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Sin fuerza pero con lógica

Esto es el Guinardó, y el local es el de la 'escape room' de Enigma, o loque es lo mismo, un lugar donde se practican los tradicionales juegos depistas. Pero aquí se hace en vivo y en tiempo real.

Jaume Cullell, caracterizado de coronel Mendoza, explica en que consiste el 'escape room' y las normas de participación, el pasado viernes.

Jaume Cullell, caracterizado de coronel Mendoza, explica en que consiste el 'escape room' y las normas de participación, el pasado viernes.

NATÀLIA FARRÉ

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Un hombre alto y corpulento, con traje militar y pistola en mano, abre la puerta. Y una voz fuerte, autoritaria, invita, casi obliga, a entrar. Óscar, Mario, Encarna, Clara y Cristina  cruzan el umbral -con cristales tintados, por supuesto- a toda velocidad. Rápido, muy rápido. Sin pestañear. Sin mirar atrás. Encajan una pregunta: «¿Os ha seguido alguien?» Y reciben una garantía: «Yo os cubro las espaldas, vamos, vamos». ¿Jason Bourne? ¿James Bond? No. Ni el local es la sede del MI5 en Londres ni son los cuarteles generales de la CIA en Langley. Tampoco hay rastro de Matt Damon, Daniel Craig Tom Cruise (por aquello de Misión Imposible). Esto es el Guinardó, y el local es el de la escape room de Enigma, o lo que es lo mismo, un lugar donde se practican los tradicionales juegos de pistas. Pero aquí se hace en vivo y en tiempo real. Nada de videojuegos o fichas sobre la mesa.

La cara de sorpresa de los cinco amigos es importante, pero no hay quejas. Obedecen: desconectan los móviles, toman asiento y aguantan la filípica. «Agentes, están aquí porque son los mejores. Son un cuerpo de elite entrenado y preparado para situaciones de emergencia y de extrema gravedad como la que se van a tener que enfrentar hoy [...]. La situación es la siguiente: tras esta puerta hay una base enemiga secreta [...]. Y un virus letal que el enemigo quiere utilizar contra la población civil. Deberán infiltrarse, localizar el virus, neutralizarlo y conseguir salir en 60 minutos». Quien así habla es el coronel Mendoza, el supuesto militar que controla el cotarro, y los que escuchan han dejado su verdadera identidad para transmutarse en Frederick, Vladímir, Anastasia, Tatiana y Natasha. Y es que la guerra fría aún tiene su gancho.

60 minutos para salir

El objetivo es este: entrar en una habitación que quedará blindada a su paso y conseguir volver a abrir la puerta en un tiempo máximo de una hora. ¿Cómo? Resolviendo los enigmas que en ella se encierran a partir de la lógica y el ingenio hasta dar con el código que franquea la salida. Pese a lo militar del atrezo, la fuerza está prohibida por innecesaria y lo que prima no es el músculo sino el cerebro. Además del trabajo en equipo. Y si todo falla, siempre queda esperar recibir alguna pista del coronel Mendoza. Vigila a los agentes a través de un monitor y no es tan fiero como lo pintan.

De hecho, su álter ego responde al nombre de Jaume Cullell y confiesa no haber hecho el servicio militar. Pero como buen actor aficionado da el pego, y es capaz de interpretar a un coronel Mendoza a medio camino entre Rambo y El sargento de hierro o a un coronel Mendoza con aires de Torrente. «Depende del público. El primero es para los grupos de amigos; el segundo lo utilizo para las despedidas de soltera. Si vienen niños, también me adapto», explica. Y es que una de las ventajas de este juego es que es apto para todos los públicos y para todos los niveles culturales. «Tener estudios no garantiza resolverlo, aquí lo que cuenta es la observación y la astucia», apunta Mendoza.

El primer local dedicado a estos menesteres aterrizó en Barcelona en el 2013 proveniente de Budapest, donde según dicen algunos empezó todo (otros apuntan hacia Silicon Valley) y desde entonces se han ido popularizando hasta convertirse en un fenómeno de moda. Tanto que los responsables de Enigma aseguran que hay turismo dedicado al tema, o sea, que hay gente que antes o después de visitar los monumentos del destino elegido se encierra una hora en una habitación para darle al ingenio. En Barcelona hay donde escoger. Además de sumergirse en el mundo de los agentes secretos, también se puede hacer un viaje en el tiempo, recuperar un tesoro egipcio o vérselas con la mafia o la vampira del Raval.

Al fin, la puerta se abre y una tromba de euforia inunda el local. Frederick, Vladímir, Anastasia, Tatiana y Natasha (que es como decir Óscar, Mario, Encarna, Clara y Cristina) han conseguido su objetivo. Han abierto la puerta, tienen el virus y han salvado el mundo. Se abrazan al coronel Mendoza. Misión cumplida. Fue el viernes, en el Guinardó.