capital catalana a la aviación.

ILUMINAR LO QUE IMPORTA

La novedad más destacable tiene que ver con la iluminación. Hasta la fecha, lo único que tenía luz propia era el eje mecánico. De este modo, sucedía que la ciudad veía una grúa dando vueltas mientras que el avión quedaba a oscuras. En su reaparición se eliminarán estas hileras de bombillas blancas y se instalarán focos en las alas. También en el suelo, con unos proyectores que seguirán el recorrido de la aeronave.

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Esquius explica que la reforma más intensa de la atracción se realizó en los años 80. Siempre con el aparato colgado. De aquella época quedan los parches que ahora son visibles a nivel de tierra. Esas láminas de distinto material dejarán paso a un fuselaje que parecerá una sola pieza. “Pero siempre manteniendo la esencia”, insiste. Luego está el reto del color rojo. “¿Pero qué rojo de las 23 tonalidades que vemos ahora?”, bromea el responsable de mantenimiento. No le falta razón: según dónde mires, una intensidad distinta. Se aprovechará para actualizar el escudo del avión y la tipografía, pero nada radical. Una puesta al día a todos los niveles para una atracción “con una enorme carga emocional”. Pocos se acordarán, pero en su origen el avión era amarillo.

El parque del Tibidabo emprende esta obra en un momento dulce en cuanto a visitantes. El pasado verano batió su récord (280.000, un 5% más) y cerró el 2016 con 725.293 entradas. A pesar de que el anterior gobierno flirteó con la idea de privatizar el parque, que acumula ya 115 años de historia, el actual gobierno lo descarta.

El avión original fue la última gran obra del doctor Salvador Andreu, el farmacéutico que convirtió la montaña de Collserola en una atracción. Murió el 3 de octubre de 1928, tan solo dos semanas después del estreno del primer vuelo aeroplano. Iniciaron viajes muy distintos.