El surf vindica sus olas

Los surfistas reclaman al ayuntamiento que no les echen del mar los días de temporal y bandera roja

Surfistas a punto de meterse en el agua, en la Barceloneta, el jueves.

Surfistas a punto de meterse en el agua, en la Barceloneta, el jueves.

CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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El surf sin libertad es como el fútbol sin pelota. Como el amor sin pasión o el trabajo sin recompensa. Es un deporte, pero también la representación elástica de una manera de vivir, sin demasiadas ataduras, con la cabeza en ninguna parte y en todos lados. Qué bonito es el surf para los surfistas que así lo viven, y qué complicado resulta a veces alcanzar ese karma en Barcelona. El embrollo entre la norma municipal y la catalana -una mete en el mismo saco a un niño con manguitos y a un experimentado rider mientras que la otra considera el surf actividad acuática- y el exceso de celo de la Guardia Urbana maridan mal para una afición que si algo requiere, si algo anhela, es que la dejen cabalgar en paz. Pero eso no es todo. La tribu crece, es un negocio floreciente el turismo empieza a sacarle rendimiento al invento. El surf en Barcelona reclama orden.

El temporal del miércoles y el jueves era solo apto para profesionales. Olas de más de cuatro metros rompían en los arenales de la Barceloneta. Y mientras los poco avezados a duras penas podían respirar bajo el tirabuzón de las embestidas marinas, unos elegidos lograban calzar las crestas ante la mirada de los centenares que seguían la exhibición desde la playa. Ondeaba la bandera roja, la que prohíbe el baño, pero algunos bañistas obviaron la advertencia que la normativa municipal convierte en ley. Más de un joven y su tabla tuvieron que ir al rescate de un imprudente nadador. La ordenanza cívica es clara a este respecto en sus artículos 66 y 67: «La bandera roja significa la prohibición del baño» y el incumplimiento de lo dispuesto «será sancionado con multas de entre 750 y 1.500 euros». Así las cosas, el problema radica en el calificativo que se otorgue a los surfistas.

«En verano no se nos permite compartir espacio con los bañistas porque se nos considera una embarcación, y en invierno, cuando ya no hay zona balizada, si ondea el rojo, nos exponemos a que nos echen del agua porque entonces sí somos como los bañistas. O sea, o podemos hacer daño a los demás o nos podemos hacer daño a nosotros mismos». Jordi Forner es una de las personas más conocidas del mundillo. Pide dejar claro que no tiene nada contra la Guardia Urbana porque los agentes «siguen órdenes». Se queja, eso sí, de la arbitrariedad. Y pregunta, sin que por ahora haya obtenido respuesta, por qué unos días les sacan de la playa y otros, no. Cuenta que todo empezó tras la nevada del 2010, como si el ayuntamiento no quisiera, desde aquella caótica jornada blanca, que los elementos le vuelvan a descontrolar la ciudad. «Al día siguiente nos obligaron a salir del mar por primera vez y, desde entonces, todavía espero que alguien me explique las razones más allá de decir que está prohibido y punto».

Hay dos normas que rigen el surf en la ciudad. Por un lado, la ya citada ordenanza de civismo que no hace distingos y echa del agua a todo el que ponga un pie en el mar con bandera roja. Por el otro, el decreto 56/2003 del Govern que regula las actividades deportivas en el medio natural. En ese redactado, el surf aparece como «actividad acuática», con lo que descarta que los surfistas sean meros bañistas, pero añade: «Las actividades pueden resultar afectadas y condicionadas por factores meteorológicos, por lo que pueden representar un riesgo para las personas que lo practican». Ambos textos, pues, respaldarían la acción policial desde el punto de vista de la seguridad. ¿Pero conocen los agentes costeros alguna de estas dos normativas?

100 DÍAS BUENOS / El surf apela al derecho a decidir, pues considera, como sucede en todo el mundo, que son ellos los que deben determinar, bajo su responsabilidad, si se meten o no en el mar. No hay nada de malo en que alguien vele por tu seguridad, admiten, pero aquí la inseguridad es sinónimo de olas. En Barcelona se registran, aporta Jordi, unos 100 días buenos al año. Sostiene que el Mediterráneo no tiene las corrientes del Cantábrico o el Atlántico, donde nadie les impone límite alguno al margen de prohibirles mezclarse con bañistas. Y pone como ejemplo «los boletaireso los montañeros, que bajo su responsabilidad practican una actividad que conlleva riesgos».

Son muchas las mañanas que Jordi recibe llamadas, siempre bajo el mismo pretexto. «¿Hoy se puede surfear?». Y no se refieren al estado del mar. Preguntan si la policía está por ahí. Esta vez parece que están más hartos que nunca. Se han movilizado a través de las redes y han pedido cita con la comisionada de Deportes del consistorio, Marta Carranza Gil-Dolz, para hacerle entender que no son «unos chalados, sino gente que conoce cuáles son sus límites».

INSTAR U OBLIGAR / Un portavoz de la Cruz Roja explica que los vigilantes solo advierten, que no es su competencia sacar a nadie. «Eso es tarea de la policía», señala. Desde el ayuntamiento, se recuerda que la semana pasada se activó el plan Inuncat por mala mar en todo el litoral, y que por eso se procedió a actuar. Un portavoz municipal detalla que se «instó a salir del agua por precaución». Distinto testimonio aportan los surfistas, que aseguran que de ofrecimiento, nada; que se les obliga a salir del mar, adonde entran, precisamente, para salirse de todo un poco.