Análisis

Tenemos el comercio que nos merecemos

Visitantes en el nuevo centro comercial Las Arenas, ayer.

Visitantes en el nuevo centro comercial Las Arenas, ayer.

GERARD COSTA
PROFESOR DE MÁRKETING DE ESADE (URL)

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Dejen la lectura de este periódico, cojan a un familiar y salgan a la calle a analizar nuestro comercio: locales premiados mundialmente, innovación en papelerías o mercados de abastos, comercios regentados por chinos para chinos, comercios de chinos comprados a la tieta, dos italianos abriendo algo de la mamma, y un 40% de tiendas cerradas o que alguien debería ya cerrar. Claro que hoy es domingo, día santo para el legislador que, contra nosotros y la comunidad europea y su madre, decidió que ningún comercio abriera. Claro que tampoco es verdad, porque un concejal decidió que los locales más pequeños que su piso que vendieran cruasanes sí podrían abrir, excepto si usted vive en Castelldefels, donde todos pueden abrir. Es decir, lo que parece un sketch de Polonia, es simplemente el reflejo de nuestra sociedad. Porque el comercio detallista, las tiendas, es una de las actividades humanas que mejor reflejan la cultura, la idiosincrasia y la manera de ser de un país.

Barcelona es hoy, casi sin duda, la millor botiga del món; o así pudiera ser el siguiente espot del líder nacional de la cerveza. Visualicemos a Quim Gutiérrez paseando por la decena de ejes comerciales urbanos, o descubriéndonos el nuevo Paral·lel inaugurado por los hermanos Adrià; sus fotos de pequeño en el primer híper nacional de El Prat, o en el innovador Baricentro; paseando por colmados modernistas, tiendas de pastelitos de monjas, y plazas de toros donde hemos llegado a recrear la perversa pista de atletismo infinita de Stanley Kubrick en su odisea espacial. Es un modelo que compagina los valores para el consumidor de descentralización y de aprovechamiento del tiempo, del comercio cercano de barrio y del centro comercial donde desconectar.

Barcelona es hoy, quizá, solo puro comercio: más tiendas que en todo Escandinavia, cada vez más rutas y ofertas para los cruceristas, y un modelo urbano definido por el consistorio donde «el comercio es el espacio público donde relacionarse, pasear, quedar con los amigos, o por qué no, incluso comprar». Hoy el comercio nos abre las puertas como plaza del pueblo, como cancha cívica vasca. Un lugar social donde los catalanes quedamos para relacionarnos.

Barcelona hoy arrastra, lamentablemente, un tejido comercial de ciudadanos que abrieron comercio en los años 70 como autoempleo, su mercería, colmado o ferretería. Ciudadanos que anhelaban un traspaso final y deben ahora seguir abiertos sin ningún criterio empresarial. Y es que como señala el Indicador de Comercio Barcelona (Icob), el 75% de los comerciantes están viendo cómo les bajan las ventas. Un comercio en el que la mitad de traspasos son realizados por ciudadanos chinos o italianos, y los nuevos formatos son locutorios o deliciosos badulaques como el de Apu en Los Simpson. Todo ello sintetizado en el cartel colgado por un colmado de Consell de Cent: «Liquidamos para empezar a vivir la vida».

Barcelona tiene el comercio que nos merecemos, excelente y decadente, innovador e hiperprotegido. El comercio crece en la competitividad, no siendo gestionado desde Bienestar Social.