El videoclub resiste en Barcelona

Se podrían llenar de quesos estos estantes, o de jabones, o de repuestos para ordenador, o de camisas, o de minúsculos electrodomésticos de cocina, o de panes, y tal vez sería mejor negocio. En lugar de eso están llenos depelículas devídeo,y sí: aún hay personas que las alquilan. Existen. Viven en pisos y pagan un alquiler, y llevan en apariencia una vida normal, pero en su relación con loaudiovisual son criaturas extrañas que se toman la molestia de pasar un rato entre los estantes ¡y pagar! para llevarse una de esas cajas de plástico a casa.

Podrían no hacerlo, estáinternet, están laspelículas piratas, está lo ilegal, pero como ciertos mamíferos se resisten a desaparecer, y todos los días acuden en manada y desempolvan su vieja ceremonia, y en secreto celebran que aún haya alguien que en lugar de jamones decida poner películas en los estantes.

Supervivientes. "Yo hablaría más de resistentes", diceDavid Cabrera, un personaje con mayúsculas que hace ocho años puso en marcha el videoclubCiclic en la calle del Rec Comtal. "Claro que tenemos un punto retro, y a mí me encanta", diceAngie Arieu lejos de allí, en Gràcia, en la calle del Torrent de L¿Olla, dondeSéptimo Arte acaba de mudarse después de una década en su local emblemático de Verdi. "El videoclub se ha convertido en algo vintage, sin duda", dice Dani Vega, guitarrista de Mishima y propietario deDeuvedés, también en Gràcia, en la calle de Martínez de la Rosa. "No es que el barco se hunda, pero todo el tiempo tenemos velas desplegadas". También son criaturas extrañas, que se resisten a la extinción, y que ante la adversidad se baten, son ingeniosos: no se cruzan de brazos.

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