Infraestructura innovadora en la capital catalana

Sistema de vigilancia pionero en la estación eléctrica de Maragall

CRISTINA BUESA / Barcelona

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La subestación de Maragall cuenta desde hace unos meses con un nuevo visitante. Es pequeño y, si no se avisa, nadie se percataría de su existencia, colgado del techo en el ángulo de la sala 4, donde está uno de los transformadores. La peculiaridad de este aparato es que permite realizar vigilancia termográfica, es decir, que analiza el calor de los elementos más sensibles y su misión es avisar en el caso de que estos se salgan de la normalidad. La cámara supone un importante avance en seguridad, como prevención para posibles incendios como el que el verano del 2007 hizo tristemente famosa la instalación de Endesa.

Se trata de una prueba piloto. Hace un tiempo que funciona, están contentos de los resultados y ahora pretenden exportar el sistemático método de vigilancia -funciona las 24 horas del día los 365 días del año y reporta directamente al centro de control central- al resto de equipamientos estratégicos del Barcelonès. El primer lugar será la subestación de Les Corts, revela el responsable de subestaciones de la comarca de Endesa, August Plaza.

Algunos trabajadores de la compañía lo denominan amigablemente el Gran Hermano. La cámara en cuestión está en la planta más profunda de Maragall, a algo más de 10 metros bajo tierra. No obstante, más arriba, a pie de calle, en una de las múltiples salas de control desde donde los técnicos comprueban constantemente el buen funcionamiento del equipamiento, hay una pantalla de ordenador en la que se puede observar la variada gama de colores que traslada la vigilancia termográfica.

ENFOCADA A LAS PARTES SENSIBLES / La inversión ha sido de 70.000 euros y solo la cámara ya vale 10.000. «Nos avisa de posibles malos funcionamientos. La subestación es muy segura y estable pero un sistema de vigilancia así sirve para que cualquier incidente se pueda detectar con antelación y actuar», describe orgulloso Plaza. Este ingeniero comenta que la idea partió del propio equipo de Endesa, en el reto permanente de evitar cualquier incidente que, por ejemplo en el caso de Maragall, pudiera afectar a los 72.000 clientes de seis distritos diferentes de Barcelona que penden de esta subestación.

La cámara termográfica está enfocada permanentemente a las partes sensibles del transformador, que es el inmenso aparato de 150 toneladas de peso que transforma la energía que llega de Red Eléctrica Española por la red de transporte y la convierte a 110 kilovoltios para poder ser distribuida por la red de Endesa. Esta vigilancia no se limita a una captación del foco de calor (sino sería una cámara térmica, sin más) sino que calcula constantemente si esa temperatura se corresponde con la actividad del sistema. Si no es así, salta la alarma.

Ese aviso al centro de control, situado ahora junto a la nueva sede de la empresa en la avenida de Vilanova, permitiría actuar rápidamente, evitando males mayores. La fiabilidad del sistema on line, según fuentes de la compañía, es de prácticamente el 100%. La estima por la cámara es tal que ahora hasta han tenido que buscar una caja estanca a medida para taparla cuando se hacen las pruebas con agua en el transformador.