VÍCTIMA DEL HUNDIMIENTO DE EL FAIRELL

El sueño roto del marinero Sekou Mané

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CARLOS MÁRQUEZ DANIEL / BARCELONA

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Dejó un comentario en una de las noticias publicadas por EL PERIÓDICO sobre el pesquero hundido el pasado lunes. “Hola. Somos la familia del marinero senegalés. No tenemos información, y no hay ninguna asistencia de la embajada de España. ¿Qué debemos hacer? Gracias”. El mensaje lo escribió Aba Bodian, que, este domingo, en conversación telefónica con este diario desde Dakar, comparte la historia humana que subyace a la trágica muerte de un marinero de 37 años. Cuenta que se marchó para mantener a la familia, que era hijo único. Y que estaba enamorado de Barcelona. “Ahí era muy feliz”.

Aba explica que Matida, la madre de Sekou Mané (el padre falleció), está “muy mal”. Vive en Bétanti, un pueblo sin otra actividad que la pesca, muy cerca de la frontera con la pequeña Gambia, en la desembocadura del río Saloum. Las imágenes del satélite muestran una aldea repleta de barcazas alargadas, las que se usan para hurgar en el Atlántico en busca de sustento, de comercio. En una de esas casas vive Matida y buena parte de su familia, “todos mantenidos por al sueldo de Sekou”, sostiene Aba. Porque aquí el trabajo escasea, sobre todo para las mujeres, muchas de las cuales viven solas con sus hijos a la espera de que cada final de mes llegue la transferencia que los maridos envían desde la pudiente Europa. Como es el caso de la esposa de Sekou.

UNA VISITA POR AÑO

Cada año encontraba un momento u otro para bajar a Senegal a ver a su familia. La última visita fue precisamente dos semanas antes de que el petrolero ruso MID Volga 2 se llevara por delante al pesquero El Fairell, a tres millas náuticas del puerto de Barcelona. En el siniestro también perdió la vida un marinero marroquí de 34 años que también debe guardar una historia por contar. Aba era el encargado de recogerle y llevarle al aeropuerto cuando llegaba a Dakar. Había dormido en su casa en muchas ocasiones. “Me llamaba tío”, dice, aunque resulta complicado aclarar cuál es el grado de parentesco entre ambos. El hecho de que su último viaje fuera tan reciente parece haber multiplicado el dolor en la familia. “La madre no se lo puede creer, hace nada lo tenía en casa y de golpe nos dicen que ha muerto”.

Sekou abandonó su pueblo en el 2003 porque el Atlántico no le daba lo suficiente como para sacar toda una familia adelante. En Bétanti también era pescador, y tenía claro que su futuro pasaba por el mar, tanto por el modo de alcanzar España desde Mauritania a bordo de una precaria patera, como por la manera de ganarse la vida: en un pesquero, como fue el caso, en la capital catalana. En El Fairell, estaba “muy contento con el trato y con el resto de compañeros”.   

SIN INFORMACIÓN

Aba se queja amargamente de la falta de información. “Nos conectábamos a los diarios de Barcelona para saber lo que estaba pasando porque nadie nos decía nada”. Tampoco ayuda, sostiene, que las comunicaciones en Bétanti sean tan precarias. Asegura que no saben dónde está el cuerpo, o cómo avanza la investigación. Por el momento, el juez que instruye el caso del mercante ruso que embistió el pesquero ha decretado prisión eludible con una fianza de 50.000 euros para el oficial que ejercía de timonel del petrolero, mientras que el capitán ha quedado en libertad provisional. A ambos se les acusa de dos delitos de imprudencia grave. La nave, según el relato de Juan Ortiz, capitán del buque de Salvamento Marítimo Clara Campoamor, quedó “destrozada” por el “terrible golpe”.

Sekou mantenía una relación muy estrecha con su madre. Su salario de la Barceloneta pagó la casa en la que vive. También la peregrinación a la Meca que Matida pudo realizar en el 2014 mientras él sacaba peces del Mediterráneo. “Estaban muy unidos. Él era una persona calmada, muy responsable, trabajador. Un hombre bueno. Su madre llora todo el día, necesita asistencia psicológica urgente”. Aba desconoce cuál es la situación judicial en este momento y se queja de que la única información de que disponen es la que llega por la prensa catalana o por los amigos de Sekou en la ciudad. Tampoco sabe si deberían expresar su voluntad de personarse en la causa contra el mercante que engulló a El Fairell. Si la fiscalía lo solicita, y una vez hallados los dos cuerpos, se les podría imputar un doble homicidio imprudente. Tampoco conocen los detalles del contrato laboral de Sekou en lo que hace referencia al seguro en caso de fallecimiento. Un dinero que, por muy mal que suene en estos momentos, les hace mucha falta. 

FELIZ EN BARCELONA

¿Y por qué se presta este profesor que trabaja en Dakar a compartir la vida de su sobrino? Dice que lo hace porque no quiere que la gente en España se quede con una nacionalidad y una edad. Senegalés de 37 años. Con eso no le basta. Quiere que la ciudadanía sepa que detrás de una tragedia personal hay una historia humana que afecta a una familia pero que habla también del modo de subsistencia de mucha gente. “Tienen que saber lo que hay detrás de una nombre y una edad. Tienen que saber que era una persona que adoraba a su familia, que trabajaba y vivía por ellos, que hacía lo imposible para poder venir una vez al año de visita. Y que en Barcelona, “donde nunca ha tenido ningú problema, era extremadamente feliz".