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El sótano del sado

Osaka Dan ata a Valeria con cuerdas de yute, el sábado pasado en La Órbita de Ío.

Osaka Dan ata a Valeria con cuerdas de yute, el sábado pasado en La Órbita de Ío.

RAMÓN VENDRELL

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Dos tramos de escalera en forma de codo derecho descienden hasta un sótano amplio. En la pieza única y no demasiado oscura hay una zona de estar y otra de juegos, aunque la frontera entre ambas es difusa. Además de una barra de bar, sofás, butacas, sillas y mesitas hay una jaula, una jaula-cepo, una cama-jaula, un potro, puntos de suspensión, una camilla, una estructura metálica que permite atar de mil maneras a una persona e izarla... Una escalerilla sube hasta un nicho con argollas en las paredes y allí muere. El agujero ideal para saber cómo se siente el pobre Fortunato de 'El tonel de amontillado' tras recuperarse de la melopea. Fin del momento La casa dels famosos (o El convidat, su versión de arte y ensayo).

La Órbita de Ío es uno de los tres clubs privados que hay en Barcelona de BDSM (siglas de 'bondage', disciplina, sadismo y masoquismo, o de 'bondage', disciplina y dominación, sumisión y sadismo, y masoquismo, que no está claro). Estos espacios solo para socios son imprescindibles por al menos tres motivos.

Primer motivo: o tienes en casa algo parecido a la 'batcueva' o difícilmente podrás tener el mobiliario necesario para el disfrute pleno del BDSM. ¿Dónde pones una cruz de san Andrés? Segundo motivo: ofrecen un entorno seguro para unas prácticas no exentas de riesgo. Y tercer motivo: permiten a los aficionados conocer a personas con sus mismos gustos y aprender.

«Aquí nacen vínculos muy fuertes, como de hermandad. Ten en cuenta que expones en público tu yo más profundo y que a veces dejas tu cuerpo en manos de otro», dice Javier, impulsor de La Órbita de Ío junto con Domina Kass, su pareja, y factótum del local.

Cuerdas de yute

El sábado pasado hubo una exhibición restringida de 'shibari' (disciplina japonesa de inmovilización con cuerdas) a cargo de Osaka Dan Valeria. El atador Osaka Dan, australiano afincado en Toronto, se formó en Japón con el maestro Kazami Ranki. Su actuación combinó fuerza y sensualidad. Valeria quedó suspendida en una posición imposible. Tres hurras por ellos. Las cuerdas utilizadas eran de yute y hechas en Japón. No son lo mismo pero en España se pueden conseguir cuerdas de yute aceptables en la castiza tienda madrileña Espartería Juan Sánchez, donde en los últimos tiempos alucinan con el personal que les entra.

«Claro que no dejo que me ate cualquiera. Tienes que confiar en el atador porque si no sabe puede provocarte erosiones o lesionarte una extremidad y tienes que sentir algo por él porque si no te sientes como un paquete», dice Valeria, de 22 años y salvada por el BDSM: «Me faltaba algo en el sexo y no tenía con quién hablarlo. Hasta que descubrí este mundo. Pero me costó mucho aceptar que era lo mío».

«Aquí todos tenemos algo de proscritos», añade Osaka Dan.

Avanzada la noche y ya con el sótano animado hubo dos buenos momentos de humor BDSM. Una mujer chino-mexicana explicaba que trabaja en una empresa multinacional y un hombre le preguntó: «¿En recursos humanos?». Era una dominatrix. Y otra dominatrix le preguntó a este vainilla, que es como en la fraternidad se conoce a los no iniciados: «¿Quieres que sea tu ama madrina?». Llevaba en la mano una fusta coronada por una estrella de cinco puntas. Bastó por supuesto con declinar la oferta.

A todo esto un amo vestido y sentado en una butaca reposaba los pies sobre la espalda de su esclavo desnudo, una mujer flagelaba el culo también desnudo de un hombre recostado sobre el potro y una mujer amordazada recibía impasible los fustazos que le daba en las nalgas un sosias encapuchado de Rob Halford, el cantante que al frente de Judas Priest convirtió la estética de cuero y tachuelas habitual en los clubs gais más duros de Nueva York en el uniforme del heavy metal.