Del Somorrostro al Olympia

El tablao La Singla abre las puertas en la calle de Marina en homenaje a una bailaora de renombre

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OLGA MERINO / BARCELONA

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La ciudad conoce tan escasamente su pasado flamenco que el nombre de La Singla, leído así, a secas, puede que diga poco. Pero a buen seguro que muchos refrescan la memoria con la secuencia de la niña que baila descalza un garrotín en la película 'Los Tarantos' (1963), la chavalita que, vestida con una falda de lunares y un jersey de franjas horizontales rojas, entra en una droguería  con otro gitanillo para peinarse ambos con brillantina en la cinta mítica de Francisco Rovira-Beleta. Hablamos de una de las grandes, una bailaora por derecho: Antonia Singla Contreras, nacida en el barrio del Somorrostro en 1948.

Pues bien, por afición y amor al flamenco, un hermano de la artista, Juan José Singla, y su socio Santiago Parra se disponen a inaugurar un tablao en su nombre para ponerla en valor, en el número 181 de la calle Marina, justo enfrente de una plaza Monumental ya sin toros. El espacio La Singla, un local inmenso que había albergado un túnel de lavado de coches, abrirá al público el próximo 15 de abril después de dos años y pico de obras. Por de pronto, el piso de tablas suena de fábula.

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Lo han decorado a semejanza de un patio cordobés, las paredes cuajadas de macetas con geranios, y a modo de inauguración piloto, Singla y su compadre organizaron el miércoles una velada con una muestra de lo que será el espectáculo. Hubo ramitas de romero para los invitados, un augurio de buena fortuna, y tortillitas de camarones, como las que sirven en la Venta de Vargas, en San Fernando, para deleite de un par de japonesas camufladas entre la concurrencia. ¿Se enterarían las señoritas de lo que estaban comiendo? Quizá mucho mejor que los autóctonos.

TURISTAS, SÍ, ¿Y QUÉ?

De hecho, el objetivo de la 'soirée' flamenca era dar a conocer el tablao --el primero que abre en Barcelona en 30 años-- a los tour-operadores, los profesionales del sector turístico que, en definitiva, serán quienes llenen la sala de guiris hambrientos de bulerías y taconeo. Como dice la historiadora del flamenco Montse Madridejos, autora de la tesis 'El flamenco en la Barcelona de la Exposición Internacional (1929-1939)', es muy probable que el duende no hubiese sobrevivido sin el turismo. Sería el mismo prodigio que mantener las filigranas de la Casa Batlló sin los autocares.

De la misma forma que viajeros románticos como Théophile Gautier inundaron la España del XIX, tras la guerra de la independencia, embelesados por el pintoresquismo y las leyendas de bandoleros, ahora son los turistas quienes llegan buscando las esencias del flamenco, argumenta Montse Madridejos, autora también del blog Historias de Flamenco. A los guiris les gusta lo exótico y son ellos quienes tienen euros en la billetera para disfrutar de un buen espectáculo.

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Hace un tiempo, Montse encontró fotos de La Singla en una búsqueda por los mercadillos para alimentar sus investigaciones, imágenes de autor desconocido tomadas en el verano de 1966 en el Somorrostro, en el mismo lugar donde también Xavier Miserachs la retrató joven y bellísima. En ellas, la bailaora posa orgullosa con Barcelona y la estatua de Colón a sus pies, de forma muy simbólica puesto que estaba destinada a volar alto, y lo hizo: de las barracas sobre la arena, al Olympia de París y a los escenarios de Berlín, Stuttgart y otras ciudades alemanas, porque fue allí, en la tierra del chucrut, donde triunfó sobre todo. Alguien debería escribir, por cierto, un libro sobre las fatigas flamencas en los bolos de la inmigración.

A pesar de su corta carrera, fue una digna sucesora de Carmen Amaya, a la misma altura, apunta Montse, que otras bailaoras de renombre como La ToleaLa Chunga o La Chana, curiosamente todas ellas nacidas o arraigadas en Barcelona.

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LA LLAMABAN 'LA MÚA'

Lo que no tiene explicación es cómo diablos Antoñita La Singla logró asimilar el compás, hacérselo suyo hasta el destello, si vino al mundo sordomuda, al parecer a causa de una meningitis, y no oía la música ni las palmas. Fue a los ocho años cuando pronunció la primera palabra y los chiquillos del Somorrostro dejaron de llamarla “la múa”. El “milagro de La Singla”, han escrito algunos. O tal vez le venía de casta: Juan José toca la guitarra, aún hay otras dos hermanas bailoras, La Damiana y La Morita, y un sobrino que canta en el espectáculo, Joaquín Gómez, El Duende.

Cuando echaron abajo las barracas del Somorrostro y su leyenda, los Singla se desperdigaron por San Roque y Santa Coloma de Gramenet, donde vive ahora La Singla, lejos de las tablas, feliz y fascinada con sus nietos. Ya le ha dado el visto bueno al tablao, y seguro que asistirá a la inauguración oficial y lo frecuentará en los días por venir para contagiar con su chispa el local.