AQUEL ESPÍRITU DEL 92

Solo Barcelona huele a gasolina

La ciudad olímpica se ha convertido en el único punto del mundo con fórmula 1, motos y ralis

EMILIO PÉREZ DE ROZAS
BARCELONA

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Es mar y es montaña, es lujo y sencillez, es comodidad y amabilidad, es accesos estupendos y diversión, es vivir en hotel o con vecinos, es compartir o disfrutar en solitario, es comida casera o un montón de estrellas Michelin para disfrutarlas, es pasar el fin de semana o venir de vacaciones, es acercarte en coche, moto, autocar, avión o en barco. Barcelona es, sin duda, una de las mayores tentaciones del mundo del motor, que parte del lujazo y categoría (por fábricas, escuderías, ricos y ostentosos de todo el mundo) y concluye en la diversión y desenfado de los ralis y/o las motos.

Hace tiempo, mucho tiempo, que, gracias a la enorme capacidad de persuasión del RACC y de su presidente, Sebastià SalvadòCatalunya se convirtió en el único país que posee un gran premio de motos, un gran premio de F-1 y un rali del Mundial. Y, ahora, desde ya, desde hoy mismo, Barcelona es la única gran metrópolis del mundo que albergará un tramo de un rali mundialista. Folclórico, puede. Vistoso, por supuesto. Entretenido, como pocos espectáculos en esta vida. Veloz, menos, pues los organizadores no han querido correr riesgos, de ahí que hayan descartado, desde el inicio de la idea, que los monstruos del Mundial, cada vez más pequeños pero más veloces y con mayor agarre, compitan en el viejo, popular y maravilloso circuito de Montjuïc. Lo rozarán en 200 de los 1.600 metros que tendrá la especial, pero será un recorrido simbólico, testimonial, que recordará los viejos tiempos y, cómo no, tratará de retomar aquel espíritu olímpico de la montaña mágica.

Eje BCN-Salou-Montmeló

Barcelona se convierte de esta manera, a su manera, en punto de referencia de la F-1, motos y coches. De la misma manera que Montmeló admitió hermanarse con Barcelona, sabedores sus responsables municipales que el salto que iban a dar en el mundo era inmenso (como así ha ocurrido), Salou ha prestado su nombre, su evento y su eco para que la capital catalana albergue, el día antes de que empiece la carrera de verdad en tierras de Tarragona, un tramo de 3.200 metros (serán dos vueltas a un ratonil trazado de escaléxtric de 1.600 metros y, por tanto, salpicado de derrapajes divertidos, quema de neumáticos, frenadas y aceleraciones espectaculares) que no decidirá nada pero en el que, como en las pachangas de la Champions, los favoritos a la victoria final tienen mucho que perder y muy poquito que ganar.

Será un paso más para internacionalizar la prueba y barcelonizar el rali, que ya tuvo una divertida salida de tramo, hace tres años, en las mismísimas escaleras de la catedral de Barcelona. Ahora se suben a la montaña. Mágica.