SANDRA RODRÍGUEZ PROPIETARIA DE UN PISO TURÍSTICO

«Solo hay que gestionarlos bien»

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PATRICIA CASTÁN

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Cuando Sandra Rodríguez se decidió a buscar rentabilidad al pequeño piso que poseía en la calle de Flassaders (Born), en el 2004, casi nadie había oído hablar de apartamentos de uso turístico. La idea se la dio un vecino, que poseía uno, y se ofreció a llevarle la gestión. Esta barcelonesa de 42 años invirtió 50.000 euros en una reforma «integral y de calidad», porque al contrario que en el alquiler convencional, en el turístico solo resulta competitivo contar con viviendas totalmente renovadas y con todo tipo de facilidades. La opinión de los usuarios en las webs es definitiva para atraer nuevos clientes.

Tras una década de experiencia, Sandra admite que la rentabilidad de una explotación así puede bastar para mantener a una persona, que no a toda la familia. No obstante, no todo es un camino de rosas ni los euros llueven solos. «Tiene que estar siempre impoluto y bien acondicionado, con una buena gestión», dice. Y esta pasa no solo por adoctrinar a los clientes de que están en una comunidad de vecinos y no deben generar molestias, sino también por facilitar la integración con el vecindario. «Nosotros no hemos tenido una denuncia jamás», cuenta. Para ello, en sus 65 metros cuadrados no solo priman las reservas a familias, sino que los vecinos de la finca tienen su número para avisarla en caso de cualquier problema, y los dos operadores de la escalera se ofrecen a aportar más dinero en el mantenimiento de las zonas comunes, al generar un desgaste mayor.

Sandra está a favor de la congelación de licencias, para evitar que la cifra siga creciendo y para frenar la competencia, que en los últimos años ha reducido algo sus ingresos. Un flujo de divisas que varía según la temporada (entre 60 y 120 euros diarios si lo ocupan dos personas), pero que sobre todo está afectado por la continua irrupción de espacios ilegales a precios de ganga. En su misma calle, tiene contabilizados cuatro con permisos, y al menos otros 16 sin. «No puede ser tan difícil detectarlos y eliminarlos», sostiene convencida. P. CASTÁN