PLAYAS PRECINTADAS

El gran baile de las olas

Cientos de personas se acercan al paseo Marítim para fotografiar el espectacular oleaje sobre las playas de Barcelona

Olas en la playa de la Barceloneta con el hotel Vela al fondo.

Olas en la playa de la Barceloneta con el hotel Vela al fondo. / periodico

CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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La tormenta, las alarmas de peligro y la vigilancia no han impedido que cientos de personas se acercasen al mar durante el domingo para contemplar y fotografiar la impresionante coreografía de estas olas de gran amplitud que se forman en la superficie del agua del litoral barcelonés.

A simple vista, el mar se ha tragado varios metros de arena de la playa de la Barceloneta, la más perjudicada por el azote del temporal ya que el oleaje cubre una gran área de la costa. Las olas se han acercado temerariamente al paseo marítimo desde donde barceloneses y turistas no paraban de captar imágenes del mar agitado ante la silueta con forma de vela del Hotel W. En previsión el restaurante Xup Xup ha construido a pocos metros de su puerta una muralla con sacos de arena con el objetivo de que el agua no le alcance.

Lloviznaba, pero eso no ha impedido que los teléfonos móviles se expusieran a las gotas de agua para sacar fotos y vídeos con destino a las redes sociales. El espectáculo era fascinante. La luz, el colorido azul grisáceo que fundía el cielo plomizo con el mar y la blanca espuma de las olas hipnotizaba. Enric Munné, fotógrafo aficionado, ha cubierto su cámara con una gorra de ducha. "Vengo a hacer fotos todos los días de tormenta. Me fascina. Siempre me sitúo en los mismos lugares. No me acerco demasiado. No quiero que me pase lo que le sucedió al fotógrafo asturiano Jesús Ordóñez, que falleció después de verse involucrado en el accidente del piloto neozelandés Hayden Paddon en el Rally de Montecarlo", recuerda Munné.

PANTALLA PANORÁMICA

Los restaurantes en primera línea de mar en la playa del Somorrostro tienen unas vistas inmejorables de las olas que se estrellan contra el espigón del Gas, en el mismo suelo donde de niña bailaba Carmen Amaya. Marcelo Pirondini, jefe de sala de Carpe Diem, describe el ventanal de su establecimiento como "una pantalla panorámica". Los clientes no apartan la mirada del cristal donde el agua se acerca como un felino hacia las palmeras del paseo. "No había visto nada igual en los tres años que llevo trabajando aquí", reconoce el encargado.

Es más, los expertos ya hablan de la tormenta de la década, pero este dato no se sabrá con exactitud hasta que llegue la calma, y eso no se espera antes del martes. De momento, lo que sí se puede asegurar es que pocas veces se ha visto a tanta gente abrigada, soportando el vendaval y bajo un paraguas admirando una perturbación atmosférica violenta. 

El mismo tipo de cintas que se utilizan para delimitar el acceso cuando ocurre un accidente son la barrera visual que ahora prohibe el paso a las playas. Por si no queda claro, guardias urbanos protegían la zona y adviertían del peligro de ser devorados por una ola a los que se atreven a cruzar la línea roja. Dos agentes cívicos, de los que fomentan acciones de buena convivencia y respeto entre la ciudadanía, así como el buen uso de los bienes de la ciudad, explicaban a los surfistas lo que no suelen contar: "No pueden acercarse al mar. Es peligroso". Los jinetes de las olas reaccionan como niños a los que no les dejan comer un dulce en una pastelería. "Eso aquí, en Australia lo considerarían un día idóneo para ir con una tabla", responden.