COMERCIO EMBLEMÁTICO

Mil, la sombrerería de Ava Gardner, cumple cien años en la calle de Fontanella

Audrey Hepburn, Scarlett Johansson y Francis Ford Coppola también han lucido sus creaciones

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CRISTINA SAVALL / BARCELONA

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Una escultura de San Pancracio, patrón de la salud y del trabajo, contempla los estantes de la sombrerería Mil llenos de gorras, boinas, chisteras, bombines, pamelas, panamás, tocados, fedoras, hamburgos y 'pork pies', que tan bien lucía en 1925 Buster Keaton en la película 'Las siete ocasiones', y que en el siglo XXI se ha vuelto a poner de moda gracias a Walter White o Heisenberg, las dos caras del intrigante personaje que interpreta Bryan Cranston en la serie 'Breaking Bad'. La carismática tienda de la calle de Fontanella cumple un siglo de vida y su actual propietaria, Núria Arnau, biznieta del fundador, Tomàs Antonés Torroja, sigue guardando en la caja registradora las estampas del santo que iba coleccionado su padre al lado de los billetes de cien pesetas.

"No me atrevo a quitar ni un San Pancracio", sonríe Arnau, cuarta generación de una familia originaria de Italia que en 1856 inauguró su primera sombrerería en la calle Hospital, entonces el latido comercial de Barcelona, pero que desde 1812 tenía talleres de prendas para cubrir la cabeza en Ciutat Vella. A principios del siglo XX, la ciudad cambió y el eje mercantil se trasladó a los alrededores de la plaza de Catalunya a los límites del Eixample.

El señor Antonés optó entre 1914 y 1917 por mudar el negocio a la calle de Fontanella, donde se ha convertido en un referente internacional, admirado en las gradas del hipódromo de Ascot. Antonés era soltero y el destino hizo que adoptara al hijo menor de su mejor amigo, Emili Arnau, que falleció joven dejando cuatro niños. "Yo no conocí a otro abuelo. Mi padre, con 13 años, ya estaba en la tienda. Nos dejó hace diez años. Él y mi madre revolucinaron el negocio avanzándose a los cambios de finales del siglo XX, ampliando su oferta a las mejores marcas de sombrerería europea, y especializando en creaciones singulares. Eso hizo que nos diferenciaramos y nos salvó", considera la dueña del local. En estos momentos, solo queda otra sombrerería histórica y familiar en Barcelona: Barrets Obach, en la calle del Call.

LA INFLUENCIA DE LOS TRASPORTES

Los sombreros han pasado épocas de penurias. Para Arnau, los cambios de la industria de la automoción de los años 60 con la explosión de ventas de vehículos utilitarios como el Seat 600 perjudicó muchísimo a la ventas. "¿Quién se va a poner un sombrero en un coche en el que la cabeza choca con la cubierta?", cuestiona Arnau. Otro momento de crisis, a pesar de su acierto por motivos de seguridad, fue cuando en 1982 fue obligatorio el uso del casco para todos los motociclistas y sus acompañantes en las motos de más de 125 centímetros cúbicos. "Hasta entonces no parábamos de vender gorras para motoristas", desvela.

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No hay semana en la que no llame a sus puertas un famoso. "Toni Curtis optó por un cordobés. Ava Gardner y Audrey Hepburn, las actrices con más estilo luciendo tocados, compraron varios sombreros. Lou Reed eligió el modelo Alessandria de la firma italiana Borsalino, de Piamonte, de fieltro y de color azul marino; Francis Ford Coppola, una boina, y Scarlett Johansson, varias gorras masculinas para lucir ella", enumera con cierta emoción la propietaria, que también ha atendido a Ronaldinho, Pilar Miró, Rossy de Palma, Aitana Sánchez Gijón, Leonor Watling, Joan Manuel Serrat, Mossen Ballarin y Lluís Llach, entre una lista interminable.

Los diseños a medida es la espacialidad de Arnau, que ha confecionado sombreros para las ceremonias más elegantes de Barcelona y también para rodajes de películas y obras de teatro. "Con Tricicle he colaborado en muchas de sus obras", recuerda, mientras canta la escena de "Es que yo soy un truhan soy un señor", de 'Manicomic', en la que Carles Sans, Joan Gràcia y Paco Mir se quitan y se ponen sus sombreros al ritmo de la canción de Julio Iglesias.